Con más de un siglo de historia, las salinas de Janubio continúan funcionando, aunque sólo quedan nueve trabajadores de los 200 que tenía. Los propietarios quieren darles un nuevo impulso y vuelven a pedir ayuda a las instituciones

El rastro de la sal

Al llegar la primavera, en la zafra o recogida de la sal. Con el viento seco de invierno, en la limpieza de salinas, tajos y cocederos. A los veinte años, Aurora se casó y durante un tiempo dejó el trabajo en las ...

28 de agosto de 2007 (01:27 CET)
El rastro de la sal
El rastro de la sal

Al llegar la primavera, en la zafra o recogida de la sal. Con el viento seco de invierno, en la limpieza de salinas, tajos y cocederos. A los veinte años, Aurora se casó y durante un tiempo dejó el trabajo en las salinas de Cerdeña para cuidar a sus hijos. Después, volvió a la sal en Janubio.

Allí trabajó durante dos décadas, esta vez con su amiga y vecina María. María Rodríguez cambió la recogida de frutas por la sal. "No era un trabajo muy duro, aunque cuando hacía calor, nos fatigábamos mucho", explica mirando en dirección a las salinas. "Allí trabajaba cantidad de gente, que venía de Tinajo, de Las Casitas, de Femés, de Yaiza, de Uga, de Las Breñas, de Playa Blanca?". María y Aurora continúan cocinando con la sal de Janubio. "A veces pienso que me gustaría volver a trabajar allí", explica Aurora nostálgica. "Si no fuera por mi salud, volvería".

En Lanzarote llegaron a existir hasta 26 salinas. Gran parte del litoral de la Isla estaba ocupada por estas explotaciones, incluso el de Arrecife. Las conserveras solicitaban enormes cantidades de sal para mantener todo tipo de pescados. En los años setenta, con la aparición de las cámaras frigoríficas, las salinas se fueron abandonando una a una, quedando tan sólo a día de hoy las conocidas salinas de Janubio, las de Guatiza y las del Río.

"Cuando empezó el hielo mi padre dijo "¡adios salinas!, la sal ya no se va a vender'", explica Aurora Cedrés. "En los años sesenta los dueños de las salinas de Cerdeña murieron, y ya todo se vino abajo, porque no hacía falta la sal". Fue un duro golpe para decenas de familias que, a lo largo y ancho de la Isla, vivían de las salinas. Unos trabajadores que tuvieron que buscar otro jornal.

La demanda actual de sal marina ha decrecido consideramente. Las cámaras frigoríficas conservan ahora el pescado, y barcos y aviones permiten traer a Canarias la sal de mina, mucho más barata debido a la mecanización de los métodos de extracción. En Janubio, en estos momentos, la producción supone tan sólo un veinte por ciento de la capacidad de la explotación.

"Tenemos excedentes, y no producimos más por las dificultades que hay a la hora de dar salida a esta sal", explica Carlos Padrón Lleó, actual dueño de Janubio. De los diez millones de kilos que se llegaron a producir anualmente en las épocas más boyantes, se ha pasado a producir dos millones de kilos cada año. La diversificación del producto es importante.

A pesar de que la sal marina tiene gran calidad gastronómica, también se utiliza para sales de baño o mantenimiento de piscinas, un uso cada vez más demandado. "Algunos hoteles y complejos de la Isla compran nuestra sal para mantener limpias sus piscinas sin la utilización de productos químicos, como el cloro", apunta Padrón. "Por medio de la sal marina, consiguen tener el agua limpia, y proteger la piel y los ojos de los usuarios".

La producción no es lo único que ha menguado en estos treinta años. De los más de 200 trabajadores que tenía Janubio a mitad de siglo, hoy sólo quedan nueve. Las salinas han dejado de ser un medio de vida para convertirse en una atracción turística. Pero detrás de una actividad en detrimento se esconde una importante serie de valores paisajísticos, culturales, etnográficos, patrimoniales e incluso arquitectónicos.

"Estos espacios son un símbolo de identidad", concluye Padrón. Algunas localidades cercanas a Janubio tienen su razón de ser en la antigua actividad salinera. "Mis padres ya vivían aquí", explica María apuntando con el dedo las casas que conforman La Hoya. Janubio comenzó a construirse en el año 1895. Fue el abuelo de Carlos Padrón, junto a otros socios los que decidieron ubicar unas salinas en el lugar que permanecen más de un siglo después. Su construcción fue costosa. No se concluyeron hasta pasados cincuenta años. Pero la demanda de sal era tal, que llegaron a tener que comprar la producción de otras salinas menores de la Isla para proveer a sus clientes.

