Seducir, según la Real Academia Española (RAE), ese tratado maravilloso que nos explica que significa cada palabra en nuestro idioma, define, como seducir a “Persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo “. Vaya,…, esto me recuerda mucho las formas de actuar de nuestros políticos. No podía ser mejor definido, lo que significa seducir, y, lo que representan nuestros políticos hoy en día.
Basta que recordemos las campañas electorales. Es toda una orgía de seducción por parte de los políticos a nuestras personas para intentar conseguir nuestro voto. A mí me han dado abrazos, sin conocerlos, a mi mujer, besos, y a mi hija, la han levantado en brazos para darle en su mejilla un “cariñoso beso”.
Toda esta parafernalia lo vemos en las épocas electorales. Todos sabemos que es mentira pues el teatro es tan evidente que no es creíble. A ello contribuye los carteles electorales de los políticos donde vemos aquel político besucón, pero al fijarnos en su retrato en el cartel electoral no tiene gracia ninguna, su rostro es soso, tratando de aparentar, algo, que no es. Lo del cartel electoral da para mucho. Y lo malo es, que, una vez que le hemos votado, la elección ya finiquitada, no retiran el cartel en semanas por lo que tenemos que soportar esos rostros un tiempo más. Insoportable.
En la historia política de nuestra Isla hemos tenido políticos seductores, unos con mayor éxito que otros, pues, todo hay que decirlo, hay que reconocer que la seducción es un arte. No todos somos seductores. El seductor comienza su camino como seductor ya desde su primera infancia. Es el niño “listo”. Es el “líder” de la pandilla de amigos. Todos somo oídos para él, y, a él, se le ocurren siempre las mejores ocurrencias. Pasa el tiempo y, nuestro joven seductor, ya es el “delegado” de la clase, y, más tarde, llega hasta ser el presidente de la Comunidad de vecinos. Mientras, ha estudiado en la Universidad, sin mucho interés, y, sobre todo, sin grandes calificaciones, pero, algo habrá que estudiar, pues se lo aconsejaron, e insistieron, sus padres.
Hasta que un buen día, sin saberse porqué, se le ocurre presentarse a unas elecciones para ser político. Quiere ser político. Desea ser político. Desconocemos las razones. Ya sean municipales, autonómicas o nacionales, que a él le da lo mismo. Él lo que quiere es ser elegido. Ser político. Se presenta. En la campaña electoral, viene a mí, y me da un abrazo, sin conocerlo, luego, le da un beso a mi mujer, que espero que tampoco la conozca, y, por último, toma a mi hija en brazos y la lleva en volandas por la plaza del pueblo. Nos quedamos todos atónitos. Pero, al final, ganó las elecciones. Increíble. Y ahí empezó su carrera política, que no abandonará nunca. Para desgracia nuestra.