Vivir o morir

Alejandro Pérez Opray
26 de junio de 2018 (18:12 CET)

Mucho se ha hablado en esta última semana del problema de la inmigración a raíz de la llegada del Aquarius al puerto de Valencia, gracias a la decisión tomada por el ejecutivo de Pedro Sánchez sobre la situación del navío. 

Hay dos posturas básicas en este tema: sí y no. Así, hemos sido testigos de múltiples argumentos tanto de un lado como de otro. Principalmente, podemos establecer estos argumentos en una dimensión moralidad-intelecto. Y digo principalmente porque desgraciadamente también los hay de otro tipo, aunque por fortuna, no son una mayoría relevante. No es muy difícil caer en la cuenta de que es la izquierda la que se decanta por la moralidad, y la derecha, la que se decanta por el intelecto. Eso no quiere decir que la derecha niegue el interés de salvar a las personas que intentan cruzar el mediterráneo jugándose la vida. Lo que niega son las 'formas'. Por ello los argumentos esgrimidos en contra de ideas opuestas al rescate si o si, muestran que la izquierda se asienta sobre un pedestal de 'superioridad moral' que criminaliza cualquier otra idea (así lo ha demostrado Ignacio Sánchez-Cuenca en su libro 'La superioridad moral de la izquierda'). Y eso es una falacia que atenta conta la dignidad de algunas personas, donde me incluyo. 

Yo soy de derechas y no por ello niego la ayuda a nadie. Es más, llevo 11 años vistiendo el uniforme militar y he estado desplegado en Operaciones de Paz porque tengo un profundo sentimiento de ayudar y proteger. He visto el hambre y la pobreza, y como ejemplo, puedo decir que antes que dinero nos pedían agua embotellada. Pero, tampoco por ello puedo dejar de analizar una decisión desde un prisma más intelectual, pues también estoy a punto de finalizar un grado en Ciencias Políticas por la UNED y puedo prever el resultado de ciertas acciones llevadas a cabo por el ejecutivo. Así, la suma de estas dos partes de mi vida me permite ver más allá en este asunto. Por ello, me resulta inverosímil comprobar como el gobierno, ante el ofrecimiento de Ada Colau para recibir en Barcelona a más barcos con inmigrantes, ha tenido que defender que la "inmigración es una cuestión política de la UE" cuando ha actuado unilateralmente y sin previo aviso en el caso del Aquarius. ¿Qué podemos pensar de esta postura tan distante a la que tuvo en su momento? Pues, evidentemente, que todo fue un acto de electoralismo puro que ha utilizado la moralidad como arma, dividiendo de nuevo a la sociedad ante un tema bastante complejo y ganando redito electoral sin valorar las consecuencias reales.

Y digo dividiendo porque el principal argumento que se ha utilizado en contra de posturas opuestas a la decisión del ejecutivo ha sido el racismo y la insolidaridad por medio de la cuestión: ¿Los dejarías vivir o morir? Este reduccionismo perpetrado desde la izquierda para criminalizar cualquier otra postura es un ejemplo claro del nivel que pueden alcanzar algunos políticos o algunas ideologías. Y es un insulto, una ofensa a los que planteamos el tema desde otros puntos de vista. No se puede simplificar este asunto de esta manera y con esta pregunta. Como cualquier persona, quiero creer que la gran mayoría de los seres humanos queremos un mundo mejor, ayudar a los demás y tener un futuro en paz para nosotros y nuestros herederos. Pero tampoco puedo ser tan idealista, tan loable porque soy capaz de ver los posibles resultados en términos políticos, sociales y económicos de las acciones tomadas desde el Gobierno. El problema radica en que el argumentario y, por ende, la pregunta, no solo se hace entre ciudadanos, sino también entre seres queridos, y eso lleva a la ruptura de la base de toda sociedad.

Las decisiones políticas nunca deben dividir, sino unir. Nunca deben buscar el redito político en aras de un beneficio electoral a costa de polarizar a la sociedad ante un tema de semejante envergadura. Deben de buscar la solución adecuada y consensuada que reduzca en el transcurso del tiempo, el problema. Así, en este tema considero que el ejecutivo se ha equivocado. No solo en base a mi postura personal y los argumentos aquí esgrimidos, sino también debido a lo que sucede con estas personas desde los paises de origen hasta su rescate en el mar. Es cierto que la decisión ha removido el avispero de la inmigración en Europa y ha puesto sobre la mesa el problema, pero también es cierto que ha generado confrontación con otros Estados miembros que tienen su propia idiosincrasia al respecto. Por ello, avivar la inmigración con un 'efecto llamada' solo da a luz posturas más radicales hacia el problema. La prueba está en Italia, en donde podemos observar que la conjunción de varios factores como la crisis económica, la disfunción e inestabilidad política y la presión migratoria ha llevado al gobierno a un Primer Ministro a todas luces 'racista'. Es más, ha obtenido mayores porcentajes de aprobación tras tomar ciertas decisiones en contra de la inmigración. No por ello se puede definir a Italia como un país racista, como tampoco se puede hacer con Japón o Australia, paises muy restrictivos con la inmigración.

En nuestro caso, a 24/06/2018 han llegado 15.441 inmigrantes desde Marruecos por mar, Ceuta y Melilla, siendo ahora mismo el país que más inmigración irregular de Europa recibe por encima de Italia y Malta. Además, existe el problema de las mafias que facilitan el tráfico de personas por el estrecho, y que se benefician de la moralidad esgrimida por el ejecutivo. Tal y como podemos ver en el reportaje de El Mundo en donde las mismas advierten de que avisarán a Salvamento Marítimo nada más lanzarlos a la muerte, a sabiendas de que las embarcaciones acudirán al rescate 

Por ello, el ejecutivo de Pedro Sánchez debería tener más cuidado a la hora de tomar decisiones de este calado, tanto por sus efectos internos como por sus efectos externos. No se puede tratar un tema tan complejo de manera tan idealista. Hay que solucionar el problema de raíz, y eso supone actuar en su fuente, en los paises de origen. Abrir las fronteras a todo aquel que lo necesite es una ofrenda a la radicalización, el enfrentamiento y la división, tanto dentro de España como dentro de Europa porque no se trata solo de vivir o morir en el mar, se trata de evitar el derrumbamiento de los valores que defiendes y que el mar sea el único camino posible para aquellos que buscan una vida mejor.

 

Alejandro Pérez O'pray, estudiante de Ciencias Políticas y de la Administracion por la UNED.

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