"La carne"

17 de enero de 2022 (16:43 CET)

Yo como carne.

Sería hipócrita decir lo contrario.

Me gusta.

No soy tanto de chuletón medio hecho, pero sí de un secreto o una presa. 

Entiendo el contexto social y cultural en el que estoy y el país en el que vivo, con gran arraigo histórico a su consumo.

Entiendo que la producción desmesurada del sector cárnico en este país (unos 48 kilos por persona al año) es el pan de mucha gente contrapuesto al indudable sufrimiento animal que sostiene esta cifra. 

Sé que plantear debates bajo la imposición no lleva a ningún progreso. 

Porque a mí no me gusta que me estén imponiendo o cuestionando mis hábitos y conductas.

Al igual que jamás me he atrevido a cuestionar ni a los veganos, ni a los vegetarianos, además de por respeto, sé que son valientes y que tarde o temprano, esa transición la vamos a tener que poner sobre la mesa el resto al ser insostenible el ritmo que llevamos de producción. Y de maltrato animal, de eso también. 

El sector de la producción cárnica es uno de los más contaminantes, tanto la OMS, como cualquier compromiso firmado por España y el conjunto de Europa para lograr una sociedad que camine hacia la transición ecológica REAL, entre sus puntos claros, destaca la reducción del impacto que genera la industria. Esto no es ni de derechas ni de izquierdas, es sentido común. 

(Sigo sin entender cómo hemos decidido ponerle color político a los problemas universales. Y el modelo de consumo lo es)

Por otro lado, también creo que debemos ponernos en la piel de todos los agentes que tienen que adaptarse a esa transición. 

Hay muchas personas que viven del sector ganadero en este país. Y hay que ofrecerles alternativas viables. Precisamente, para que no se mueran de hambre. 

No es imponer, es reflexionar y empoderar, como siempre, a quienes más perjudicados salen de los cambios drásticos que se afrontan. 

Pero esa visión y ese dedo acusador por parte de algún que otro vegan@ sobre "debes dejar de comer carne porque eres una mala persona" lo único que hará es que la mayoría termine en el McDonald's por ansiedad.

La imposición NO FUNCIONA.

Si, debemos pensar en nuestros hij@s y niet@s,  y en el deterioro del medio ambiente. 

Pero también, en el sufrimiento animal, que a nadie se le puede escapar. 

Porque... crear vida, que siente y padece para darnos de comer de manera enfermiza, no parece nada lógico ni ético. 

ES MUY CRUEL. 

Sería lógico que en esa reciente ampliación de derechos de la ley de protección animal, quedara también constancia, de la erradicación definitiva de macrogranjas. 

¿O es que también vamos a dividir a los animales en clase A y clase B para darle importancia o no a su sufrimiento?

El camino el largo, sin duda, romper con las tradiciones lo suele ser. Pero...es que NO HAY PLANETA B.

Macrogranja cerdo
 

Amalia M. Fajardo

 

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