El día 24 de abril se cumplen 98 años del nacimiento en Arrecife de César Manrique Cabrera y, lamentablemente, el próximo 25 de septiembre, 25 años de su muerte, por lo que compartió su vida con nosotros sólo 73 años.
Setenta y tres años de arte, modernidad, naturaleza y vida. Estos fueron sus acompañantes allá donde fijó su residencia temporal, Madrid, New York y otras ciudades de la vanguardia cultural del mundo. En Lanzarote se estableció definitivamente en el año 1.968, con 49 años de edad, después de dos años de residencia compartida en New York.
César, en los últimos años de su vida, a pesar de estar saliendo de una dolencia que le afectaba a los ojos y entrando en otra posiblemente más complicada, tenía una actividad frenética como era habitual en él, lleno de arte creativo, frescura y vitalidad en lo que hacía y con agradecimiento a todo lo que le rodeaba, teniendo como principio inquebrantable el arte, la naturaleza y el bien al hombre.
En estos años, la producción pictórica, escultórica, de acondicionamiento de espacios naturales de gran belleza pero degradados por la acción de las personas, y del arte integral en general fue muy abundante. No puedo recordar la cantidad de obras que dejó sin terminar. Sé que trabajaba en varios cuadros a la vez, por lo que algunos están inacabados. Sé también que las múltiples y nuevas ideas artísticas rebosaban en su cabeza. Sé que cada día reafirmaba y aumentaba su liderazgo natural, donde su comprensible y clara palabra llegaba a la gente.
¡Qué perdida tan importante y sentida para la sociedad!
¡Qué alivio para unos pocos y qué gran tristeza para la gran mayoría!
Aún hoy, nos preguntamos qué hubiese pasado si César hubiera vivido al menos diez años más. ¿Qué nuevas aportaciones habría hecho a la ya encaminada Lanzarote?¿Cuánto poder económico especulativo vinculado al ladrillo habría claudicado con el discurso y las poderosas razones que César pregonaba?.
No puedo sino lamentar y llorar su pérdida. No puedo sino escribir con nostalgia y rabia a la vez, porque los que no querían a César, los confesos y los tapados, que son los más peligrosos, se han emplumado modificando voluntades y confundiendo a la gente utilizando medios abyectos para tal fin. Ahora algunas Instituciones Públicas utilizan a César para justificarlo todo, para esconder su discutida gestión. Lo curioso de esta interesada utilización es que de tanto recurrir a César, lo que están haciendo es negarlo. Pero la gente está contigo César. Porque su confianza es tu razón de la que sobrevino el placer y el orgullo de ser lanzaroteño por lo que gran parte de nuestro bienestar económico y social deriva de tu arte, de tu vitalidad, de tu empeño por las cosas bien hechas y de tu verdad.
César siempre estuvo a favor del desarrollo, es evidente, y su obra así lo atestigua, pero él quería un desarrollo en armonía con el territorio en el que primaran el respeto por la naturaleza, la estética, el diseño, la originalidad y la belleza artística dialogando con la arquitectura y la cultura tradicional lanzaroteña.
César quería una isla con una capacidad de carga concreta y medible, que no pusiera en peligro el futuro de la misma y de sus habitantes. No quería un desarrollo masificado y estandarizado. Detestaba la vulgaridad en la obra pública o privada que rompiera la armonía con la naturaleza y diluyera la calidad y la personalidad del conejero en la masa informe del olvido y el abandono, como así había permanecido durante más de 500 años. Por lo que dio al mundo con su obra artística y filosofía de vida, César es una de las personas más importantes que ha dado la isla en toda su historia, para goce y disfrute de todos.
César nos dejó un patrimonio lleno de valores y un legado que debemos tener siempre presente: la conservación y el mantenimiento de la isla, la búsqueda de las ideas vanguardistas, el trabajo bien hecho y el equilibrio en su desarrollo económico y social. Él quería un espacio ordenado y limpio, de tal forma que la originalidad y el diseño artístico le acompañaran siempre. Además, le encantaba toda reflexión intelectual que permitiera desbrozar el camino hacia el bienestar personal y colectivo. Nos acompañó y guió hasta que encontró la muerte en aquel trágico accidente de coche.
Ahora nos toca a nosotros seguir el camino que él dejó tan claramente trazado. Las Instituciones Públicas tienen una gran responsabilidad en la labor que se ha de realizar. La Fundación César Manrique está acertando en su difícil tarea de mantener vivo y actualizado el magnifico legado de César, aunque sería aconsejable un mayor maridaje y conexión con la población.
Siempre pensé y sigo creyendo que la Fundación es necesaria y de vital importancia para la isla, pero no la estamos ayudando ni comprendiendo suficientemente. Tan necesaria es que además de la solemne misión de conservar y difundir la obra de César, por primera vez en la historia de la isla tenemos una Institución que con regularidad, estudia, opina, debate e incluso presenta alegaciones y enmiendas a los proyectos y proposiciones de Ley que se llevan al Parlamento. La calidad de sus aportaciones ha obligado al Gobierno y grupos del Parlamento de Canarias a contar con su participación desde la incipiente iniciativa legislativa.
¿Cómo sería la isla si César no hubiera intervenido en ella? Tengo la firme convicción de que peor, despersonalizada y estandarizada. Pero también me pregunto, ¿cómo sería la isla sin su Fundación? También estoy seguro que peor. No obstante, somos nosotros, la sociedad y la gente la que tenemos que ayudar a mantener viva la filosofía y el modelo de isla que nos dejó.
De nosotros depende. Hagamos lo que tengamos que hacer. No nos apartemos del camino, no dejemos que nos ganen el futuro de conseguir una isla medioambientalmente más vivible. ¡No tengamos miedo!
César no es de las Instituciones. César eres tú, es de la gente.
Celebremos con alegría y profunda reflexión el día de César Manrique que tendrá lugar el 24 de abril.
Marcial Martín Bermúdez