De ecología y ecolojetas

6 de agosto de 2019 (15:10 CET)

Soy un amante de la naturaleza y activista en su preservación, pero no de los activistas feos con pinta de guarros, ¡cómo te echo de menos Arturo Fernández!, sino de los que, por ejemplo, tienen entre sus proyectos profesionales uno con potencial global para desplomar las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera o, más en el terreno cotidiano, de los que increpan vehementemente a la gentuza que tira lo que les sobra donde les parece o hacen frente a quienes entierran las malditas colillas en la arena de las playas. Por ello, seguí con mucho interés las protestas estudiantiles ecologistas ante el Parlamento de Suecia en agosto del año pasado, con aquella admirable chica de 15 años, Greta Thunberg, que nos cautivó y emocionó a todos. Tal fue el impacto que causó la adolescente, y no solo en mí sino a nivel internacional, que en noviembre lanzó definitivamente su imagen por medio de TEDx, en diciembre compareció en el COP24 de la ONU y en marzo incluso unos políticos noruegos la propusieron para el Nobel de la Paz. Todo muy bien, pero, ¿qué hay de verdad en toda esta historia?

Resulta que la señorita Thunberg padece Síndrome de Asperger, siendo común en esas personas los cocientes intelectuales altos, por encima de la media, así como el uso estereotipado del lenguaje y vocabularios sofisticados. Es más, hay registrados casos de gente Asperger que llegaron a ser brillantes oradores con la alta capacidad de memoria requerida para ello. Otra característica que presentan es la elevada motivación hacia lo que suscita su interés y la extraordinaria concentración de la que son capaces. Por tanto, el perfil era perfecto pues una adolescente sin esas peculiaridades difícilmente hubiera podido enfrentarse a todos esos imponentes escenarios.

Concretamente a mí, pese a que reconozco el valor intrínseco de la chica y lo aparentemente loable de sus objetivos, pronto se me cayeron los palos del sombrajo. Con tristeza me di cuenta de que Greta era fagocitada por el oculto sistema que se vende como antisistema. La convirtieron en activista icónica de la progresía internacional, referente de la rebelde juventud hambrienta de causas colectivas y espejo en el que se miran los anticapitalistas de los países capitalistas. La adolescente de 15 años sueca no tenía ni idea de la que iba a montar, de en qué se iba a convertir y de cómo la iban a utilizar.

Ya estamos en el ecuador del artículo y a buen seguro ya se ha desatado en el lector el sempiterno rechazo a cuanto escribo, por lo que en adelante me toca dar contenido y justificación al menoscabo que hago de la figura de Greta. Lo que desprecio es el constructo que la progresía mundial ha hecho de la figura de la chica, artificio que da sentido a un gigantesco negocio de ONGs, subvenciones, congresos, cargos, especulaciones, plusvalías y variadísimas mamandurrias. O sea, lo de siempre con los de siempre. Le pusieron una camiseta antifascista, demostrando así que lo del clima no había estado mal pero que donde hay chicha de verdad es en la política. Aunque quienes mueven los hilos de esta pobre marioneta no se dieron cuenta de que los fascistas fueron socialistas y que renegar de uno mismo es cuando menos, una torpe paradoja. Pero sigamos. Thunberg va a asistir a la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU en septiembre en Nueva York y, atención, va en uno de los yates más grandes y lujosos que existen patroneado por un miembro de la familia real de Mónaco y patrocinado por una multinacional de automoción que tiene vendidos millones de vehículos de combustión interna en el mundo y por un banco suizo vinculado a paraísos fiscales. Lo hilos de la marioneta siguen moviéndose y quienes leemos entre líneas y escribimos artículos seguimos poniendo de manifiesto el pasteleo interesado, pero desvinculado del interés general, que de tanto en tanto urde la izquierda globalista. Vaya ridículo e incoherente papelón el que Greta está siendo obligada a desempeñar por esa izquierda que necesita imperiosamente tener mitos y por ello los crea, como creó el mito del Che Guevara que incluso es adorado por el ámbito LGTB, aunque el maldito asesino en serie machista se cargara sin piedad alguna a todo gay que se le pusiera por delante.

Para terminar este artículo voy a sugerirle a la desnortada progresía, en cuanto al cambio climático se refiere, que menos iconos prefabricados y más piensa en global y actúa localmente. Mejor le irá a la Humanidad
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