Los Reyes y Alfonso XIII en Lanzarote

Con motivo de la real visita, me permito transcribir la cariñosa y original anécdota sucedida al abuelo de Don Juan Carlos, Don Alfonso XIII cuando desembarcó en el muelle de Las Cebollas de Arrecife en abril de 1906, ...

27 de noviembre de 2006 (02:09 CET)

Con motivo de la real visita, me permito transcribir la cariñosa y original anécdota sucedida al abuelo de Don Juan Carlos, Don Alfonso XIII cuando desembarcó en el muelle de Las Cebollas de Arrecife en abril de 1906, narración que resumió el célebre escritor lanzaroteño Agustín de la Hoz en su espléndida obra histórica "Lanzarote" (página 41), publicada en 1962:

"Son los días en que llega al puerto el reformado trasatlántico "Alfonso XII" que trae a bordo nada menos que al Rey de España, acompañado de su hermana la Infanta María Teresa y su esposo don Fernando de Baviera. Todo estaba dispuesto para la regia visita, ya que en 20 de mayo del año anterior había llegado al Puerto don Eduardo Cobián, personalidad de la política nacional, orador eminente, y persona de absoluta confianza del Monarca. No cabe la menor duda, que Su Majestad eligió al señor Cobián, por indicación del Gobierno, que comenzaba a prestar especial atención al Archipiélago canario una vez perdido el imperio colonial. Con el enviado especial del rey llegaron a bordo del "Numancia", viejo buque de guerra con gloriosa historia, varios periodistas encargados de informar respecto al interés de las islas Canarias. El "Alfonso XII" amarró en la barra de Arrecife un amanecer de los primeros días de abril de 1906, y Arrecife supo responder a las gestiones realizadas por don Eduardo Cobián, recibiendo al Monarca por todo lo alto, ya que en el muelle de Las Cebollas levantó, en honor a don Alfonso XIII, la más peregrina tribuna que rey vivo haya visto jamás. Era el parapeto como un gran ventorrillo de los tradicionales "sangineles" con sus columnas y arcadas de palmas, celosías pintadas de muchos colores y fondos de carísimo terciopelo morado, amén de sillas y sillones de Chippendale. Su Majestad ni siquiera se fijó en tales aparatos, porque salió volado para admirar la estulta y rara presencia de los dromedarios que, en decúbito prono, mostraban sus atavíos de gran gala. Entre tanto, don Adán Miranda, revestido de alcalde, descubríase la chistera, una y otra vez, alzándola con su brazo regordete, para gritar : "¡Viva el Rey! Pueblo de Arrecife y campesinos de Lanzarote, vivaaa don Alfonso "treseee"! Labradores, camelleros, ricos armadores y pobres marineros, todos a coro, respondíanle: "¡Vivaaa, vivaaa!". El Rey niño, que como embebido, escuchaba el tableteo exótico que produce la lengua de los camélidos, trabó en seguida conversación con Pablo "El Fino" -[padre de D. Ángel Díaz Rodríguez, sensible y muy educado vecino de Arrecife, conocido por Angelito "El Fino", padre a su vez de magníficos profesionales como, entre otros, D. Emilio Díaz Martín, insuperable artista de la forja y prodigioso coleccionista de objetos antiguos]- quien invitó al joven Monarca para que se encaramara sobre la cruz de una de las bestias. Tan mal le salió la levantada que por poco nuestro Rey da de narices contra el suelo. A la vista del accidente se precipitó hacia allí el general Luque, pero "siñó" Pablo se interpuso diciéndole: "No se apure mi niño, que el chico ya no es caído, y puede ahí arriba apretar eso". El ministro de la Guerra se quedó con la boca abierta, comprobando que aquel humilde camellero no se inmutaba al tratar a Su Majestad de `chico" y a él de "niño", y acaso por ello bien entendiera el señor Ministro que en la limpieza de corazón siempre andan las bienaventuranzas. Lo que pasó no fue otro suceso sino que a don Alfonso se le rodó el regio pie sobre las correas del pretil, aflojándose éste y, por ende, la silla inglesa vaciló, con peligro de la real persona. Ya pasado el susto el amadísimo Rey de España hizo llamar a Pablo para tenderle su mano y preguntarle de paso mil cosas acerca de los camellos y sus costumbres.

Don Alfonso XIII, con sus ministros de Gobernación, Guerra y Marina, ocupó lujoso coche tirado por dos caballos, con auriga de uniforme, y se trasladó a la iglesia parroquial, donde fue recibido por el cura don Bernardo Miranda Naranjo, que entonó el solemne y ritual Te Deum en acción de gracias. Por la tarde Su Majestad y los ministros de su Gobierno montaron a camello acomodados en sillas inglesas, con el fin de inspeccionar las obras que desde 1901 se venían realizando en las Maretas del Estado. Ya entrada la tarde los visitantes embarcaron por el muelle de la pescadería? En medio del clamor popular, se le oyó decir a Pablo "El Fino" que si el "muchacho" hubiera permanecido una semana siquiera en Arrecife, de seguro, habría llegado a ser un excelente jinete sobre la cruz de un camello".

Agradecer a D. Juan Carlos y Dª Sofía, su acertada y cariñosa visita a Canarias. Resaltar la fenomenal sensibilidad mostrada por ellos, como siempre, por el prodigioso territorio de estas singulares islas, y el "cariñoso consejo" destinado a todos los canarios, sobre la conservación del territorio y, mas acertadamente, a los siete y ocho especuladores caníbales del territorio y a sus comprados politiquillos y denigrados asesorcillos, de todos conocidos, que por brutal egolatría pesetera intentan tenazmente cargarse a traición el cimiento de "desarrollo sostenible" instaurado por el insigne Cesar Manrique.

Por Ramón Pérez Hernández

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