Hoy ha muerto un hombre llamado Papa

21 de abril de 2025 (15:14 WEST)

Hoy ha muerto un hombre llamado Papa. Un alma entre millones, que tuvo la tarea más grande: representar lo divino bajo el peso de lo humano. Y yo, que no creo en los tronos dorados, que no veo a Dios en las vestiduras suntuosas ni en los palacios rodeados de muros altos y corazones cerrados, hoy lo despido.

No creo en la Iglesia como institución. Creo en los susurros dentro de las iglesias vacías, en la cera derretida de las velas que escuchan deseos con los ojos bajos. Creo en las rodillas que no se doblan por obediencia, sino por amor. Creo en los locos, los puros, los heridos, que rezan sin saber el nombre de su Dios pero lo reconocen en el rostro del que tiene hambre, del que tiene sed, del que tiene frío incluso en pleno verano.

Las guerras nunca son santas, las cruces no deberían pesar más que la conciencia, y el amor… el amor no hace distinciones. No divide, no juzga, no impone. El Papa Francisco tuvo el coraje de vestir una túnica cosida con hilos de deber y apariencia. De caminar con un bastón hecho de símbolos demasiado antiguos para un mundo que tiene hambre de nuevas verdades. Y en su andar había, a veces, el intento de ser hombre entre los hombres, más que pontífice entre la tierra y el cielo. Pero la verdadera Iglesia, la que no tiene techo ni muros, la que no conoce dogmas ni límites, está en el corazón. Ahí habita Dios, el verdadero, el que no necesita ser defendido, porque ama y nada más.

Adiós, Francisco. Que tu regreso a la luz sea leve, que tus manos vuelvan a ser polvo y tu nombre, aliento. Y que algún día, entre las ruinas de los templos construidos por el poder, florezca una nueva espiritualidad: una que hable el idioma de las estrellas y el silencio de los niños.

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