El uróboro o la isla que se muerde la cola

20 de abril de 2025 (18:15 WEST)

“El pueblo que no conoce su historia está destinado a repetirla.” Pero, ¿y si el pueblo sí conoce su historia y vuelve a repetirse? 

Para nosotros, los conejeros, la historia reciente de nuestra isla no es ningún secreto, sobre todo la última parte. Es más bien un grito, una exclamación de la fuerza de una isla que se transformó. Actores principales como Pepín Ramírez o César Manrique son parte del imaginario popular y, con ello, de su historia. Sin embargo, nos hallamos otra vez en el mismo punto que hace 40 años: en aquella isla que empezaba a ser invadida por edificios sin ningún tipo de orden, convirtiéndose en una selva de hormigón, en medio de manifestaciones para evitar la sobredosificación turística. Porque, si bien el turismo es la mayor parte de la economía canaria —y, por ende, de la lanzaroteña—, también es una de las razones de la pobreza en el archipiélago, no solo económica, sino también biológica y de identidad. Poco a poco, las islas pierden lo que las hizo únicas, lo que las hizo brillar en el mapa y no convertirse en un par de islas desamparadas en tierra de nadie. 

Es necesario hacer un pequeño inciso: el turista no es el mayor culpable de estos males, como mucha gente puede llegar a pensar o incluso proclamar. Al final, el turista es otro elemento que también sufre las consecuencias de esta pérdida. El mayor enemigo del pueblo canario, en términos de Manrique, son los caciques, o dicho de otra manera, la política insular. Al final, el político no representa los intereses del pueblo, sino los suyos propios, ya sea para que su nombre brille en titulares sobre crecimiento económico o por el afán de una congratulación disfrazada de progreso. 

Y es que, si algo nos enseñó la pandemia que sacudió y frenó todo hace cinco años, es que este modelo es insuficiente para sostener una isla como Lanzarote y, por consiguiente, al resto del archipiélago. Recordemos esa frase popular: “pan para hoy, hambre para mañana”. Como siempre, los dichos populares tienen razón en lo que sucederá en el futuro si seguimos permitiendo la destrucción de nuestra Lanzarote sin ton ni son, vendiendo cada metro cuadrado al mejor postor, sin siquiera tener en cuenta las luchas que nos han llevado hasta donde estamos hoy. Sin pensar en los espacios naturales, sin pensar en las personas, todo por una ambición desmedida de tener más y más. 

Ya ha pasado en otros lugares. Un buen ejemplo es la isla caribeña de Puerto Rico. Esto se refleja en el corto promocional del álbum Debí Tirar más Fotos del artista boricua Bad Bunny. En una escena, el protagonista decide ir a comprar un tentempié y se dirige a una panadería. En el camino se cruza con numerosas familias estadounidenses escuchando country. Al llegar, al hacer su pedido, la dependienta lo atiende en inglés. Luego, al momento de pagar, le informan que solo aceptan tarjeta, no efectivo. De alguna manera, nosotros, el pueblo canario, nos vemos reflejados en estas situaciones: vivimos la cara oculta de la globalización y la conversión total al turismo. Lo vemos, por ejemplo, en el sur de nuestra vecina Tenerife, donde el propio habitante es visto como foráneo en su propia tierra.

Por ello, uno mi tintero no sólo para describir la situación que estamos viviendo, este círculo vicioso que nunca termina, sino también para sumarme a la multitud que ya luchó con César en Los Pocillos en el 88, a la gente que se movilizó en el ya histórico 20A —que tristemente ha caído en el olvido— y por todas esas personas que lucharán por el futuro incierto que nos aguarda en las islas. 

 

LO MAS LEÍDO