Las microalgas contra el Consorcio

Tienen un nivel de toxicidad "bajo" y se han ido dispersando solas. Y menos mal. No sólo porque no ha habido que lamentar consecuencias, sino porque si realmente la isla se hubiera enfrentado a algo grave con la "crisis de ...

7 de octubre de 2011 (15:48 CET)

Tienen un nivel de toxicidad "bajo" y se han ido dispersando solas. Y menos mal. No sólo porque no ha habido que lamentar consecuencias, sino porque si realmente la isla se hubiera enfrentado a algo grave con la "crisis de ...

Tienen un nivel de toxicidad "bajo" y se han ido dispersando solas. Y menos mal. No sólo porque no ha habido que lamentar consecuencias, sino porque si realmente la isla se hubiera enfrentado a algo grave con la "crisis de las microalgas", estábamos apañados. Al menos, eso es lo que parece a juzgar por la descoordinación y la pésima comunicación que ha habido entorno a este asunto.

Varios días después de que la Trichodesmium (como al final han concluido que se llama la cianobacteria en cuestión) hiciera su aparición en las costas lanzaroteñas, todavía cuesta entender qué dimensión le dieron las instituciones a esta supuesta amenaza. Obviamente, la suficiente como para prohibir el baño en la mayoría de las playas de la isla. Sin embargo, precisamente por eso, sorprende que hasta bien entrada la noche del domingo, no se molestaran en mandar un mísero comunicado de prensa (el Consorcio sólo ha enviado uno durante esta "crisis", y casi a las 23 horas), para que los medios pudieran trasladar esta información a la sociedad.

Es decir, que pese a que se enteraron a las 12 del mediodía del domingo, según dicen desde el Cabildo, prefirieron dejar que la gente preparara a los niños, cogiera la colchoneta, inflara el flotador del patito y se subiera al coche rumbo a cualquiera de las playas de la isla, en un caluroso día de otoño, para llegar y encontrarse con un cartel que prohibía el baño. O lo que es peor, que ni siquiera vieran el cartel, según la hora y la zona a la que se dirigieran.

De hecho, muchísimos lanzaroteños se metieron al agua durante el pasado domingo. Algunos, porque ni siquiera se enteraron del problema hasta muchas horas después. Otros, porque ignoraron la prohibición, ya que en la mayoría de las zonas, las instituciones se limitaron a poner el cartel, pero no a velar por su cumplimiento.

Ante cualquier alerta de la que inicialmente se desconocen las consecuencias que puede tener, como era el caso, el papel de la administración no es sencillo. Sobre todo, para decidir cómo mantener el equilibrio y no crear una excesiva alarma, como algunos cuestionan que ha sucedido por ejemplo en El Hierro ante la crisis sísmica, ni quedarse cortos. Sin embargo, en Lanzarote se ha conseguido el más difícil todavía, combinando ambas opciones. Es decir, se quedaron muy cortos y se excedieron a la vez.

El ejemplo de esto último está en que mientras no informaban a los medios de comunicación, para que estos a su vez pudieran trasladar a la sociedad lo que sucedía (lavozdelanzarote.com tuvo que hacerlo por sus propios medios y con fuentes extraoficiales), se dedicaban a poner carteles prohibiendo no solo el baño, sino también la pesca. Algo totalmente incomprensible, considerando que desde Salud Pública del Gobierno de Canarias aseguraron después a La Voz que en ningún momento trasladaron a las instituciones lanzaroteñas que hubiera ningún tipo de riesgo para la pesca.

Sin embargo, los pescadores han estado desconcertados, no sabiendo si había algún riesgo en consumir las capturas de los últimos días, o si podían volver a echar sus cañas al mar. Eso, los que se enteraron, claro, porque dentro de este curioso protocolo, se pusieron letreros en las playas prohibiendo la pesca, pero no se dio ningún aviso formal a los pescadores profesionales ni a las Cofradías.

Precisamente en este punto, está una de las explicaciones más surrealistas que han dado desde el Consorcio de Seguridad y Emergencias de Lanzarote, para responder a la avalancha de críticas a las que se han enfrentado en los últimos días. Según la consejera, Mónica Álvarez, se pusieron letreros prohibiendo la pesca no porque hubiera riesgo en el pescado, sino para evitar que los pescadores tropezaran en las rocas y cayeran al agua. Muy lógico, sin duda. Dejar que los ciudadanos piensen que el pescado de la costa puede estar contaminado, sólo para evitar un posible resbalón de un pescador. Resbalón que, por cierto, hubiera tenido más consecuencias por el golpe en sí, que por el contacto con las dichosas microalgas. Lo dicho, han conseguido el dudoso mérito de pecar por exceso y por defecto al mismo tiempo.

Y no sólo en cómo se ha informado a los ciudadanos, sino también a las propias instituciones implicadas. De hecho, pese a que Salud Pública afirma que el domingo también recomendó prohibir el baño en la costa de Arrecife, desde este Ayuntamiento aseguran que nunca recibieron el aviso, y por tanto no llegaron a trasladar esta medida a sus playas.

El Consorcio, sin duda, no es el único que ha fallado. Probablemente hay responsabilidades que repartir, pero la realidad es que si se ha creado un órgano para coordinar toda la seguridad y emergencias de la isla, es a él al que hay que pedir explicaciones. Si no, su existencia no tiene sentido, al menos en su vertiente política.

Ahora, después de que este episodio se haya quedado afortunadamente en poco más que una anécdota, es inevitable plantearse si realmente la isla está preparada para hacer frente a una emergencia que de verdad revista gravedad. Si les hubiera tocado gestionar la crisis de El Hierro, ¿qué hubieran hecho? ¿Ordenar evacuar la isla, pero sólo poniendo carteles en el aeropuerto, y prohibiendo caminar por las aceras, no fuera a ser que alguien tropezara con un bordillo?

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