Rajoy estuvo gobernando España desde enero de 2012 hasta mayo de 2018, siendo su principal caballo de batalla la gestión de la maldita herencia económica recibida de Rodríguez Zapatero, el cual dejó a los españoles al borde del default y con las puertas internacionales de la financiación cerradas a cal y canto. Incluso entre las filas del PP se asume que el único éxito presentable de la etapa Rajoy es el económico, ya que en lo que respecta al ideario político y a todo lo demás, el balance es mejor no mencionarlo. Sin embargo, yo sostengo, y así lo manifiesto en mis diferentes artículos de opinión, que ese éxito al que se aferran los del charrán azul es un espejismo, porque si bien es verdad que mejoraron el paro y el empleo y que la economía pasó del desplome al crecimiento, también es cierto que la deuda pública se incrementó en más de 400.000.000.000 ? y que la presión fiscal aumentó significativamente. Por tanto, tras un somero análisis de los indicadores económicos y fiscales básicos, se concluye que el supuesto éxito de la política económica de Rajoy, el único posible de sus seis años y medio de gobierno, está impregnado de un clarísimo tinte socialdemócrata, endeudamiento y subida de impuestos, que le quita indudablemente la consideración de éxito, otorgándole irremediablemente el de fracaso heredable por décadas, uno más.
Las herramientas con las que contó Rajoy para conseguir este fracaso, que el actual PP trata de vender como único éxito de la etapa rajoyana, fueron las leyes de los diferentes presupuestos generales del estado. Dichas leyes son las que utilizan los gobiernos para desarrollar sus políticas macroeconómicas al objeto de incidir en lo microeconómico, en la gente.
Pues bien, la Sociedad española está ante un esperpento histórico, uno de carácter económico. El sustrato de la moción de censura, y la consiguiente toma del poder por parte del socialismo, fue que había que castigar a la corrupción y echar para regenerar, aprovechando ese momento para sustituir las demonizadas políticas económicas del PP por otras. O sea, cambiar el supuesto enfoque liberal de la economía, aunque realmente no era liberal, tal y como he expuesto en el primer párrafo, por uno socialdemócrata con ADN comunista antisistema. Esa era la intención, aparte de colocar a los suyos en el pesebre, cosa que sí ha ocurrido.
Pero, antes de seguir argumentando economía, he de hacer el oportuno inciso de la realidad acontecida desde la moción. El aspirante a presidente manifestó que estabilizaría y convocaría elecciones generales y lo que hizo fue desestabilizar y asegurar posteriormente que llegará a 2020 cueste lo que cueste. Y a lo largo de los cuatro meses del nuevo gobierno hemos visto insólitos cambios en tiempo récord de criterio, plagios, currículums falsos, mentiras, viajes en helicóptero a conciertos y bodas, ralentización de la economía, menor afiliación a la Seguridad Social, aumento del paro, imposibilidad de lograr el objetivo de déficit, gravísimo intento de obviar al Senado en un trámite legislativo tasado, vergonzosas dimisiones de ministros, astronautas que no pagan impuestos, e incluso, que una ministra llamara "maricón" a un ministro homosexual o que esa misma ministra, cuando era fiscal, no actuara al apreciar delitos de pedofilia. También hemos visto cómo el presidente tiraba descaradamente de nepotismo y colocaba a su propia mujer en una universidad, sin que siquiera tuviera título universitario oficial, universidad por cierto financiada con dinero público.
Retomando el asunto que interesa a este artículo de opinión, hay que considerar la casi imposibilidad de Pedro Sánchez para conseguir su objetivo vital de llegar a 2020.
Sin una ley de presupuesto general del Estado es imposible gestionar España. Y un nuevo PGE redactado para 2019 ha de tener sine qua non el techo de gasto previamente fijado. Dado que el PSOE tiene solo 84 Diputados de 350, aquí es donde se comprueba la insostenible debilidad del Gobierno, quienes apoyaron al presidente para que fuera presidente imponen ahora lo que les da la gana, lo que se traduce en que los comunistas antisistema imponen un techo de gasto que literalmente reventaría España y hace saltar todas las alarmas internacionales. Los populistas tratan de disparar el gasto público como si los recursos fueran ilimitados, pues al fin y al cabo quien da la cara es su títere, el presidente del Gobierno del PSOE. Por tanto, si la tarea de fijar el techo de gasto es prácticamente imposible, el PGE 2019 redactado por el Gobierno nunca verá la luz. Y sin esa Ley habría elecciones generales anticipadas antes de final de este año.
Decía antes que casi era imposible que Sánchez consiguiera agotar la legislatura en virtud de la imposibilidad de fijar el techo de gasto, así como de conseguir el nuevo PGE. ¿Casi? ¿Qué posibilidad queda?
A Pedro Sánchez le queda la baza de la indignidad política más absoluta, la del esperpento valleinclaniano pero, al fin y al cabo, coherente con todos los despropósitos demostrados, tanto por él como por su Gobierno, desde que tomaron posesión: prorrogar el PGE 2018 del denostado Mariano Rajoy, al que derribó acusándole de aplicar políticas económicas liberales. ¿Prorrogará Pedro Sánchez ese Presupuesto General del Estado al que votaron NO los 84 Diputados del PSOE, así como los Diputados comunistas antisistema, los independentistas y los filoetarras? El presidente del Gobierno de España es capaz de vender su alma al diablo con tal de mantenerse en el poder, es capaz de gobernar con la principal herramienta económica de quien afirmaba era letal y, en definitiva, es capaz hasta de plagiar política y económicamente al mismísimo Partido Popular.
Por Sigfrid Soria