Vasallaje socialista, atropello colonialista

Pedro San Ginés
30 de junio de 2021 (06:07 CET)

El último episodio de sumisión del Partido Socialista Canario a Pedro Sánchez –a cuento del enésimo intento de vulneración de nuestro REF y la pérdida de gran parte del diferencial fiscal del que Canarias venía gozando para ser competitivos en la industria cinematográfica frente al resto de territorio peninsular, y que tanta riqueza y empleo ha generado para miles de personas cuando más lo necesitábamos– no es sino un ejemplo más del trato colonialista al que nos somete el Gobierno central una y otra vez, ya sea hurtándonos los fondos del convenio de carreteras a pesar de las sentencia del Tribunal Supremo, dando la espalda al grave problema de la inmigración en Canarias, o negándonos el prometido plan de recuperación turística para una región asolada por la pandemia.

 

Esta es la consecuencia del vasallaje del PSOE local, que no solo ha consentido lo anterior, sino que hasta lo ha justificado con enredos y bailes de cifras, en cuyos detalles no entraré, hasta que presos de sus propias mentiras se han visto en el callejón sin salida de su minoría parlamentaria y finalmente se las han tenido que tragar, diciendo digo donde dijeron Diego, y se han visto forzados a defender nuestro fuero y acervo económico, lo cual debió ser desde el primer momento su obligación.

 

No sé si alguien conoce los nombres de los diputados de Canarias en el Congreso, o de los senadores canarios en la Cámara Alta, lo que sí sé es que mientras la diputada de Canarias, Ana Oramas, o el senador por Canarias, Fernando Clavijo, como así se les conoce, se desgañitan en Madrid para proteger nuestros intereses, el resto da muestras una y otra vez de que para ellos lo primero no es Canarias sino atender cual fieles vasallos las directrices emanadas desde la capital por sus respectivos partidos, dando la espalda a la tierra que representan.

 

Hubo un tiempo reciente en que el Gobierno de Canarias luchaba junto a los diputados y senadores nacionalistas por conquistar mejoras para nuestro archipiélago. Hoy, los segundos lamentablemente tienen que concentrar sus energías en no permitir que nos hurten lo ya conquistado con la complicidad de sus correligionarios locales, a pesar de las tasas de desempleo y ERTE que asolan y acechan a Canarias.

 

Como canario, he sentido vergüenza ajena al escuchar los pretextos del PSOE canario para justificar primeramente el desprecio al Parlamento canario, al que no realizaron la preceptiva consulta para modificar unilateralmente y a la baja nuestro REF, para terminar en el día de ayer aprobando en el propio Parlamento un informe que rechaza la primeramente negada vulneración de nuestro REF, y que de acuerdo con nuestro Estatuto de Autonomía obliga al Estado a sentarse con Canarias en una comisión bilateral para abordar el atropello, ahora sí, admitido. 

 

Como lanzaroteño, la vergüenza fue doble al escuchar al senador por Lanzarote, el socialista Manuel Fajardo, por un lado jactarse de que el Senado impidiera votar la propuesta de Fernando Clavijo para que simplemente se respetara nuestro REF, bajo el peregrino pretexto de que el Estado tendría menor recaudación del Impuesto de Sociedades, y por otro, defender satisfecho las bondades de un real decreto que, aunque mejora la situación, sigue vulnerando flagrantemente nuestro REF porque no mantiene el diferencial que nos corresponde. Afortunada y finalmente, hasta el Parlamento canario, con el concurso del PSOE, le ha enmendado la plana y ha terminado por rechazar tanta satisfacción y bondades, aunque solo fuera por no quedar en franca minoría parlamentaria.

 

¿Y ahora qué? Pues ahora no nos vale que el presidente del Gobierno de Canarias se muestre una vez más enfadado, enfadadísimo, como ya ha hecho con tantos otros asuntos en los que Pedro Sánchez se ha pasado su enfado por el arco del triunfo. Solo queda exigir con rotundidad respeto a Canarias y su gente en el seno de esa comisión, así sea recurriendo al Tribunal Constitucional como ya hemos hecho con éxito en el pasado, cuando no permitíamos este trato colonialista.

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