En 1988 el ilustre catedrático de física Nicolás Cabrera Sánchez, el hijo pequeño de Blas Cabrera Felipe, viendo que su vida se acababa (falleció en 1989), me cedió en presencia de su hija, Carmen Cabrera Navarro, los “papeles” de su padre en el exilio con objeto de que no se perdieran, los conservara, y, en la medida de lo posible, los diera a conocer a la sociedad española en exposiciones y publicaciones, como hice en 1988, 1995, etc.
Ahora, transcurridos 34 años, se ha desatado una disputa entre los nietos de Blas Cabrera en relación con los “papeles” del padre de la física moderna en España. En efecto, a principios de este año 2022 recibo por separado sendos escritos, respectivamente, de Luis Cabrera Pérez (nieto por parte de Luis Cabrera Sánchez), y de Carmen Cabrera Navarro (nieta por parte de Nicolás Cabrera Sánchez, en nombre de sus hermanos Blas y Cristina Cabrera Navarro y su prima Mª Concepción Cabrera Muedra, hija de Blas Cabrera Sánchez), exigiendo el primero que dichos “papeles” le sean enviados a Tenerife, solicitando la segunda que le sean enviados a Madrid.
El 24 de junio me reúno con el Decano de la Facultad de Físicas de la Universidad Complutense de Madrid, centro en el que don Blas desarrolló toda su vida universitaria, con presencia de las nietas Carmen y Cristina Cabrera Navarro, para estudiar la posibilidad de que los “papeles” queden depositados y custodiados adecuadamente en el Archivo Histórico de la Universidad en la que Blas Cabrera fue catedrático y rector.
A mediados de octubre, Luis Cabrera Pérez difunde una ‘Carta abierta’, difamatoria y con tintes amenazadores, atentando contra el honor de la persona que lleva más de cuarenta años siendo el “Guardián de la memoria” de Blas Cabrera y los españoles del exilio, tal como destacaba el catedrático y autoridad indiscutible en esta materia, Francisco Giral, en el prólogo de su libro Ciencia española en el exilio.
Y en estas estamos. Así de sencillo. Una disputa familiar entre nietos de Blas Cabrera, sacada de quicio, quizás con algún interés espurio externo a ellos, que invita a referirnos al adagio “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Desde 1988 que me los entregó Nicolás Cabrera, he conservado y custodiado con mimo exquisito los “papeles” que parece que se conservan del exilio de Blas Cabrera, y los he exhibido en público cuando ha sido posible. No parece prudente que, transcurridos 34 años, una actuación precipitada haga que se pierdan. Más bien la prudencia invita a esperar que existan las garantías necesarias, debidamente documentadas y justificadas, acerca de las pretensiones de unos y otros nietos.
En cualquier caso, a la luz de los hechos, todo indica que la salida tendrá que ser una decisión salomónica.