Una vecina de Titerroy muere sin poder volver a su vivienda después de 14 años desalojada

María del Carmen Feo deja una carta de despedida en la que denuncia su situación: "Ninguna institución ha tenido interés ni voluntad por ayudarme a recuperar mi hogar"

5 de octubre de 2023 (11:11 CET)
Actualizado el 5 de octubre de 2023 (13:24 CET)
Viviendas desalojadas de Titerroy hace 14 años. Foto: José Luis Carrasco.
Viviendas desalojadas de Titerroy hace 14 años. Foto: José Luis Carrasco.

María del Carmen Feo, conocida como Carmita, una de las vecinas desalojadas de las viviendas de Titerroy, ha fallecido este pasado miércoles en Lanzarote sin poder acceder a su vivienda desde hace más de una década. 

"Desalojada en dos ocasiones de una casa, confío en que quienes me han engañado impunemente durante estos 14 años tengan sus conciencias limpias y puedan descansar plácidamente cuando duerman en sus casas por las noches. Yo no he podido hacerlo desde hace más de 14 años". Los anteriores versos fueron escritos por Carmita y leídos en la última reunión de la Asociación de Vecinos de Titerroy, celebrada el pasado 28 de septiembre. 

María del Carmen Feo murió a los 79 años en el municipio de Arrecife. Vivía en casa de su hermana, después de haber sufrido el desalojo de su vivienda en Titerroy y de sufrir un nuevo desahucio en otra casa de Arrecife por el impago del propio Ayuntamiento. 

La misa tendrá lugar el día 6 de octubre a las 11.00 horas en la capilla del Tanatorio de Atlantic. Luego, recibirá sepultura en el cementerio de Arrecife. La misa funeral tendrá lugar el 11 de octubre a las 20.00 horas en la iglesia de Titerroy. 

Por su parte, el presidente de la Asociación de Vecinos de Titerroy, Ismael Montero, ha querido dedicar unas palabras a María del Carmen Feo: "Con fecha de hoy, se ha quedado otra vecina por el camino tras fallecer, sin poder ver cómo se hace justicia. Sentido pésame a la familia". 

Carta completa de la vecina desalojada

A quien pueda interesar, 

Me cuesta mucho llevar al papel todas las sensaciones acumuladas desde que mi vida cambió para siempre aquel mes de julio del año 2009.  

Penurias y dificultades, mías y de mis hijos, que no han tenido una respuesta institucional a la altura de las circunstancias que nos ha tocado vivir. Solo silencio, engaños continuos, desidia y abandono.  

Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, he logrado entender que todo ha sido una auténtica burla y que nadie, nunca, ninguna institución, ha tenido interés ni voluntad por ayudarme a recuperar mi hogar, aunque con sus gestos y declaraciones públicas pretendieran mostrar lo contrario. 

A lo largo de este camino he perdido a mi marido fruto de una larga y dolorosa enfermedad. Nada ni nadie va a hacer que recupere el tiempo perdido. No lo pretendo porque he vivido lo que me ha tocado vivir. Tampoco es el fin de un escrito con el que únicamente pretendo agitar conciencias, si las hubiera, y dejar constancia de lo que he sufrido para que no vuelva a suceder, para que cualquier político preocupado por el bienestar de los ciudadanos sepa lo que no tiene que hacer. 

Este mal sueño arrancó hace 14 años cuando se desplomó el techo de una vivienda de la calle Timbayba que, lamentablemente, acabó con la vida de un joven. De forma simultánea, ese hecho transformó para siempre la vida de los vecinos propietarios de las viviendas colindantes. 

Más efectistas que efectivos, más preocupados por ofrecer respuestas a los medios de comunicación que en resolver la papeleta a los afectados, los profesionales de la Oficina Técnica del Ayuntamiento de Arrecife iniciaron una serie de visitas, casi diarias, para, en teoría, determinar los motivos del siniestro y el riesgo real de un nuevo desplome. 

Sin embargo, no fue hasta el 9 de mayo de 2013, casi cuatro años después, cuando se me obligó a desalojar mi vivienda de la noche a la mañana. Llegaron, reforzaron la casa con ocho puntales y me conminaron a salir de mi hogar casi de forma inmediata. No lo olvidaré nunca. Era un jueves y me dieron de plazo hasta el lunes: un fin de semana para cerrar una casa y dejar atrás toda una vida, quién sabía en aquel momento si para siempre. Se da la triste casualidad, además, de que mi marido se encontraba esos días en fase terminal.  

Solicité a los técnicos una prórroga para poder recoger mis cosas. Con la única ayuda de mis hijos, empaqueté las más necesarias e inicié la búsqueda de una vivienda temporal, un techo bajo el que dormir y convertir en una casa hasta que pudiera regresar a mi hogar. 

El 1 de agosto de 2013 firmé un contrato de alquiler con cargo al Ayuntamiento de Arrecife, que se ocupó de anunciarlo a los medios de comunicación. 

El Ayuntamiento de Arrecife no cumplió su compromiso y el 19 de abril de 2018 el propietario me comunicó su intención de denunciarme si en el plazo de un mes no recibía el importe de los 18 meses que el Consistorio le adeudaba. Es cierto que los pagos anteriores se habían producido de forma discontinua, nunca de forma puntual, pero se llega a esta situación como resultado de una gestión vergonzosa y vergonzante. No solo engañaron a quien sufrió el desalojo de su hogar sino también a quienes nos brindaron la posibilidad de sacar la cabeza a flote en un momento tremendamente complejo. 

El 9 de julio de 2018 hice entrega de la llave de esa vivienda de alquiler por impago del Ayuntamiento de Arrecife. Sin un techo donde cobijarme a un precio que pudiera pagar, mi hermana me acogió en su propia casa. Solo 16 días después, el 25 de julio de 2018, presenté un escrito al Diputado del Común informando de este nuevo desalojo. Nunca contestó nadie. 

Con anterioridad, el 10 de octubre de 2016, mi hijo presentó una denuncia en la Policía Local de Arrecife. Entraron en mi antigua casa, me robaron lo poco que me quedaba allí, y la ocuparon. Se dio registro de entrada a la denuncia, pero tampoco nunca nadie jamás nos contestó ni, que sepamos, movió un dedo para solucionarlo. 

Hoy, sigo viviendo en casa de mi hermana.  

Diagnosticada recientemente de una enfermedad terminal, el pasado 18 de julio pedí ayuda al Ayuntamiento de Arrecife para afrontar el invierno de mi vida. Lamentablemente, tampoco recibí respuesta alguna.  

Hoy, cansada de promesas llenas de palabras, pero vacías de contenido, y hastiada de políticos más preocupados de firmar pactos que de la vida de las personas no pido ya nada para mí. Tampoco para mis hijos, para quienes solo tengo palabras de agradecimiento. Solo espero, como decía, que esta sinrazón no se vuelva a repetir jamás.  

También quiero transmitir mi agradecimiento a la Asociación de Vecinos de Titerroy y a su presidente, Ismael Montero, por la ayuda que me ha prestado durante este tiempo; por su interés; por su entusiasmo contagioso y por el empuje constante que ha dado siempre a este asunto. 

Desalojada en dos ocasiones de una casa, confío en que quienes me han engañado impunemente durante estos catorces años tengan sus conciencias limpias y puedan descansar plácidamente cuando duerman en sus casas por las noches. Yo no he podido hacerlo desde hace más de 14 años. 

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