Ultraderecha, esa es la etiqueta que en general los medios de comunicación ponen a VOX en un intento de diferenciarlo peyorativamente del resto de partidos políticos. Se teme a lo desconocido cuando se vive de lo conocido y si, además, el desconocido viene con verdaderas intenciones de cambiar las cosas, más se teme. La prensa escrita, televisión y radio se financian en parte de los partidos políticos y estos, a su vez, de fondos públicos. VOX no ha tocado poder y, por tanto, no participa del reparto de fondos de todos los españoles destinado a financiar a quienes tocan poder, por lo que no ofrece lo que interesa a los medios de comunicación, dinero. Profundizando en el argumento, VOX es percibido por los medios de comunicación como una amenaza a su zona de confort actual en la que todos, y cuando digo todos es hasta los comunistas antisistema, ofrecen su particular pesebre a los hambrientos medios.
Se ha llegado al punto en que los aturdidos medios de comunicación se ven en la obligación de dar cobertura a lo que ocurre con VOX, pese a tener la certeza de que VOX no dispone de esa pasta pesebrera gansa cuyo origen público no tiene más mérito que haber tocado poder político institucional. Pero es que los medios se ven en dicha obligación, porque lo que está ocurriendo con VOX es un fenómeno muy importante que periodísticamente no pueden ignorar, sin cobrar a VOX ni un céntimo de euro, porque no tiene, mientras cobran ingentes cantidades al resto de partidos que, a su vez, están entrando en pánico al ver el geométrico crecimiento de sentimiento patriótico que está mostrando la sociedad española, magistralmente pilotado por VOX.
A este galimatías al que se enfrentan los medios de comunicación se une un demoledor factor a futuro. El partido patriótico ha dejado claro que si toca poder eliminará la financiación pública a todos los partidos políticos y sindicatos, esa financiación de la que comen y que mantiene calentito el pesebre de los medios. Ya vamos viendo, por tanto, que lo último que desean quienes viven de los partidos es que llegue al poder uno que les someterá a profundos cambios y que les sacará de su zona de confort pesebrera, porque lo de que serán más independientes desde el punto de vista informativo y deontológico, les importa menos.
Visto que lo único que importa es la pasta, hay que hacer todo lo posible para que quien constituye una amenaza al grifo deje de serlo. La conjura para parar el efecto VOX está servida, de ahí el tratamiento mediático de ultraderecha, es decir, que viene el coco y nos va a comer a todos.
A partir de ahí, no hay más planteamientos; los conceptos ultraderecha y facha se funden en un armónico matrimonio, oficiado por los medios de comunicación, que tiene como resultado considerar negativo cualquier propuesta que venga de ese partido ultraderechista y facha. Por ejemplo, eliminar 65.000 sueldos del estado autonómico y el resto de gastos corrientes de los 17 parlamentos y gobiernos autónomos (podríamos hablar de un ahorro de unos 60.000 millones ?/año) es muy de ultraderecha. O acabar con las políticas de inmigración que generan efecto llamada que engordan a las mafias que trafican con seres humanos, también es de ultraderecha. U oponerse a que Europa afrente a España no extraditando a delincuentes fugados o dicte la salida de la cárcel de terroristas, violadores y pederastas, es de fachas. O exigir que todos los españoles tengan las mismas oportunidades laborales en cualquier sitio de España, es el colmo del facherío.
Lo que está claro es que los medios de comunicación están trabajando para evitar que millones de españoles se sumen a la espiral del ciclón VOX, pero más claro está que las fuerzas de la naturaleza se imponen a los designios humanos, sobre todo cuando la naturaleza es España y los designios humanos son los medios de comunicación.
Por Sigfrid Soria del Castillo Olivares, afiliado a VOX