"Eso es lo que me ocurre a mí cada tarde, cada instante de mi apacible tiempo libre. Estoy mejor en casa que en la calle. ¿Pero por qué? Esa es la pregunta que me he querido responder después de darme cuenta de semejante hecho. ¿Conseguirá la nueva corporación sacarme de este retiro?
Cuando se está mejor en casa que en la calle, podemos pensar que estamos ante un verdadero hogar, una casa confortable y dulce compañía, o bien, que estamos ante personas agorafóbicas o poco sociables y que no sienten o disfrutan del día a día de su ciudad, de sus calles, de sus gentes, plazas o barrios; eso, entre sin fin de posibles motivos, son los que nos pueden hacer vivir momentos de tal calibre.
Pero resulta que también pueden ser por otro tipo de factores, otro tipo de circunstancias las que nos lleven a la clausura, tales como, que al pasear por las calles de tu ciudad, las mismas huelan a nauseabundo aroma a vertedero, que paseemos por calles destrozadas, sin aceras o con aceras en mal estado, recovecos sucios y con olor a orines, heces de perros, calles rodeadas de casas viejas, semi-derruidas y con alguna o algunas de sus paredes exteriores sin pintar, a medio pintar o mal pintadas; sólo hay obras, obras a medias, obras sin acabar o mal acabadas, edificios históricos descuidados o edificios históricos acuchillados con la pala de un asesino de recuerdos y de historia. Bello y entrañable Charco de San Ginés, para verlo de lejos, o mejor tal vez en fotos de antaño, cuando a las cosas se les tenía cariño, sin que se perciba de cerca y se contemple sus fondos fangosos albergando bolsas, neumáticos usados, carros de supermercado, acompañados de todo tipo de basuras y rodeados de descuido e inmundicia.
Cuando le llaman arte a pintar contenedores, con perdón de los artistas aludidos, pero que seguro respetarán mi crítica, cuando la oferta cultural es pésima y el ocio posible es poco más variado que pasear por el reducto y visitar comercios caros, cuando la oferta formativa y educativa se reduce a salir del municipio y esperar que abran, la desahuciada Escuela de Turismo y poco más, me entra la duda y me planteo la cuestión: ¿Es Arrecife una ciudad pensada? ¿La ciudad soñada? ¿O estamos ante una ciudad que ha crecido sin planificación sin orden ni armonía? ¿Se le podrá llamar ciudad? Si pudiésemos imaginar Arrecife sin la playa de El Reducto, sin el Gran Hotel o El castillo de San Gabriel con su puente de las Bolas, ¿ante que estaríamos?, ¿qué nos queda? ¿Con el objetivo de mostrar qué cosa pararía en su puerto un Crucero o la visitaría un turista?
No estamos hablando de una ciudad poderosamente industrializada y con inmensas áreas donde se ubiquen empresas, fábricas y lugares de explotación a gran escala de recursos. Aquí tan sólo, o principalmente lo que se vende es turismo. Y no quiero, porque las comparaciones son odiosas, nombrar ciudades, que las hay grandes y pequeñas, pero con conocida calidad y excelencia, ciudades de todo calibre que están ubicadas en destinos turísticos y que saben bien que es lo que tienen que explotar y cómo.
Arrecife, de verdad que lo intento, pero créeme que no me dejan, sin duda me reniegan la posibilidad de cogerte cariño: Reflexiona y busca qué quieres vender ycómo".