Los fantasmas del 20-N

En Lanzarote ya no hay nada escrito, y lo han vuelto a demostrar las elecciones del 20-N, pegando un nuevo vuelco en el panorama político de la isla y cambiando una vez más el orden de fuerzas.Los ciudadanos (los que ...

28 de noviembre de 2011 (13:21 CET)

En Lanzarote ya no hay nada escrito, y lo han vuelto a demostrar las elecciones del 20-N, pegando un nuevo vuelco en el panorama político de la isla y cambiando una vez más el orden de fuerzas.Los ciudadanos (los que ...

En Lanzarote ya no hay nada escrito, y lo han vuelto a demostrar las elecciones del 20-N, pegando un nuevo vuelco en el panorama político de la isla y cambiando una vez más el orden de fuerzas.

Los ciudadanos (los que votan, e incluso algunos de los que se abstienen) cada vez tienen más claro lo que hacen. Tanto como para que el pasado domingo, 1.879 personas se molestaran en ir hasta su colegio electoral para introducir en la urna al Senado un sobre vacío (voto en blanco), y para que otras 2.351 emitieran un voto nulo.

Entre los segundos, puede que algunos fueran simples errores. Pero considerando lo que han aumentado en estas elecciones los votos nulos, y también la histórica cifra que se ha alcanzado de votos en blanco (manteniendo en ambos casos la tendencia al alza que se registró en las últimas elecciones locales), los políticos tendrían que tomar buena nota y sacar conclusiones. Y es que esas 4.230 personas suponen casi el 10 por ciento de los que fueron a las urnas, y a ellas hay que sumar casi otro 50 por ciento que ni siquiera acudió a votar.

En el caso del Congreso, los votos nulos y blancos también crecieron en Lanzarote, pero muchísimo menos (entre ambos sumaban 1.501 votos). Algo que, entre otras cosas, confirma que a la hora de votar al Senado, muchos piensan más en el candidato que en las siglas, ya que están eligiendo a la persona que directamente les representará en Madrid.

En el caso del claro ganador, Óscar Luzardo, evidentemente sí jugó a su favor la marea del PP en toda España. Pero una cosa es ganar, y otra sacar 4.500 votos al segundo candidato y más de 5.000 al tercero, que además partía entre los favoritos. Precisamente por eso, CC también tendría que reflexionar sobre sus resultados al Senado en Lanzarote, y sobre por qué el perfil de Óscar Luzardo, e incluso el de Orlando Suárez, que en su caso tuvo que remar contra la ola de castigo al PSOE, conectaron mejor con los votantes de la isla.

El argumento del bipartidismo de cara a unas elecciones generales tampoco cabe demasiado en este caso, ya que San Ginés no sólo perdió unos 3.000 votos con respecto a los que obtuvo al Cabildo hace unos meses, sino que también retrocedió casi esa misma cifra con respecto a los resultados que logró su partido en las últimas elecciones al Senado.

Además, si algo ha caracterizado esta cita electoral en toda España ha sido precisamente la pluralidad del voto. Y es que, realmente, el Partido Popular ni siquiera ha crecido tanto en el conjunto del Estado. De hecho, en toda España sólo ha ganado unos 500.000 votos con respecto a 2008, cuando perdió las elecciones. Lo que realmente ha habido es un monumental castigo al PSOE, que ha dejado de ser primera fuerza al perder casi 4 millones y medio de votos. Y esos sufragios, se han repartido entre partidos alternativos, como Izquierda Unida y UPyD, pero también en partidos nacionalistas, que han sido los principales beneficiados, gracias al reparto de diputados que establece la actual ley electoral.

Precisamente por eso, Coalición Canaria también tendría que hacer un análisis mucho más crítico de sus resultados en el archipiélago, y sobre todo mucho más realista. Las últimas citas electorales reflejan una caída en picado, especialmente en la provincia de Las Palmas. Y aunque ahora han conseguido representación gracias a la alianza con Nueva Canarias, lo cierto es que ese diputado es en realidad de los de Román Rodríguez, y no de CC.

Ahora, vuelve a resucitar una vez más la repetida cantinela de la unidad del nacionalismo, que tantas veces ha fracasado. Y es que es complicada (y difícil de vender) una unión entre los partidos que más dardos y ataques han intercambiado durante los últimos años.

El ejemplo más cercano está en la tormentosa relación que históricamente han mantenido CC y el PIL, que sigue escribiendo nuevos capítulos. Ahora, el presidente de los insularistas, Fabián Martín, asegura que está dispuesto a sentarse a hablar de una posible unión con CC, pero lo dice justo después de confesar que no votó a Pedro San Ginés en las últimas elecciones (a las que el PIL no se presentaba), sino a otro partido que no quiso desvelar. Es decir, que intentó sellar un pacto preelectoral con CC, para pedir el voto por ellos en estas elecciones, ¿pero él consideraba que había mejores opciones para votar, aunque ni siquiera fueran nacionalistas? ¿O es que como no consiguieron lo que querían en las negociaciones, CC dejó de ser una buena opción?

Precisamente cosas como éstas son las que han ido minando la imagen del nacionalismo en Canarias. Los "matrimonios de conveniencia", incluyendo el peculiar apoyo del CCN al PP en estos comicios, y las uniones basadas en qué voy a recibir a cambio, dejan demasiado clara la ausencia de cualquier tipo de ideología detrás de esas alianzas. La misma que marca muchas veces los pactos de gobierno en las instituciones, sostenidos por alfileres tan débiles, que cualquier viento parece que hace que se tambaleen, o al menos que se siembre la desconfianza, como está sucediendo ahora en la isla.

Si a eso le sumamos el descrédito de la clase política, el despilfarro en las instituciones y los escándalos de corrupción, no es tan difícil entender por que más de la mitad de los lanzaroteños no acudieron siquiera a las urnas el pasado domingo, y otro diez por ciento lo hizo sólo para manifestar su rechazo a todos los partidos.

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