Sienta un intermediario a tu mesa

Pedro González Cánovas
30 de diciembre de 2015 (10:35 CET)

¿Qué pensaría si le proponen un negocio con beneficios de un 200% o más en cada producto? Pues sí que los hay. Ese es el precio que pagamos la mayoría de los consumidores canarios por los productos frescos. Pero no piense que estamos enriqueciendo a nuestros agricultores y ganaderos, no. Ellos muchas veces no cubren el gasto o la inversión que tienen que hacer para que salga adelante el sector primario de la economía, lo que pasa es que hay muchas manos por medio.

La mayoría de las ventas, negocios familiares o pequeñas empresas dedicadas a los comestibles trabajan con precios elevados por intermediarios. Así pagan el transporte y distribución hasta su negocio. Mejor no preguntarnos qué es lo que pasa en las grandes superficies y multinacionales que también trabajan en el ramo de la alimentación, porque con estos hay que considerar que tienen medios propios de transporte y hay ocasiones en que compran producciones completas.

Los ganaderos de Canarias afirman que venden a un 20% del precio que vemos los consumidores en los mercados, o sea, los ganaderos venden a una quinta parte de lo que pagamos nosotros la carne. A veces lo hacen cobrando por debajo del gasto que les ha supuesto mantener la res, pero nosotros cuando consumimos una ternera del país estamos pagando 5 animales.

Con las verduras pasa lo mismo. Según la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos de Canarias) el  Índice de Precios Origen Destino, o dicho de otra manera, la diferencia entre lo pagado a los agricultores y el precio al que lo paga el consumidor es de unos 2,5. Se multiplica por 2,5 en el mercado. O sea, más del doble del valor que le da el agricultor o ganadero, a veces hasta 5 veces más.

Por lógica, en los mercadillos de agricultor debería haber mayores colas que en las multinacionales de ropa cuando empiezan las rebajas. Pero es que hay muy poco negocio directo de los agricultores, incluso en los mercadillos citados. Y lo peor es que desde nuestras instituciones se trabaja más en que lleguen los excedentes de fuera, premiándolos con subvenciones, que en darle protección al agricultor, al ganadero y al propio consumidor canario.

Definitivamente, ya sea a la hora de consumir nuestra calidad a un precio razonable o seguir manteniendo la producción local, adolecemos de la mínima protección nacionalista que todo el que habita esta tierra debería disfrutar. Mientras tanto, por cada persona de esta tierra hay un invitado fantasma sentado en la mesa.

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