No demos más alas a la barbarie

Quizá no la T4, porque aún tiene poco tiempo de vida, pero la inmensa mayoría de los lanzaroteños ha pisado alguna vez el aeropuerto de Barajas, y ha paseado por las calles de Madrid. Y también la inmensa mayoría de los ...

5 de enero de 2007 (03:57 CET)

Quizá no la T4, porque aún tiene poco tiempo de vida, pero la inmensa mayoría de los lanzaroteños ha pisado alguna vez el aeropuerto de Barajas, y ha paseado por las calles de Madrid. Y también la inmensa mayoría de los ...

Quizá no la T4, porque aún tiene poco tiempo de vida, pero la inmensa mayoría de los lanzaroteños ha pisado alguna vez el aeropuerto de Barajas, y ha paseado por las calles de Madrid. Y también la inmensa mayoría de los lanzaroteños se ha sobrecogido, en medio de las fiestas Navideñas, con las nuevas imágenes de destrucción y muerte. Y es que aunque a veces parece que el archipiélago está muy lejos, lo cierto es que en estos días todos nos hemos sentido un poquito más cerca de la capital de España y de su dolor.

Por eso, es inevitable hablar ahora del brutal atentado cometido el pasado 30 de diciembre por la banda terrorista ETA. Porque ha dejado dos muertos, y porque también ha dado al traste con la esperanza que mantenían algunos de que España terminara con su mayor lacra: la de una banda asesina a la que poco le importa arrancar vidas y destrozar familias.

Pero si todo esto es grave y dramático, no lo es menos el hecho de que el terrorismo está consiguiendo lo más impensable. Está consiguiendo dividir y enfrentar a los partidos políticos. Y lo que comenzó con la brutal matanza del 11-M, sigue creciendo y convirtiéndose en una gran bola que parece muy difícil de parar. Y por culpa de todos.

Porque aunque no hay duda de que los únicos responsables de las muertes son los que ponen las bombas y los que dan las órdenes y las respaldan, lo cierto es que la respuesta de los partidos políticos no sólo no está a la altura de las circunstancias, sino que incluso está alimentando el brutal y siniestro juego de los terroristas. Porque el PP y el PSOE no serán responsables de la sangre derramada, pero sí de arrojársela a la cara. Justo lo que más van a celebrar los asesinos, y lo que menos necesita la sociedad.

Y lo peor de todo es que la situación no tiene visos de mejorar, porque ni una ni otra parte están dispuestas a reconocer errores, pese a que ambas los han cometido. Los cometió el PSOE, iniciando contactos con el entorno de ETA antes incluso de que se iniciara la tregua y sin contar con el resto de los partidos, y también manteniendo el diálogo mientras crecía la violencia callejera en el País Vasco y se encontraban pruebas claras de que la banda seguía rearmándose. Mientras no quería ver lo que casi todos ya tenían claro: que los terroristas seguían en activo.

Pero también los cometió el PP, aprovechando cualquier oportunidad para cargar contra el Gobierno en un tema tan sensible, e incluso lanzando temerarias acusaciones, como la de que Zapatero se estaba arrodillando ante ETA.

Evidentemente, el Gobierno no ha cedido a las presiones ni ha aceptado cualquier exigencia a cambio de la paz, y precisamente por eso los terroristas han vuelto a usar el único argumento que tienen, el de las bombas. Y los únicos culpables son ellos, los asesinos, porque un Estado no puede ceder ante el chantaje ni la amenaza. Pero en lo que tampoco puede caer un Estado ni sus dos principales partidos es en mantener los mismos argumentos que los terroristas. Las bombas y la muerte no pueden entrar en el debate político.

Porque con todos los defectos que tiene la política, hasta hace poco tiempo el terrorismo no había servido de arma electoral, y debe volver a ser así. Estos días se ha hablado casi más de los cruces de acusaciones entre los líderes del PP y el Gobierno de Zapatero que de las víctimas y de sus familias. Y si de verdad nos duelen los muertos, eso no se podría consentir.

Ni el salvaje atentando del 11-M debió influir en las últimas elecciones, ni la ruptura de la tregua de ETA debería traer la caída política de Zapatero, como pronostican algunos. Porque eso significaría dejar que los terroristas terminen controlando nuestro sistema democrático.

Obviamente, los españoles tuvieron la oportunidad de juzgar en las urnas la entrada del Gobierno de Aznar en la Guerra de Irak, y también tendrán oportunidad de castigar o respaldar la política antiterrorista de Zapatero y el proceso de negociación que abrió con ETA, al igual que el PP lo abrió en su día, pero deberían hacerlo en función del juicio que esto les mereciera antes de los atentados, y no influidos por los muertos que los terroristas pongan sobre la mesa. De lo contrario, les estaremos dando aún más alas de las que ya tienen y de las que han ganado en los últimos meses, siendo motivo de debate hasta en el Parlamento Europeo y con continuas apariciones en los medios de comunicación a través de las ruedas de prensa de su portavoz oficial.

Si a alguien se le ha olvidado quién es realmente el enemigo, por el bien de todos, debería recordarlo cuanto antes.

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