El día 1 de septiembre 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza... y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra". Esta es la crónica y el testimonio del ...
El día 1 de septiembre 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza... y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra". Esta es la crónica y el testimonio del entonces párroco de Yaiza, don Lorenzo Curbelo. La expresión literal que sigue a este dato, en varias páginas de Internet es que "La isla se transformó por completo".
Según la misma crónica, nueve caseríos de la zona sur de Lanzarote (Yaiza y Tinajo) quedaron enterrados. Tingafa, Montaña Blanca, Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Plomos, Testeina y Rodeos quedaron sepultados bajo la lava. Durante los seis años de erupciones la lava se extendió por la zona sur cubriendo una cuarta parte del territorio de la isla, llenando las vegas cercanas de cenizas volcánicas. Además, la Isla de los Volcanes creció rellenándose de lava algunos metros cuadrados de mar. Dice textualmente la misma web que "desde entonces el paisaje se ha transformado gracias a las técnicas agrícolas de cultivo sobre lapillis volcánicos que los conejeros emplean para captar la humedad de los alisios".
Un ejemplillo sencillo de cuanto cambiaron cosas por lo acontecido en esa fecha es la creación del pueblo Los Valles de Santa Catalina. Como ya dije, el caserío de Santa Catalina fue una de los sepultados por las erupciones. Entonces, sus habitantes se refugiaron en el fértil valle donde hoy se encuentra el pueblo de Los Valles, municipio de Teguise, y como recuerdo a su pasado consagraron la ermita a Santa Catalina. Todo cambio para ellos y todo cambió para Lanzarote.
La necesidad agudiza el ingenio y a los conejeros no les quedó otro remedio. Sus campos quedaron sepultados, las zonas más fértiles se perdieron pero el campesino de Lanzarote se percató de que las plantas que habían quedado parcialmente cubiertas de picón tenían un desarrollo más favorable. De esta forma surgió la idea de excavar en esta capa superficial, de unos dos metros y medio, hasta encontrar el suelo enterrado y realizar allí la plantación. Nacía el mito de La Geria.
Sobre La Geria recuerdo siempre una leyenda que nos contó don Jesús Godoy, nuestro profesor de Lengua y Literatura en primero de bachiller. Según el peculiar profesor, Gereón fue una especia de monstruo que, no recuerdo bien como, generó la creación de La Geria.
Más tarde, el sufrido campesino Lanzarote necesitó proteger sus trabajados cultivos del viento e inventó otro elemento arquitectónico: los muros de piedra en arco. La capacidad del rofe o picón para absorber el agua y su facilidad para la infiltración, además de su capacidad para evitar la erosión, crearon una arquitectura paisajística única, junto con los hoyos de más de dos metros de profundidad y los muros de piedra orientados al norte para proteger los cultivos de los alisios. Consecuencias del 1 de septiembre de 1730 que modificaron la caprichosa fotografía que el volcán había dibujado en la mitad sur de Lanzarote.
Son ejemplos relevantes. No los únicos del cambio que sufrió Lanzarote, territorio y población, el 1 de septiembre de 1730. Cambio nuestra forma de ser, de vivir, de actuar, de pensar. Cambio todo. Tanto que, en esa fecha nació la posibilidad de que luego César Manrique personificara una nueva ideología de convivencia con la naturaleza en la que nos tocaba vivir. Él lo captó, lo asimiló, lo rumió, practicó, divulgó, defendió y logro que los lanzaroteños, quienes nos visitas y quienes oyen hablar de Lanzarote sepan que esta isla es muy diferente. Mítica. Que necesita un corazón, un alma y unos ojos diferentes. Todo cambió el 1 de septiembre de 1730.