La Voz sigue las huellas de Ramiro C.P., la última víctima de las drogas en Arrecife

Sobredosis de años de calle

La muerte le encontró en una casa abandonada de las Cuatro Esquinas donde consumía. Cerca de 200 personas viven en Arrecife en su misma situación.

5 de diciembre de 2007 (23:30 CET)
Sobredosis de años de calle
Sobredosis de años de calle

Tenía 42 años y llevaba muchos años enganchado al caballo. Murió consumiendo droga. El cadáver que apareció hace dos semanas en una casa de la zona de las Cuatro Esquinas pertenecía a Ramiro C.P., un toxicómano de origen gallego que vivía en las calles de Arrecife y que había intentado salir del agujero de la droga, incluso había llegado a "estar limpio", aunque fuera unos días. Pero el diablo vestido de heroína, de pastillas o de lo que estuviera a mano, le había puesto zancadillas hasta caer definitivamente en una casa abandonada y convertida en "fumadero" por él y otras personas sin techo, en la calle Gran Canaria de Arrecife.

Murió de una parada cardiorrespiratoria el pasado jueves 15 de noviembre provocada por sobredosis de droga según revela la autopsia. A causa de la mezcla de varias sustancias, puntualizan los que le conocían. "Se murió porque mezcló heroína, pastillas del tratamiento que recibía, alcohol y tranquilizantes" afirma Aníbal David, toxicómano de 35 años con residencia habitual en La Rocar. "Él presumía de que llevaba 13 días que no se ponía de heroína" comenta un amigo de Ramiro, con el que había compartido en alguna ocasión casas ocupadas. "Yo creo que quiso darse un `homenaje´ y meterse un cuarto de heroína o lo que fuera, y después de tantos días sin consumir y con el tratamiento pues? es como si yo me meto ahora un cuarto: me muero".

En la zona de las Cuatro Esquinas y el Charco de San Ginés casi todos le conocían. Junto a otros compañeros que se encuentran en su misma situación, a Ramiro C.P. se le podía ver cerca del centro Calor y Café de Arrecife, en el que les ofrecen comida. Allí, mientras esperan la hora del plato caliente, sus conocidos recuerdan sus últimos días. La única mujer del grupo no entiende qué le pudo pasar por la cabeza para "meterse" esa mezcla explosiva. "Él sabía que metiéndose eso se moría, no sé, se levantó bien por la mañana, pero después se le cruzarían los cables", cuenta la chica, que recuerda con media sonrisa que Ramiro "era mi pretendiente, bueno eso decía él".

El que en ocasiones fue su compañero en casas ocupadas está convencido de que los efectos del alcohol y las pastillas le hicieron "perder la cabeza" y volver a buscar caballo. "Es una víctima que no se merecía esto. Era fuerte, válido, inteligente". Cuenta que los nueve años de cárcel que "se había comido en su juventud" le marcaron, que tenía aún varias causas judiciales pendientes y que ahora tenía la esperanza de entrar en la Comunidad Terapéutica de Zonzamas.

Ramiro C.P. era un paciente conocido en el Centro de Atención al Drogodependiente situado en la calle García Escámez de Arrecife, donde tenían su historia clínica y donde confirman que trataba de ingresar en Zonzamas. En el momento en que cualquier paciente se somete al tratamiento que administran los médicos del CAD que coordina la doctora Rosa Torres, lo primero que se les indica es que "si están tomando drogas y lo mezclan con el tratamiento, corren el riesgo de tener una parada cardiorrespiratoria", explica la doctora, "me aburro de repetírselo a la gente".

Al calor del humo de la hierba recién liada, un "callejero" como él mismo se define, recuerda que Ramiro "últimamente estaba un poco peor que antes", que andaba frecuentemente "colocado".

"Estaba bastante enganchado, pero era un tío listo". Se mezclan las voces, los recuerdos que tienen de Ramiro entre ocho y diez personas que frecuentaban los mismos lugares que Ramiro, vivían en las mismas casas y naves abandonadas en las que había vivido él, y siguen adelante en las calles de Arrecife, en los aparcamientos de la capital, en busca del plato caliente algunos, de la dosis que les permita pasar el día otros.

Otras vidas

En pleno centro de la capital y entre viviendas, algunas señoriales, se halla lo que más parece un vertedero que un refugio donde ir tirando. Allí, entre escombros, basuras de todo tipo y jeringuillas usadas, pasan la noche o van a "meterse" cada día decenas de toxicómanos. Y allí murió Ramiro C.P. Ningún vecino de la calle Gran Canaria recuerda su rostro, que se confunde con el de los que cada día caminan por la vía casi sin caminar, con pasos cortos, rápidos, de autómata. "Ahí pasan todos los días por lomenos 40 ó 50, todo el día entrando y saliendo", explica el vecino de enfrente.

Precisamente pocas horas antes de la muerte de Ramiro, un equipo de la Concejalía de Asuntos Sociales había pasado por esa casa abandonada. Según la concejal Emilia Perdomo cerca de una quincena de personas sin techo pernoctaban en la casa. "Estuvimos ofreciéndoles distintas ayudas", afirma la concejal, que cifra en casi 200 las personas sin techo, entre los que abundan toxicómanos, que viven en una veintena de casas abandonadas de la capital. Con la llegada del invierno el número aumenta, "supongo que porque aquí el clima es mejor y se les atiende bien", opina Emilia Perdomo.

"Nosotros les ofrecemos buscar a sus familias, ponernos en contacto con los servicios sociales de sus municipios de origen y si ninguno se hace cargo, les ofrecemos la posibilidad de ir a varios albergues para personas sin techo en Las Palmas o en la Península, además de la opción de someterse a tratamiento para curarse". Pero Emilia Perdomo afirma que muchos, nunca pasan por el área de Servicios Sociales.

La chica por la que últimamente suspiraba Ramiro, según cuenta ella, asegura que la familia de Ramiro C.P., venida de Galicia, ya se ha hecho cargo de sus restos mortales. Mientras, la vida sigue en Arrecife, aunque algunos tienen miedo. Como Aníbal David, que no oculta que cada día se acuesta y se levanta pensando en si vivirá otra jornada. El grupo se disuelve. Es la hora de echarse algo al estómago, pero aún queda un recuerdo más para Ramiro, el del amigo con el que había compartido casa en alguna ocasión y que el domingo antes de su muerte, le había regalado la novela "El Perfume". "Me la había encontrado en la basura entre otras y se la regalé. Él hablaba mucho de ese libro".

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