Javier Sánchez y Mar Arias ganan el II Concurso Leandro Perdomo Spínola

El Ayuntamiento de Teguise les ha otorgado el primer y el segundo premio entre más de 1.200 participantes

30 de julio de 2020 (20:30 CET)
Teguise da a conocer los ganadores del II Concurso Leandro Perdomo
Teguise da a conocer los ganadores del II Concurso Leandro Perdomo

“La creación del sol”, de Javier Sánchez García (Mérida), ha resultado el relato ganador de la II Edición del Concurso de Microrrelatos Leandro Perdomo Spínola, mientras que “La mejor protección”, de la periodista Mar Arias Couce, lanzaroteña de adopción, recibió el segundo premio en una nueva convocatoria del certamen literario en honor al Hijo Adoptivo de Teguise, que ha destacado por su alto nivel de participación, con 1.200 relatos.

Cada dos años se celebra este concurso que nació en 2018 en el marco de la conmemoración del 600 aniversario de la fundación de la Real Villa de Teguise, con el objetivo de volver a rendir homenaje a una de las figuras más ilustres de la Villa de Teguise, Leandro Perdomo.

"En su día lamentablemente no se le prestó toda la atención que su calidad humana merecía; pero lo importante es que hoy volvemos a reunirnos en su nombre, y qué mejor que hacerlo llamando a la participación de todos los amantes de la literatura y de la palabra escrita, que han superando las expectativas. Si en 2018 estrenamos una edición en la que se recibieron casi 80 relatos, dos años después, el público ha respondido de forma maravillosa, regalándonos hasta 1.200 pequeños escritos, que seguro que ha sido muy difícil para el jurado seleccionar, pero a los que estamos enormemente agradecidos”, manifestó el alcalde de Teguise, Oswaldo Betancort, durante el acto celebrado en la Biblioteca Municipal de la Villa de Teguise.

 

La concejal del área, Sara Bermúdez, también agradeció la participación a los miembros del jurado: Miriam Hernández, docente Licenciada en Historia y ganadora de varios premios de relatos; Iballa González, docente Licenciada en Filología hispánica; y Mariano de León, Licenciado en Derecho y Funcionario de Administración Local con Habilitación de Carácter Nacional. 

“Ha sido muy gratificante recibir tantos escritos de distintas partes del mundo y esperamos que este concurso se consolide y se convierta en referente de los certámenes literarios, como ya lo es el Concurso de Cartas de Amor y Desamor Los Novios del Mojón de Teguise”, concluyó Bermúdez.

 

"La creación del sol" (primer premio). De Javier Sánchez

Sólo le quedaba un cigarrillo. 

El viejo barbicano lo había guardado durante toda la semana y, tras seis días de trabajo, lo encendió satisfecho. Mientras fumaba contempló orgulloso su gran obra escultórica: Animales, plantas, sierras, llanos, ríos y mares. 

Todo permanecía tranquilo y, de repente, las personas que poblaban su creación alzaron la vista. Descubrieron las luengas barbas del anciano, que confundieron con nubes, y entre ellas una poderosa luz. Al poco tiempo, aquellos nimios personajes comenzaron a adorar la intensa luminiscencia que refulgía al final del pitillo. Enojado, celoso ante la torpeza de aquellas figurillas, el anciano decapitó el cigarrillo sobre la arena del desierto y así inventó la noche, que aturde los sentidos y engendra huérfanas preguntas. 

El séptimo día, el viejo escultor decidió dejar de fumar.

 

"La mejor protección" (segundo premio). De Mar Arias Couce

Se había convertido en algo tan habitual como peinarse o lavarse la cara, cada mañana, antes de salir de casa, se ajustaba la mascarilla y se iba a trabajar. Aquel día le pareció que la mascarilla era más grande de lo normal, más densa, mejor. Cuando aparcó el coche y se dispuso a subir las escaleras del edificio en que trabajaba, notó que la prenda comenzaba a impedirle la visión. Trató de ajustársela, pero no hubo forma. Cuanto más trataba de bajarla, más crecía. Parado en medio de la escalera, sin atreverse a subir, ni a bajar, por miedo a caerse, sintió como aquella mascarilla, comprada el día anterior en la farmacia, seguía aumentando su tamaño y tapando todo su rostro, su cuello y hasta su pecho. Al tiempo que crecía se iba ajustando a su cuerpo. Pronto se hizo evidente que estaba inmovilizado. Atenazado por el miedo súbito a lo ininteligible, sintió como su corazón se desbocaba. “Caray, Antúnez, tú sí que te tomas en serio lo de la protección”, oyó a lo lejos. Serán cosas de la nueva normalidad, pensó, y se apoyó en la pared, sintiéndose inmensamente protegido.

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