Canarias es un espacio privilegiado para el avistamiento de cetáceos a nivel mundial, una veintena de especies residen o visitan el archipiélago cada año y en las islas se pueden observar un 30% de tipos de cetáceos que existen en el planeta. Sin embargo, estos animales marinos sufren las consecuencias de compartir los océanos con millones de turistas y con 2,2 millones de residentes, con la pesca por arrastre, el ruido y las colisiones a causa del trasiego de embarcaciones por su hábitat.
Alicia Rodríguez Juncá es estudiante predoctoral en la Universidad de La Laguna, e investiga la ecología de la megafauna pelágica, es decir, aquellos animales marinos de gran tamaño que habitan en aguas profundas, y cómo son las relaciones entre estos animales y las actividades humanas. Esta bióloga, experta en Biodiversidad y Conservación, ha coordinado diversas campañas de observación de calderones y zifios y también dirige el Proyecto de Interespecies, una investigación sobre las interacciones entre la pesca canaria, la mayor parte de ella artesanal, y los cetáceos, elasmobranquios, tortugas y aves.
En esta investigación de Interespecies, del año 2023, Rodríguez y un grupo de expertos señalaron que en algunas partes de Canarias la captura accidental era "alta", por lo que debía estudiarse más exhaustivamente en estos puntos, y que las técnicas para liberar a los animales podía estarles "causando lesiones". En este análisis comprobaron que los tiburones y las rayas se veían más afectados por las capturas accidentales que los cetáceos y que la pesca por error de estas especies era más frecuente en Lanzarote y Fuerteventura.
En el caso de los cetáceos, esta investigadora señala que los mayores riesgos a los que se enfrentan están causados por el ser humano. "Dependiendo del grupo del que hablemos podrían estar más impactados por unas actividades u otras", expone durante una entrevista con La Voz. Por ejemplo, en el caso del cachalote (Physeter macrocephalus Linnaeus), una especie amenazada en las islas, la principal causa de riesgo para su vida son las colisiones con embarcaciones.
La pasada semana dos cachalotes aparecieron muertos en el litoral de Tenerife, con signos de haber sido arrollados por grandes embarcaciones. Un estudio de la Universidad de La Laguna, publicado en la revista Plos One, alertó en 2016 de que los cachalotes muertos arrollados por buques podían superar "la capacidad de crecimiento natural" de la especie. Nueve años después, Investigadores del Centro Oceanográfico de Canarias (IEO/CSIC) y de la Universidad de La Laguna (ULL) expusieron que las colisiones contra los cachalotes están "encaminando" a la especie a "la extinción local".
Junto a las colisiones, Alicia Rodríguez expone que el ruido "es un impacto muy importante que se debe empezar a regular". En esta línea, investigadores de varios países y también en Canarias han estado monitorizando cómo el excesivo ruido en el mar, ocasionado por las embarcaciones de recreo, las lanchas de observación de cetáceos, las deportivas y los barcos de alta velocidad, generan estrés en las poblaciones residentes de calderones tropicales (Globicephala macrorhynchus). "El ruido de los barcos puede alterar el comportamiento de esta especie, reduciendo la tasa de descanso de las madres y de lactancia de las crías", señaló la Universidad de La Laguna en un comunicado en 2022.
"En zonas muy turísticas, la cantidad de barcos recreativos que tenemos aquí en Canarias están produciendo mucho ruido y eso se puede ver en el estrés que generan a los animales", indica la experta en Conservación, que expone también el estrés que genera el acercamiento de embarcaciones de observación de cetáceos.

En la actualidad, la universidad pública está trabajando en la detección de zonas sensibles a las colisiones, cruzando datos de poblaciones de cachalotes con cifras de tráfico marítimo. "Primero necesitamos conocer bien a las poblaciones de cetáceos, porque no es lo mismo donde se distribuyen los cachalotes que donde se distribuyen los zifios y todas las especies pueden tener este riesgo de colisión". Al mismo tiempo, la Universidad de Las Palmas está estudiando datos de varamiento para ver dónde han podido producirse las colisiones.
Así, "cualquier tipo de embarcación puede tener una colisión, pero una embarcación más grande va a tener más impacto". En este sentido, señala las dificultades para poder registrar todas las colisiones que se dan en Canarias, ya que cuando los animales son arrollados en alta mar es probable que su cuerpo no acabe varando en la costa. "El número de colisiones creemos que es una subestimación, realmente se producen más colisiones de las que se registran en los varamientos y esto entra dentro de la poca información que tenemos", apostilla.
Junto a los choques y el ruido, las especies marinas canarias se enfrentan a la contaminación que afecta a todo el planeta. "Basuras que pueden ser de tamaños muy grandes, como redes a la deriva o plásticos que pueden atrapar animales, pero también microplásticos causan impactos en la fauna marina y pueden acabar en nuestro organismo", añade.
Ante esta realidad "que lleva mucho tiempo sin que se tomen medidas para evitarlo", Rodríguez Juncá indica la necesidad de proteger los ecosistemas, ya que la pérdida de un eslabón podría desencadenar un desajuste en toda la cadena trófica.
De este modo, propone disminuir la velocidad de los barcos y motos de agua, pero también de los barcos que trasladan pasajeros y controlar el tránsito de embarcaciones en determinadas zonas. "El hecho de reducir la velocidad va a hacer que se puedan detectar con más facilidad estos animales y que tengan más tiempo de reaccionar. Además no solo serían las colisiones, sino que también estaríamos reduciendo el ruido que es dañino para estos animales".
Las islas ya han probado cámaras térmicas para ver si se pueden detectar los cetáceos cuando se navega a alta velocidad, mientras baraja tecnología puntera. "Que alguien esté vigilando por si puede haber animales, marca la diferencia", concluye.










