Un barco atunero encalló en la madrugada de este miércoles en Lanzarote. A las 5.00 horas de la mañana, el sonido de los gritos de los supervivientes y la alarma de la embarcación, contrastaban con el viento y el oleaje habitual en la zona y alertó a los vecinos de La Condesa, en el pueblo de Órzola.
Los habitantes de esta zona del norte de Lanzarote están acostumbrados a vivir con la cara más cruel de la migración en la ruta más mortífera de Europa. Ya tuvieron que remangarse los pantalones para salvar vidas en dos naufragios en los últimos años. En esta misma costa, murieron ocho personas al volcar una patera en 2020 y volcó una neumática que dejó cuatro muertos en 2021. A pesar del temor de los vecinos al escuchar los gritos, esta vez los ocupantes corrieron mejor suerte.
El atunero, con una bandera marroquí, navegaba cerca de las costas de Órzola cuando encalló en una zona de piedras. Para quienes no la conocen, esta parte del litoral es engañosa y con la bajada de la marea los callaos suelen quedar al descubierto.
Los vecinos llamaron a Emergencias, se acercaron al barco durante la madrugada y junto al conductor de una zódiac comprobaron que los ocupantes del atunero estaban vivos. Con la llegada de los bomberos del Consorcio de Seguridad y Emergencias de Lanzarote al lugar, los cinco tripulantes pudieron bajar descolgándose de una cuerda y fueron atendidos por un amplio despliegue sanitario.
Hasta la zona se trasladó una ambulancia del Servicio de Urgencias de Canarias, otra de Emerlan, los bomberos del Consorcio de Emergencias de Lanzarote y voluntarios de Cruz Roja. Además, en el lugar también estaba la Guardia Civil y la Policía Local de Haría.
En este atunero viajaban cinco personas, entre ellas un menor de edad, que llevaban cuatro días en altamar sin comer. Por el momento, la Benemérita está investigando las causas de su encallamiento. Las primeras hipótesis de la investigación que lleva la Guardia Civil plantean si los tripulantes robaron el barco porque no les pagaban o si eran empleados del atunero y terminaron varando en la isla por casualidad.

A penas estaba amaneciendo cuando el naufragio de este atunero convirtió una calle tranquila y poco transitada en un ir y venir de personas uniformadas tratando de determinar cuál era el mejor destino de las cinco personas rescatadas. Todos los supervivientes eran de origen magrebí y precisaron de un servicio de interpretación de Cruz Roja para poder trasladar lo que había sucedido.
Finalmente, dos adultos fueron trasladados al Hospital Doctor José Molina Orosa, con signos de hipotermia, mientras que otros dos fueron derivados a un Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE), como ocurre con las llegadas de personas migrantes llegadas en patera a la isla. Mientras tanto, el quinto ocupante, menor de edad, fue trasladado a parte, en vehículo de la Guardia Civil.
Cuando los supervivientes fueron reubicados, los equipos de emergencia aún tenían que enfrentar cómo retirar los restos del atunero de la zona y evitar la afección medioambiental en el mar. A pesar de ello, en torno a las 9.00 horas de la mañana, el atunero comenzó a arder y obligó a los bomberos del Consorcio de Emergencias, que ya habían abandonado el espacio, a volver al lugar.


















