En una Lanzarote donde el territorio ha quedado irremediablemente dañado por la gestión sin escrúpulos de unos pocos. En una isla donde las antiguas canteras, escombreras o lugares en una situación lamentable no son restaurados. En un entorno donde a penas hay proyectos de restauración vegetal, se quiere seguir acometiendo atropellos medioambientales.
El tema por el que escribo no es otro que la atónita noticia que ha aparecido en los medios en las última semanas, Yaiza quiere realizar una piscina "natural" en el pueblo costero de El Golfo. El proyecto contempla a su vez acometer obras en la red de saneamiento del pueblo y adoquinar o embellecer la avenida marítima de la localidad, actuaciones que son muy necesarias.
Verán, no sé si es que no entiendo la noticia, pero mi perplejidad no deja de crecer, ¿de verdad?, ¿hace falta hacer una piscina que de natural tiene poco en los charcos de El Golfo?, ¿es necesaria una actuación de estas magnitudes en un área tan sensible medioambientalmente como son las inmediaciones del Parque Nacional de Timanfaya?
Es un hecho comprobable que El Golfo necesita una serie de mejoras a nivel estructural y económico, pero no es tiempo de crear obras faraónicas o totémicas, es hora de actuar de manera local y quirúrgica. Lanzarote se vende al mundo entero como un destino donde la naturaleza es la protagonista, ¿no sería mas lógico invertir en convertir el área intermareal de El Golfo en un espacio de observación, interpretación y respeto de la fauna marina? Entiendo que muchas personas de avanzada edad o con movilidad reducida quieran disfrutar de darse un baño, es un lugar idílico, enclavado en medio del volcán. Desde mi punto de vista, se pueden acometer actuaciones respetuosas como son la mejora de accesos, establecer áreas de baño donde se realice una retirada de piedras peligrosas que se muevan por la marea (como siempre han hecho las familias de manera personal en los charcos del pueblo) y poner unidades de salvamento entre otro tipo de actuaciones.
Este pueblo, como muchos otros, adolece el mal endémico que impera en Lanzarote, una dependencia casi en exclusiva del turismo masivo, siendo toda la superficie comercial o productiva del mismo destinada al sector servicios. ¿No es hora de mirar al futuro? Estamos a tiempo de cambiar de rumbo, de hacer las cosas bien, de crear un mañana mejor para las generaciones que vienen, de hacer ver a nuestros pequeños que no hay que destruir el medio ambiente sino adaptarnos al medio.
El Golfo necesita un plan, necesita hacer sus calles transitables, disponer de arbolado público que de sombra, pedir la guía y asesoramiento de la fundación Starlight y el Instituto de Astrofísica de Canarias para ver las posibilidades que tiene el enclave para observar el cielo nocturno. Necesita una mejora en los parques infantiles y disponer de un pequeño centro cívico que proporcione a las personas que habitan en ese precioso pueblo, la posibilidad de organizarse y crear comunidad pero también cultura. Hace falta accesibilidad, con ello me refiero a que el pueblo pueda ser recorrido a pie, sin miedo a que los coches te puedan hacer daño, pero sobre todo, hace falta transporte público. El paisaje del lugar es visitado por ciento de miles de turistas al año, ¿no es lógico disponer de un servicio de guaguas para reducir las emisiones de carbono?
Lanzarote se muere, adolece de un progreso que no hemos sido capaces de gestionar. Aún estamos a tiempo de crear en la isla, un modelo propio que sirva para hacer a través de nuestra idiosincracia un desarrollo sostenible. Insto a la sociedad civil, a las autoridades políticas, a las asociaciones ecologistas y culturales, al sector empresarial y comercial entre otros a generar un debate y una reflexión profunda sobre como crear una vía de progreso. Un futuro sin seguir cargándonos aquello que nos da de comer, que no es otra cosa que la tierra que transitamos, transitaron nuestros antepasados y transitarán las personas que les tocará vivir en esta isla tan especial.