“En principio no debería haber erupciones en Lanzarote, pero no me atrevería a decir que es muy difícil que se produzcan”. Así ha respondido la responsable técnico de Geoparque, Elena Mateo, a la pregunta que puede surgir en otras islas tras ver la situación que está viviendo La Palma, con la erupción del volcán en Cumbre Vieja.
Según explica, el tipo de vulcanismo de Lanzarote “puede ser parecido” al de La Palma por “el tipo de materiales”, pero la principal diferencia está en la antigüedad de cada isla, que hace que aquí sea menos probable una erupción. “Lanzarote y Fuerteventura son las más antiguas y lo que predominan ya son los fenómenos de erosión y de desgaste, no estar creciendo”, subraya.
Sin embargo, insiste en que aunque es “bastante improbable”, no puede descartarse ningún escenario. De hecho, recuerda que la última erupción en Lanzarote fue en 1824 y ésa ya “en teoría no tendría que haberse producido”, por la edad que tenía entonces la isla. “Fue la excepción”, apunta, reiterando que no puede descartarse completamente que haya otra. Y es que subraya que desde entonces han pasado “solo 200 años”, que “en cuanto a la historia geológica no es mucho tiempo”. “Igual es más fácil responder a esa pregunta en La Gomera, porque ahí no hay registro de erupciones en miles de años”, añade.
No obstante, sí hace hincapié en que actualmente en Lanzarote “no hay ningún tipo de señal de que haya nada inminente a corto o largo plazo”, aunque también reconoce la “dificultad en la predicción de este tipo de fenómenos”. En el caso de La Palma, las señales empezaron a detectarse solo ocho días antes de que el volcán entrara en erupción.
“A lo mejor la próxima semana hay indicios de una erupción en Lanzarote, pero que yo sepa no es el caso”, añade, remitiéndose a todos los factores que hacen difícil esa posibilidad, en una isla que está ya “en fase de enfriamiento”. Además, destaca que “si la naturaleza lo decidiera, somos una isla bastante monitorizada, con bastante instrumentación que avisa a través de ciertas señales, como la deformación, la actividad sísmica o los gases”.
“En Lanzarote está desplegado, a través distintos organismos e instituciones, el instrumental necesario para percatarse de ello si existiera. Si se activaran esos precursores, que son los que avisan de que un volcán ha dejado de estar descansando, saltaría”, explica.
Sin plan de actuación insular
Respecto a si existe un plan de actuación insular por si llegara ese escenario, admite que no, pese a que en la última actualización del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (PEVOLCA) de 2018, se recomendaba que varias islas debían contar con ese documento, incluida Lanzarote. Sin embargo, ninguna ha llegado aún a aprobarlo, y el plan de referencia sigue siendo el propio PEVOLCA. “Sería interesante tenerlo y más en la actualidad, cuando las cosas suceden de un día para otro”, ya que “enriquece más el documento o la estrategia que se tenga que llevar a cabo con la erupción”, apunta la técnico.
Además, sobre la dificultad en la predicción de este tipo de fenómenos antes de que comiencen las señales, recuerda lo ocurrido hace una década en El Hierro. “A nadie se le ocurría que podía entrar en erupción un volcán ahí, también fue una sorpresa en su día”, recuerda. Al respecto, explica además que hay “otro mundo dentro de la vulcanología que son los volcanes submarinos”.
“Durante muchos años, al no tener instrumentación, no se ha tenido conocimiento de ellos. Gracias a la tecnología, pudimos monitorizar el de El Hierro”, afirma la técnico. En el caso de Lanzarote, recuerda que “además de la parte superficial existe una Lanzarote sumergida, que también puede registrar volcanes” y que por tanto también hay que vigilar.
La Palma, solo en semáforo amarillo cuando se inició la erupción
En cuanto a lo ocurrido ahora en La Palma, los indicadores saltaron ocho días antes, con el denominado “enjambre sísmico”, que sumó más de 700 seísmos en la zona de Cumbre Vieja. Sin embargo, cuando el volcán entró en erupción, la isla seguía con el semáforo amarillo, por lo que subió directamente a rojo, sin pasar siquiera por el naranja.
Al respecto, Elena Mateo afirma que eso no es “inusual” y que “no es necesario pasar por todos los niveles antes de la erupción”. “Yo vi, a través de streaming, la reunión que hicieron con los vecinos que duró casi tres horas, y allí explicaron muy bien la posibilidad de subir de nivel amarillo a rojo”, anota la técnico. “El problema fundamental del semáforo naranja era la evacuación de la población y lo que ello implicaba, y los registros que tenían en ese momento no indicaban que la erupción fuese inminente”, agrega.
De hecho, incluso en ese momento se planteaba que “no tenía por qué haber erupción”, y en todo caso no se esperaba que se produjera el pasado domingo. “Les cayó de sorpresa a todos”, apunta Mateo, que considera que “algo tuvo que ocurrir para que se precipitara antes de lo que ellos pensaban”.
No obstante, destaca que el desalojo finalmente se hizo el domingo y “sin ningún tipo de problema”, ya que no ha causado daños personales. “Al no ser una colada de lava muy rápida, te permite un poder de maniobra”, precisa, advirtiendo además que esa colada aún no ha llegado a la zona donde hay más viviendas, y donde se espera que cause aún mayores daños materiales.
La nube de ceniza “no debería” de afectar al tráfico aéreo canario
Otra de las dudas tras la entrada en erupción del volcán en La Palma es si podrá afectar al tráfico aéreo tanto de esa isla como del resto de Canarias, especialmente tras el precedente del volcán Eyjafjallajökull de Islandia, cuya nube de ceniza provocó el cierre del espacio aéreo de la mayor parte de Europa. Elena Mateo explica que esto ocurrió porque era un volcán explosivo, y esa explosividad hace que se “machaque” el material que desprende. “Mientras más explosivo es, la columna de humo será mayor”, detalla, señalando que en principio eso no está ocurriendo en La Palma.
“Si es explosivo o no radica, la mayor parte de las veces, en si el magma se encuentra con agua en su camino. El agua es lo peor de todo”, relata, aclarando que eso ocurre cuando el contacto se produce en la chimenea del volcán, no al llegar al mar. “En Islandia, el agua vino por el deshielo de un casquete que venía de un glaciar”, explica.
En el caso de La Palma, dada la distancia a la que está el mar del volcán, considera que la única posibilidad sería que el agua del nivel freático se introdujera en el sistema de erupción”. “Ahí tendríamos un problema”, advierte. Sin embargo, apunta que “no cree” que ocurra, porque “suele ser en los primeros momentos de las erupciones”. Por eso, considera que esa nube de ceniza “no va a influir en el tráfico aéreo”, que de hecho continúa abierto incluso en la propia isla de La Palma.
En cualquier caso, recuerda que “hay que tener en cuenta también el viento”, ya que un viento fuerte podría desplazar esa nube -como han sufrido incluso reporteros que estaban haciendo directos desde La Palma- y afectar al aeropuerto de esa isla. En cualquier caso, también lo ve poco probable, ya que “está la barrera conocida como la dorsal de Cumbre Vieja”, que en principio evitaría que la nube se trasladase hacia esa zona, y subraya que “si llega a pasar, sería de forma local”, sin afectar al tráfico aéreo del resto del archipiélago.