Marta (nombre ficticio para salvaguardar su seguridad) tenía un negocio y vivía de forma acomodada en Colombia cuando tuvo que salir huyendo de su país, con sus dos hijas menores de edad. Una de ellas, de 15 años, había sido captada por una red de tráfico sexual. La secuestraron durante ocho días y la violaron y cuando logró salir se armó de valor para denunciar. Luego vinieron las mudanzas. Uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco municipios diferentes dentro de Colombia, pero la red siempre las encontraba.
"Viendo que mi hija no podía estudiar, que en el colegio donde empezaba a estudiar la buscaban, que querían que retirara la denuncia, que la iban a matar, nos vimos obligados a irnos de nuestro país", revela en una conversación con La Voz.
Marta, sus dos hijas, y su marido son una de las doce familias que malviven en los esqueletos de hormigón de la promoción inacabada de Villas Camelot, en las calles Malvasía y Laurel de Playa Blanca (Yaiza), unos inmuebles cuya licencia de obra fue paralizada y que se mantuvo como uno de los esqueletos de hormigón de Lanzarote. La propiedad ha contratado a la empresa de desocupación Lanzaokupa para sacar a las familias de los esqueletos.
"Pensé en salvaguardar la vida de mis hijas, especialmente de la de 15 años, que era la que estaba en peligro", señala Marta, quien añade que decidieron viajar a Lanzarote porque un amigo de la familia llevaba dos años "guerreándola" en la isla.
"No es fácil salir uno de su país, dejar todo", expone Marta, que narra que en su país tenía un negocio, un coche y empleados. "Yo no vine a buscar el sueño europeo, mi sueño ya lo tenía en Colombia, porque vivía bien, tenía una dignidad y yo no me salí de todo eso para venir a dormir en un esqueleto de casas", lamenta. "Yo no le quité la casa a nadie. Era eso o dormir en la calle y solamente pensé en que mis hijas no chuparan sol o se mojaran", confiesa durante la conversación.
Al aterrizar en Lanzarote, primero durmieron los cuatro en una habitación. Las niñas en un colchón y Marta y su marido en el suelo. Luego, les ofrecieron la posibilidad de irse a vivir a uno de los esqueletos de Playa Blanca. "Ya nos dolía la espalda de estar en el suelo. Empecé a buscar alquiler, te juro que empecé a buscar alquiler", señala sobre sus primeras semanas en la vivienda. Pasado un mes de instalarse en la infravivienda, presuntamente los trabajadores de la empresa de desocupación los habrían comenzado a hostigar.
"Cuando nos vinimos para acá, ella empezó a sanar, ya no tenía miedo", narra sobre la evolución de su hija. Sin embargo, añade que cuando llegaron los trabajadores de la empresa de desocupación "a las 2.30 horas de la mañana, a gritar, a amenazar, hubo un momento de catarsis de esta niña que gritaba: ¿Ustedes creen que yo quería venirme para acá? ¿Que yo quería que me violaran? Escuchaba a la gente pelear, gritar, insultar, pero me quedé en ese momento".
Denuncia las prácticas de la empresa de desocupación
Marta narra que traían dinero de Colombia para poder pagar dos o tres meses de alquiler en lo que ella buscaba trabajo y su familia se ubicaba. Sin embargo, denuncia que una empresa de desocupación irrumpió en la vivienda de noche y presuntamente sacaron sus cosas de la casa y le habrían robado dinero en efectivo. "Cuando nos roban el dinero, nos quedamos sin nada", continúa.
"Lo que hacen es sacar las cosas, tirarlas afuera y grabar que no hay nada, que aquí no hay nadie", señala esta vecina. "Mi hija gritaba: Mami, nos están dañando la casita", continúa Marta, quien asegura que le había prometido a su hija que podría terminar el bachillerato en Lanzarote.
Marta presentó una denuncia ante la Guardia Civil en la que aseguró que uno de los trabajadores les profirió a sus hijas, menores de edad, que "no les costaba nada deshacerse de todos ellos, que tiraba una bomba y arrasaba con todo, que nadie lo iba a culpar, quién los iba a creer".
Una promoción de viviendas inacabadas
La primera promoción de estas viviendas, conocidas como Villas Camelot, comenzó a levantarse sobre el año 2006. Esta primera parte, localizada hacia el norte de las calles Laurel y Malvasía, terminó de levantarse y se explota actualmente como villas vacacionales. Mientras tanto, la segunda promoción, donde ahora viven doce familias, quedó paralizada dejando en el paisaje los esqueletos de hormigón desde el año 2009.









