El director gerente de la extinguida fabrica de conservas y salazones Lloret y Llinares, Vicente Lloret López, donó el pasado viernes, a la comunidad de propietarios Los Mármoles, instalada en las antiguas dependencias de la conservera, unos motores y compresores encargados de poner en marcha la actividad industrial desde la década de los años 1950 hasta 1987, cuando se puso fin a la misma.
El acto, en el que se descubrió una placa conmemorativa, se inició con una palabras de la presidenta de la comunidad, quien agradeció a Vicente Lloret, presente en el acto, la donación de la maquinaria que estuvo en funcionamiento durante 30 años contribuyendo al despegue económico de Lanzarote antes de la llegada del boom del turismo.
La representante de la comunidad Los Mármoles se comprometió a mantener y cuidar los motores y compresores, "como legado de la actividad tan importante que se desarrolló aquí durante muchos años y en recuerdo de una Lanzarote no tan lejana, en la que la escasa agricultura y la pesca eran la principal fuente de riqueza de esta isla".
Vicente Lloret, muy emocionado, estuvo arropado por su familia y trabajadores que compartieron la actividad durante más de 20 años en esta industria que llegó a suponer el 70% de la economía insular. Al acto también se unieron algunos amigos.
Conservar en la memoria colectiva parte de la historia conservera de la isla
En nombre de la familia, María Lloret agradeció el respaldo y cariño mostrados por los allí presentes, afirmando que para la familia era una gran satisfacción la ubicación de los motores y compresores en el lugar, un simbólico emplazamiento, como vestigio de todo lo que ocurrió en el lugar durante tanto tiempo; de 30 años de ilusión, esfuerzo y trabajo ininterrumpido en el sector conservero insular, convirtiéndose en la fabrica de mayor producción de Lanzarote. Y es que desde que se establecieran aquí los primeros secaderos de pescado, en el año 1950, hasta su cierre en la década de los 80, Lloret y Llinares contribuyó a poner en marcha una potente industria de la que hoy día no queda prácticamente nada en pie.
"Sirva esta donación para conservar para siempre en la memoria colectiva parte de la historia conservera de la isla, para reconocer la labor de los trabajadores que por aquí pasaron, de sus familias; y, en general, para no olvidar nuestro pasado, el pasado reciente de Lanzarote", finalizó María Llorez.