Varias casas de militares que están ubicadas en la parte izquierda del Museo del Aeropuerto, dentro del Aeródromo Militar de Lanzarote, carecen de alumbrado público, padecen las consecuencias de unas tuberías obsoletas, los armarios se colorean de verde por la humedad y en época de cucarachas reciben la visita masiva de estos bichos que producen pánico a los inquilinos. Cuando se sobrepasa la carretera que delimita las nueve viviendas, la cosa cambia. Se podan las palmeras, se limpian las calles y se blanquean el resto de viviendas donde antes también vivían militares. Un parque infantil con los columpios oxidados entre estas dos manzanas es el símbolo del abandono que comenzó apadecer hace unos tres años.
Muchas familias dejaron las viviendas, y actualmente sólo residen en cinco que resisten a la dejadez de las propiedades. Pero a Teresa Jiménez Rodríguez, la esposa de uno de los militares, se le ha terminado la paciencia porque le sobrepasa encontrar cada mañana excrementos de ratas en su patio.
Cambio de la propiedad
Según algunos residentes, un cambio en la propiedad de los terrenos donde están las viviendas ha dejado a esta zona en tierra de nadie.Ya de por sí constituye un barrio singular. Se encuentran dentro del recinto del Aeropuerto. Vallados en el interior de una zona compuesta por terminales, aviones, oficinas de Aena, el Museo Aeronáutico y algún turista despistado que en busca de salida, llega hasta las viviendas. No hay supermercados, ni videoclub, ni guarderías infantiles.
Frente a estas viviendas otra manzana de casas, que también pertenecía a Defensa, ha pasado ahora a manos de Aena, según explican residentes de la zona. Las viviendas se han rehabilitado y lucen con pintura nueva. "Ahora son oficinas", explica uno de los vecinos.
Este cambio les ha dejado en una situación de incertidumbre porque no saben a quién pedir explicaciones. Creen que sus terrenos son ahora de Aviación, pero en principio, el encargado de la gestión y el mantenimiento de todas las viviendas donde quedan inquilinos, es el Instituto Nacional de la Vivienda de las Fuerzas Armadas (INVIFA), porque es a ellos a quienes abonan el alquiler, que no supera los 101 euros.
Con el cambio de propiedad se ofrecieron nuevas viviendas a los inquilinos, pero varios las rechazaron porque perdían el derecho de uso vitalicio sobre sus casas. Se niegan a abandonarlas y a su vez, sienten, que INVIFA les ha abandonado a ellos.
Deficiencias en los inmuebles
Padecen ese abandono, según narran, cuando tienen una avería. El procedimiento del Ejército es claro. Deben rellenar un parte donde hagan constar las deficiencias, pero estos partes reciben en el mejor de los casos demora, en el peor, indiferencia. Fontaneros que, aseguran, nunca acuden a arreglar unas tuberías que no tienen salida y que devuelven las aguas residuales al fregadero. Arquetas que suponen un peligro para los viandantesy que se desbordan y expulsan aguas fecales cuando llueve.
Del mismo modo, el entorno está abandonado. Teresa asegura sentir miedo por las noches. No cuentan con alumbrado público. Tienen, eso sí, recogida diaria de basura, pero explican que es porque Aena, de forma voluntaria, envía el camión a la colonia.
Ya no saben a quién acudir para que se haga cargo de la limpieza y mantenimiento de las zonas comunes. El Ayuntamiento de San Bartolomé, en palabras de su alcalde Marcial Martín, no tiene "competencia" dentro de los terrenos aereoportuarios, ya que pertenecen al Estado.
Es un abandono completo, de viviendas y entorno, que presuponen intencionado, para que se vean obligados a abandonar las viviendas.
La casa de Teresa
El marido de Teresa Jiménez es Teniente. Hace once años se trasladaron a vivir a una de las viviendas dentro del recinto del aeropuerto, con la promesa de que con el tiempo serían trasladados a unas nuevas edificaciones. Sin embargo, el traslado suponía perder los derechos de carácter vitalicio que tenían en el contrato de arrendamiento, por lo que desecharon esta posibilidad.
Con la promesa de que algún día serán trasladados, Teresa y su familia no se atreven a invertir en la vivienda. Ahora, viven en una casa entre dos edificaciones abandonadas, que acumulan basura. Ha tenido que retirar un armario empotrado en una de las paredes de la habitación de su hijo, porque la humedad lo estaba llenando de moho. Recientemente se desprendió parte del techo, que tardaron meses en arreglar y por las condiciones de su vivienda está convencida de que este año se volverá a inundar cuando llueva. Ya han enviado un escrito al INVIFA pero, por el momento, no han recibido respuesta. De lo único que está segura, reconoce, es que le da "vergüenza" invitar a sus amigos a casa.