La cantante africana ofreció un recital sobrio con una alegre guinda final: el teatro puesto en pie bailando la querida "Sangue de Beirona"

Una Cesárea Évora cansada levantó al público de San Bartolomé

Guitarristas, bajistas, percusionistas, un pianista y un saxofonista prepararon el ambiente del Teatro de San Bartolomé a base de ritmos cálidos para arropar la entrada de la respetada Césarea Évora. La artista de ...

22 de enero de 2009 (04:27 CET)
Una Cesárea Évora cansada levantó al público de San Bartolomé
Una Cesárea Évora cansada levantó al público de San Bartolomé

Guitarristas, bajistas, percusionistas, un pianista y un saxofonista prepararon el ambiente del Teatro de San Bartolomé a base de ritmos cálidos para arropar la entrada de la respetada Césarea Évora. La artista de Cabo Verde apareció en el escenario vestida de negro y descalza, cajetilla de cigarros en mano, bailando con la ternura propia de una cantante de 68 años.

El aforo lleno del teatro escuchó atento los temas de una Évora que se mantuvo seria durante todo el recital pero cuya sobriedad no distanció al público. La alegría de los jóvenes músicos que la acompañaban contrastaba con la figura de la artista inmóvil en el centro del escenario, micrófono en mano. Silueta ésta sobre la que se clavaron todas las miradas a las que los bailes del saxofonista o los magistrales punteos del guitarrista no pudieron despistar.

Palmas, coreos y un fervoroso aplauso cuando la dama negra se tomó un descanso para fumarse un cigarrillo que dedicó al público, sentada junto al piano, fueron los protagonistas del recital. La artista abandonó la escena sola pero los aplausos la devolvieron al tablado para cantar un Bésame mucho que el público agradeció con sus coros.

Y el final de la actuación se reservaba una sorpresa. La artista pidió a sus fans que se levantaran de las butacas y les indicó con las manos que el que llegaba iba a ser el último tema. Con el público en pie pegado al escenario la artista entonó la conocida Sangue de Beirona. Así, las últimas filas se acercaron a bailarle a la entrañable artista, a la que miraban con afecto al tiempo que movían las caderas. Un gesto que Évora recibió con cariño por lo que, una vez concluida la actuación, cuando ya se despedía de la mano de los instrumentales, pidió a los músicos que volvieran a sus sitios para regalar al público un bis de la mítica canción.

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