Tres días de huelga contra la isla

No se la declararon a Pedro San Ginés, ni a la EPEL, ni al grupo de gobierno del Cabildo. Los trabajadores de los Centros Turísticos le declararon la huelga a toda la isla, y además consiguieron demostrar que son más fuertes ...

4 de mayo de 2007 (05:33 CET)

No se la declararon a Pedro San Ginés, ni a la EPEL, ni al grupo de gobierno del Cabildo. Los trabajadores de los Centros Turísticos le declararon la huelga a toda la isla, y además consiguieron demostrar que son más fuertes ...

No se la declararon a Pedro San Ginés, ni a la EPEL, ni al grupo de gobierno del Cabildo. Los trabajadores de los Centros Turísticos le declararon la huelga a toda la isla, y además consiguieron demostrar que son más fuertes que todo un estado de derecho. Porque al margen de la legitimidad de que cualquier empleado intente luchar por unas condiciones laborales mejores, lo cierto es que nada justifica que un colectivo pueda tomar al asalto un espacio público sin que nadie se lo impida.

Afortunadamente, el segundo día de huelga los representantes públicos parecieron entender que la situación requería medidas excepcionales, y aumentaron la presencia policial en los Centros. Pero la primera jornada de paro, dejó imágenes que deben ser motivo de reflexión y de vergüenza. Porque incluso dejando al margen si son justas o no las reivindicaciones de los trabajadores de los CACT,s, las medidas adoptadas a las puertas de Timanfaya, de los Jameos del Agua o de la Cueva de los Verdes son absolutamente desproporcionadas. Casi tanto como la falta de previsión de lo que podía suceder por parte de las instituciones.

Que un turista visite Lanzarote y se tenga que marchar sin conocer sus principales señas de identidad es sin duda un gran varapalo para la imagen de la isla, pero es infinitamente peor que lleguen hasta las puertas del Parque Nacional de Timanfaya y tengan que terminar dando marcha atrás después de ver un auténtico enfrentamiento entre piquetes y fuerzas de seguridad. Por eso, el anuncio por parte de la dirección de la EPEL de que los Centros permanecerían abiertos a pesar de la huelga, y que incluso se haría una jornada de puertas abiertas, con entrada gratis si fuera necesario, terminó siendo casi peor que la enfermedad. Porque en el primer día de huelga quedó demostrado que eso no podía cumplirse, y termino volviéndoseles en contra.

Los propios trabajadores en huelga impidieron el paso a todo el que intentó acceder a los Centros Turísticos, alimentado esa idea de que no son un espacio de los lanzaroteños, sino de los que allí trabajan. Y lo peor no es que ellos aún no hayan entendido que no es así, sino que nadie se lo hizo entender, ni por las buenas ni por las malas.

Se quejan de falta de compresión con sus reivindicaciones por parte de algunos sectores, pero lo cierto es que a la inmensa mayoría de los trabajadores de esta isla, que alguien les mire a los ojos explicándole su drama, que consiste en mantener una familia y una hipoteca con 1.300 euros al mes, a los que hay que sumar cuatro pagas extraordinarias y las horas extra, porque su jornada sólo incluye siete horas laborales, no le termina de despertar compasión. Y menos aún, para justificar semejante medida.

Las comparaciones son odiosas, y probablemente eso les esté jugando en contra a los trabajadores de los Centros Turísticos, porque muchísimos empleados de esta isla estarían más que dispuestos a cambiarse por sus condiciones laborales sin dudarlo. Pero aún entendiendo que un trabajador no debe resignarse, y siempre debe intentar estar no como la media, sino como realmente considera que merece, ésta medida sigue resultando excesiva.

Reventar una inauguración oficial, como la que se llevó a cabo el pasado lunes, en la que se intentaba celebrar por todo lo alto el estreno de la segunda fase del Cabildo, genera unas sensaciones bien distintas. En definitiva, el daño que se hizo en aquella jornada se ciñe sólo al ámbito político, y el objetivo que perseguían y que alcanzaron con creces fue el de arruinar la foto que debía haber salido al día siguiente en los medios, y que en lugar de ser la de la satisfacción de descubrir una nueva placa a un mes de las elecciones, se terminó convirtiendo en un trago amargo entre silbidos, protestas y pancartas de todos los trabajadores del Cabildo que actualmente mantienen conflictos con la institución por la Relación de Puestos de Trabajo y el convenio único.

Pero de ahí a jugar con la fuente de riqueza y prosperidad de esta isla y con el pan del resto de los trabajadores va un abismo. Porque además de todos los conductores de guaguas y guías turísticos autónomos que se quedan sin cobrar en cada jornada de huelga, porque no pueden prestar sus servicios, el gran daño es a largo plazo. Es esa estampa que se llevan los turistas, y que se puede cargar años de promoción de este destino. Y el perjucio es tan grande, tan grande, que hace aún más imposible ceder ante sus demandas. Porque si poner en jaque a toda una isla sirve para conseguir determinados objetivos, el precedente que sentaría sería tan preocupante como escandaloso.

Finalmente, la mediación del Tribunal Laboral Canario ha conseguido que se suspenda la huelga, pero durante los tres días que duró el pulso, se debían haber atado infinitamente mejor todos los cabos. Porque una cosa es entrar a conocer Timanfaya y no poder comer en su restaurante o tomarse un café, y otra bien distinta desplazarse hasta las puertas de este centro turístico para no poder entrar y presenciar imágenes esperpénticas con enfrentamientos entre trabajadores y fuerzas de seguridad, e incluso con algunos turistas. Y todo ello, eso sí, aderezado con tentempiés y bebidas para "aguantar" la jornada de protesta.

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