La insoportable dependencia del agua desalada (I)

11 de julio de 2017 (15:59 CET)

La noticia de la posibilidad de que exista un acuífero en el subsuelo de las coladas de Timanfaya ha tenido una gran repercusión en los medios y como consecuencia se han formulado opiniones de todos los gustos y colores. Entre ellas la más usual es que, sin entrar a definirse por la existencia o no de agua bajo las coladas enormemente permeables del malpaís, dicen, algunos de estos comentarios, que es un tema en el que no merece gastarse un euro y más con las de cosas urgentes que hay que hacer en este archipiélago.

Estoy totalmente de acuerdo con la segunda parte del comentario, los políticos deben invertir en los temas prioritarios de las islas y desde luego que hay muchos y muy urgentes. Pero resulta que encontrar agua subterránea de buena calidad en Lanzarote es asegurar la supervivencia de la isla, o si ustedes quieren, la sostenibilidad hídrica de la población, porque hasta el día de hoy toda el agua que se consume procede de la desalación y esas aguas se obtienen empleando mucha energía cuya obtención se hace con productos petrolíferos de los que carece la isla. Ante un corte en el suministro de petróleo, la isla se quedaría primero sin energía y luego sin comida, pero debido a esa dependencia agua-petróleo también se quedaría sin agua. Y yo les pregunto a aquellos que creen que obtener agua subterránea no es prioritario: ¿cuánto duraría la población sin energía, cuánto sin comida y… cuánto sin agua? ¿Es entonces prioritario o no averiguar si hay agua bajo las coladas de Timanfaya? 

No hay que ser catastrofista para estar preocupado por la dependencia que se está generando en estas islas entre el agua y el petróleo. Ya no es cuestión de que la razón del desabastecimiento fuera una guerra, que también preocupa, máxime sabiendo que somos la primera generación de españoles que no ha conocido una. Pero es que para que nos quedemos en Canarias sin petróleo no hace falta que la guerra sea en España, ni tan siquiera que haya guerra, basta con que se produzca una coyuntura o disputa que afecte a España y más concretamente al suministro de petróleo del que carecemos totalmente y que gracias a la "habilidad" de nuestros políticos locales en aprovechar los recursos, la energía se extrae en un 95 % del líquido grasiento y negro del que carecemos totalmente. 

Por otra parte, los canarios usan mucha agua, lo han hecho desde el primer momento, allá por el siglo XVI en el que empezaron a desarrollar su economía basada en tres "cultivos": primero la caña de azúcar, luego el plátano y ahora los turistas. Y esto curiosamente en una región parca en agua, aquí solo llueve la mitad de lo que cae en el resto de España y este es un país de los más áridos de Europa. Por esa razón y porque en algunas islas, entre ellas por supuesto Lanzarote, en tiempos ya pasados pero que nadie puede jurar que no volverán, se han producido verdaderas penurias del agua, tantas y tan fuertes que han generado diásporas en busca de supervivencia en otros lugares. Pero los que se quedaron, aquellos que aguantaron estoicamente los avatares de las sequías y lograron sobrevivir, lo hicieron gracias a que desarrollaron una verdadera ciencia de cómo encontrar agua en donde casi no la hay.

La necesidad agudizó el ingenio y por ello el canario de todas las islas aprendió, como nadie lo ha hecho en este mundo y no exagero nada, a cómo captar el agua que efímera y a trompicones corre por los barrancos antes de que se pierda irremisiblemente en el mar. Así nacieron los grandes inventos hidráulicos de los que este archipiélago es una verdadera escuela: las gavias, las maretas, los nateros, los aljibes, los eres, los guácimos y los almogarenes. Pero también el canario la buscó bajo el suelo con los pozos y las galerías.

De nuevo hay que señalar que nadie en este mundo ha sido capaz de perforar tantos pozos de tres metros de diámetro que han superado los seiscientos metros de profundidad o tantas galerías que han alcanzado más de seis kilómetro de longitud. Fue construyendo estas impresionantes obras hidráulicas que aportan el 80% del agua al archipiélago, cuando el canario se convirtió en hidrogeólogo, transformando a estas islas en un laboratorio donde con una densidad de una captación por kilómetro cuadrado, permite ver el interior de las islas y averiguar con ello el proceso de su formación o visitar el acuífero, recorriéndolo e incluso bañándote o buceando en él. ¡Qué lástima que esta ingente labor, realizada por poco más de una o dos generaciones, no haya sido merecedora del agradecimiento de los canarios! ¡Qué ingratitud la nuestra hacia aquellos que lo dieron todo para que Canarias tuviera agua y además de forma sostenible!

El pago que han recibido es el olvido del abastecido y el desprecio de los técnicos. Esto último no es exagerado, baste con decir que solo el que suscribe, de todos los técnicos de la administración canaria, ha continuado buscando agua bajo tierra, los demás se han decantado completamente por la desalación, pero el desprecio ha ido más allá, apenas la administración ha concedido subvenciones con las que mantener esa infraestructura hidráulica. Todo por y para la desalación, olvidando así una universidad exclusivamente canaria, única en el mundo, que languidece entre el olvido y el desprecio, apostando de esa forma por la insostenibilidad hídrica del archipiélago y generando con la desalación una doble contaminación: por el consumo de petróleo para generar la energía necesaria para desalar y por verter esos ingentes chorros de salmuera en un litoral ya devastado por los numerosos y descontrolados vertidos de aguas depuradas. 

Sé que muchos lectores al leer estas líneas pensarán en los aguatenientes y aguamangantes, asociados en décadas pasadas a la especulación del agua. Existieron, es la naturaleza humana y su mezquindad las que los provocaron; pero también es cierto que por cada uno de ellos había miles de pequeños accionistas que entregando sus ahorros se lo jugaban todo a una carta, esperando el anhelado mino de agua para tener un huerto y así casarse y fundar una familia. Estos últimos fueron los más, los verdaderos artífices del milagro del agua en este archipiélago donde sobrevivir a las sequías les impulsó a ser los mejores ingenieros hidráulicos que vio este mundo desde que desaparecieron los romanos. 

Por último y adelantándome a lo que puedan pensar, puedo decir con total sinceridad que nunca he tenido, ni yo ni mi familia, acciones de agua. No es mi pecunia lo que me mueve a escribir, es el desconocimiento de unos y el desagradecimiento de los demás lo que me impulsa.

 

*Carlos Soler Liceras, doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, con especialidad en Hidráulica y Energética

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