"La Caldera de Los Cuervos" fue el volcán que abrió la serie de erupciones de aquellos años destruyendo pueblos como Santa Catalina y Mancha Blanca

"Eran casi las 10 de la noche del 1 de septiembre de 1730 cuando explosionó el primer volcán en Lanzarote..."

Agustín Pallarés, Académico correspondiente de la Academia de Ciencias e Ingeniería de Lanzarote, ilustró a los asistentes a la charla "Volcanes del siglo XVIII en Lanzarote" sobre las erupciones volcánicas acaecidas en la Isla ...

14 de julio de 2005 (21:43 CET)

Agustín Pallarés, Académico correspondiente de la Academia de Ciencias e Ingeniería de Lanzarote, ilustró a los asistentes a la charla "Volcanes del siglo XVIII en Lanzarote" sobre las erupciones volcánicas acaecidas en la Isla entre 1730 y 1735. Esta actividad cultural de verano fue organizada por el Centro Científico Cultural Blas Cabera Felipe en la Sociedad Democracia.

Pallarés describió las erupciones que, a su juicio, destacaron más por sus efectos destructivos y las huellas históricas que han dejado. "La Caldera de Los Cuervos" fue el volcán que inauguró la serie de explosiones de aquellos años. Destruyó pueblos como Santa Catalina y Mancha Blanca, y su erupción causó la mayor impresión entre los vecinos de la Isla.

"La Caldera de la Rilla"

Asimismo, el ponente rememoró que "La Caldera de la Rilla" se distinguió por ser un volcán que emitió una enorme cantidad de arena volcánica negra, que cubrió un territorio de siete u ocho kilómetros a la redonda, causando estragos en varios emplazamientos. Posteriormente, hubo volcanes que vertieron lava sobre esa arena y "borraron" los efectos anteriores.

Como es lógico esas y otras emisiones llenaron de pavor la Isla, tanto que los habitantes más cercanos a los centros de erupción se vieron precisados a huir. Agustín Pallarés contó que los pobladores de Santa Catalina se trasladaron a lo que actualmente es el pueblo de Los Valles en Teguise, y que por esa razón se le llama Los Valles de Santa Catalina.

Primera erupción

Pallarés dijo con precisión absoluta que la primera erupción ocurrió el 1 de septiembre de 1730. Entre las 21:00 y las 22:00 horas de ese día explosionó el volcán de "La Caldera de Los Cuervos". Sin embargo, no se puede hablar con la misma precisión del final de las erupciones. Algunos libros relatan que acabaron en 1736, pero Agustín Pallarés asevera que podría tratarse de un error, subrayando que ni siquiera aperece en el diario del cura, como usualmente se dice.

Autodidacta con inquietudes científicas

Agustín Pallarés ee declara como un autodidacta con inquietudes científicas "porque por desgracia no pude estudiar". Durante 45 años trabajó como técnico en señales marítimas en varios faros de Canarias, y luego cuando se estableció definitivamente en Lanzarote alternaba su trabajo con el de guía turístico llegando a dominar los idiomas inglés y francés.

Cuenta que al ser destinado en el faro de Alegranza, como eran dos personas las que laboraban allí, se le permitía trabajar cada cuatro meses y el tiempo restante lo empleaba como guía turístico, incluso sacando su título oficial. Alegranza le trae bellos recuerdos de su niñez porque su padre también trabajó allí como farista.

Pallarés se interesó en la prehistoria e historia de Lanzarote, la toponimia de la Isla, su fauna y flora , pero siempre investigando por cuenta propia y a título individual.Ha escrito artículos en periódicos canarios y colaborado en varias obras como La Historia General de Canarias publicada en los años 70, y una de las ediciones del Atlas de Canarias.

Inquietudes científicas

El Académico no olvida que sus inquietudes científicas nacieron desde muy pequeño acompañando a su padre "porque él era un hombre que le gustaba mucho la lectura y en el faro tenía libros de literatura, pero también enciclopedias y eso me permitió instruirme por mi cuenta".

Le apasiona la toponimia o estudio del origen y significación de los nombres propios de Lanzarote, conoce la Isla y declara que ha subido todas las montañas sin dejar ni una recogiendo datos e investigando. Aunque parezca una paradoja, dice, "la flora de Lanzarote

es riquísima, con más de 500 especies silvestres en 800 kilómetros cuadrados".

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