Los adolescentes, los grandes olvidados

21 de marzo de 2022 (09:24 CET)

Dos de cada diez adolescentes españoles entre 10 y 19 años padecían problemas de salud mental en 2019, el porcentaje más elevado de los 33 estados europeos analizados por UNICEF en su informe “Estado Mundial de la Infancia 2021”. Durante el año 2021 y lo que llevamos de 2022 encontramos, día tras día, noticias que señalan a la ya conocida “pandemia silenciosa” relacionada con el aumento de trastornos mentales en la población, entre ella, los jóvenes.

Durante mis casi 10 años ejerciendo de trabajadora social con adolescentes, he aprendido que estos sufren de forma distinta a los adultos. Es más, la inestabilidad en la vida de los adultos les produce cambios en si mismos, que se suelen expresar en depresión y ansiedad. Mi experiencia me dice que debemos escucharlos no sólo cuando explotan, sino cada día y en todo momento, y aunque en muchas ocasiones no recibamos respuesta.

Ellas y ellos son los grandes olvidados de la sociedad. Los adultos estamos inmersos en el estrés laboral, económico y sentimental. Perdemos nuestros trabajos, rompemos con nuestras parejas y construimos una nueva. Pero no pensamos en que cada cambio influye en los más jóvenes, aquellos que nos observan callados desde sus “habitaciones-refugio”. Por si fuera poco, los etiquetamos como “rebeldes”, “maleducados” o “caprichosos”, sin ser capaces de interpretar que detrás de cada uno hay frustración, ansiedad, depresión, rabia, ira y muchas otras emociones que nadie les ha enseñado a gestionar.

Porque cuando llegamos a la adolescencia nos encontramos de frente con la realidad, con la presión de los estudios, de un grupo de iguales y con las grandes demandas de esta sociedad que tanto exige, pero que poco o nada reporta. La adolescencia muchas veces se pasa en un estado de individualidad emocional que hace que la chica o el chico carezca de una persona que les guie y que esté a su lado, aunque crean que no lo necesitan.

Por todo ello, el sistema público de servicios sociales, educación, sanidad e, incluso, la propia sociedad, debemos adaptarnos a las exigencias en la salud mental de nuestros adolecentes. Señalaré tres ideas que pueden ser implementadas de forma inmediata desde el Gobierno de Canarias, los Cabildos Insulares y/o Ayuntamientos: 1) equipos multidisciplinares de psicólogos y trabajadores sociales a pie de calle que accedan a los jóvenes que están fuera del sistema, realizando un seguimiento integral con cada uno de ellos; 2) elaboración de protocolos ante los intentos autolíticos en colegios, institutos y universidades; 3) intervención específica en los denominados  “niños/as llavero”, aquellos que pasan gran parte del tiempo solos a consecuencia de las dificultades de sus padres para conciliar el trabajo con el cuidado del hogar y la familia. Estas niñas y niños pasan largas horas solos una vez finalizado el horario escolar, manteniendo hábitos de soledad, frustración, bajo rendimiento académico, etc. 

En definitiva, debemos entender que el futuro de ellos y ellas depende de su salud mental. Y, ante todo, como sociedad necesitamos cuidarlos porque, en algunas ocasiones, deben ser protegidas/os de ellas mismas. Cuidar de los jóvenes es imperativo para construir una “isla-hogar” con futuro. No los olvidemos. 

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