Janubio ocupa una superficie de 45 hectáreas. "Es un legado que nos viene dado, y un homenaje a las mujeres y los hombres de Lanzarote", afirma Padrón. "Por ello tenemos que conservarlas y trasmitirlas a nuestros hijos, porque son lugares únicos".

El futuro de las salinas

La familia Padrón Lleó espera cambiar las líneas del mercado, empezar a exportar su sal a otras islas del archipiélago, como antiguamente se hacía. Sin embargo, la fuerte competencia y el desconocimiento de las propiedades de la sal marina dificultan esta tarea. Por ello, desde las salinas de Janubio se exige un mayor compromiso por parte de las instituciones.

"Jamás ha habido una preocupación por este sector, por ayudarle ante las circunstancias que han provocado el declive de la sal", indica Carlos Padrón. "Nuestra sorpresa es que se habla mucho de otros productos, como el vino o la leche, cosa que yo defiendo, pero me gustaría que la sal estuviera en igualdad de condiciones". Padrón alude a las campañas de promoción de los vinos de Lanzarote y las subvenciones otorgadas a los viticultores de La Geria. "Si conseguimos producir más sal y que ésta salga al mercado, no sólo estamos protegiendo un producto sino que también un paisaje, un signo de identidad".

Ahora, la familia Padrón Lleó confía en una buena predisposición por parte de la nueva Corporación del Cabildo. Mientras, el Vicepresidente de la Primera Institución de la Isla, Fabián Martín, admite la inexistencia de ayudas al sector de la sal. "Sinceramente, tengo que reconocer que es algo que no se ha hablado, pero en caso de que se hiciera, tendría que demostrarse que la explotación salina cumple todas las condiciones y que es medianamente rentable, lo que no podemos hacer es dar ayudas a este tipo de actividades que a veces han quedado obsoletas y abandonadas".

En 1995, las salinas de Janubio recibieron una pequeña ayuda de la Unión Europea para reparar parte de las instalaciones. Desde entonces, la explotación ha continuado funcionando exclusivamente por iniciativa privada. "Por parte del Ayuntamiento de Yaiza siempre ha habido buena voluntad", indica Padrón. "Pero no se ha traducido a medidas efectivas de ayuda".

Mientras, María y Aurora relatan a sus nietos la historia de las salinas. De vez en cuando pasean hasta allí, y se mezclan entre los turistas que fotografían la espectacular puesta de sol sin saber que a su lado tienen a dos de las protagonistas de una maravilla realizada por la mano del hombre.

Museo de la Sal

"La gente de fuera no sabe cómo se produce la sal, ve las salinas pero no tiene ni idea de lo que significan". Es una frase de boca de una turista de Gran Canaria, mientras observa el mágico panorama de contrastes de blancos y rosados, con las salinas a sus pies. Con objeto de terminar con este desconocimiento, la familia Padrón Lleó está estudiando la posibilidad de construir un centro de interpretación o Museo de la Sal en las salinas de Janubio.

Se trataría de un complejo formado por el museo, un bar y restaurante, un aparcamiento y una tienda. Las salinas de Janubio fueron declaradas Sitio de Interés Científico en 1987. Veinte años después, en febrero de este mismo año, la COTMAC publicó en el Boletín Oficial de Canarias las Normas de Conservación para estas salinas. "Se trata de ordenar las visitas que ya tenemos actualmente y dotar a las salinas de una infraestructura turística que ahora no tienen". De momento, no hay plazos, aunque los técnicos ya están trabajando en el proyecto.

"Pretendemos hacer algo que esté integrado con el entorno. Ahora, con las normas en la mano, sabemos lo que podemos hacer y lo que no podemos, pero hemos tenido que esperar veinte años para ello", explica el actual dueño de las salinas de Janubio, Carlos Padrón Lleó. La forma en la que se llevará a cabo este futuro Museo de la Sal todavía no está clara. La familia Padrón Lleó pretende implicar a las instituciones.

"Tenemos que estar de acuerdo y apoyarnos, el objetivo es común y beneficioso para todos", apunta Padrón, quien explica que "se podría llevar a cabo una concertación pública y privada con el Ayuntamiento de Yaiza. Algo como lo que existe en La Geria". Sin embargo, por parte del Cabildo, esta implicación no está tan clara. "Estábamos esperando hasta septiembre para tomar una decisión", explica Fabián Martín, vicepresidente de la Corporación.

"De todas formas, si esa propuesta es de propiedad privada deberán ser ellos los que determinen de qué forma lo piensan hacer. El Cabildo estaría dispuesto a tomar la iniciativa, siempre y cuando saliera adelante un proyecto que partiera de la Institución y se llegara a un acuerdo en cuanto a la gestión del terreno, entre las dos partes".

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