Hace balance de 20 años de historia de la FCM, pero también de la isla

Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique: "Meter las narices contra la corrupción es entrar en la casa del lobo"

Han sido veinte años de arduo trabajo por afianzar la Fundación en términos institucionales, culturales y de autonomía económica, sin olvidar su papel en materia urbanística y territorial, mientras se divulgaba la obra de ...

11 de julio de 2012 (00:48 CET)
Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique: Meter las narices contra la corrupción es entrar en la casa del lobo
Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique: Meter las narices contra la corrupción es entrar en la casa del lobo

Han sido veinte años de arduo trabajo por afianzar la Fundación en términos institucionales, culturales y de autonomía económica, sin olvidar su papel en materia urbanística y territorial, mientras se divulgaba la obra de César Manrique. Ha habido de todo en este tiempo, pero el balance es altamente satisfactorio. La Fundación es un centro cultural de referencia en Canarias y lo es también en el resto del Estado. La obra de Manrique se ha difundido entre más de seis millones de personas que han visitado su museo y la institución ha prestado un reconocido servicio a la sociedad insular, a través de sus numerosas actividades culturales y aportando su punto de vista en lo que concierne a proteger el territorio del crecimiento turístico indiscriminado.

¿Con qué se quedaría usted de esta larga trayectoria?

Sin duda, me quedo con el hecho de que la Fundación sea una realidad consolidada y respetada en el mundo del arte, la cultura, el medio ambiente y la Universidad. Y lo es desde esta extrema periferia geográfica que es Lanzarote, algo nada sencillo. Por fortuna, es un motivo de satisfacción.

¿Cuál cree que ha sido el papel que ha jugado la Fundación durante este tiempo?

Desde dentro se ha pretendido desempeñar el papel de una institución cultural comprometida con la realidad, en general, y con la isla, en particular, responsable y crítica, como corresponde a cualquier posición cultural rigurosa, que se ha alejado del populismo y la demagogia en cualquier circunstancia. No es nuestro objetivo agradar o convencer, sino cumplir con nuestro cometido a partir de las ideas de César Manrique puestas en relación con los tiempos actuales, ideas que implican intervenir en el debate y el espacio público, como él hizo, aunque seguramente con desigual fortuna en nuestro caso.

¿Cómo se plantea su futuro? ¿Cree que la Fundación perdurará durante mucho tiempo?

Probablemente, nuestra preocupación y tarea prioritaria en la actualidad se centra en dibujar y fortalecer las bases del futuro de la FCM. No sólo garantizar, hasta donde resulte posible, su viabilidad, sino reforzarla, crecer, y, al mismo tiempo, encauzar los procesos de recambio y continuidad institucional. Hoy por hoy, afortunadamente, la Fundación César Manrique tiene mucho futuro.

¿Siente la Fundación el respaldo de la sociedad?

La Fundación no hace lo que hace para buscar adhesiones sociales o aplausos. Hacemos lo que tenemos encomendado por mandato estatutario, tal y como lo interpreta el patronato con su presidente a la cabeza. Puede gustar más o menos, resultar más o menos simpático según para quien o para quienes o según en qué circunstancia. Pero en todo caso, no es más que una modesta intervención, una pequeña contribución a la pluralidad democrática, de Lanzarote y de las Islas, en ocasiones al resto del Estado, desde la sociedad civil.

¿Considera, tal y como afirmó José Juan Ramírez, que la Fundación ha pagado un alto precio por su lucha contra la corrupción y la especulación?

Desde luego. Pueblo chico, infierno grande, ya se sabe. Meter las narices en la lucha contra la corrupción y la especulación es entrar en la casa de lobo. Y de allí no se sale sin dentelladas en el cuerpo. Si nos hubiéramos dedicado exclusivamente a organizar actividades culturales, otro gallo hubiera cantado. Cuando se le cuestiona, el poder del dinero es un lobo feroz, asistido, además, por una tupida red de servicio. Y podría decirse que la Fundación le ha plantado cara a ese poder real, el que manda, porque quita y pone. Sin griterío, pero con discreto tesón, con responsabilidad, en condiciones francamente difíciles cuando se hace a las claras. El urbanismo y la gestión del territorio de la isla son un queso gruyer, lleno de agujeros negros. No es que se hayan hecho mal las cosas, sino que ha habido un verdadero saqueo. Alguien tendría la tentación de decir que lo sucedido se asemeja a una acción continuada de vandalismo organizado en beneficio de los de siempre.

¿Es para tanto?

Hablamos de hoteles y planes parciales ilegales, cerca de una treintena de licencias anuladas, una investigación penal en curso, con imputaciones de la Fiscalía y valoraciones inquietantes sobre aquellos a los que se ha retirado la imputación. Una Fiscalía que sigue la pista de una trama organizada para conceder las licencias. Son alcaldes en la cárcel. Es la persecución de funcionarios rectos y de probada voluntad de servicio público en la Oficina del Plan Insular. Es la Operación Unión con cerca de un centenar de imputados y decenas de palos en la rueda judicial para tratar de desinflar vergonzosamente el caso. Es la Operación Jable, la Operación Montecarlo? Operación tras operación, y no salimos del quirófano... Y ahora es el escándalo de la ocupación masiva de zonas verdes, de suelo público, en Yaiza, un escándalo de proporciones mayúsculas, en el que no pocas veces los nombres de los promotores coinciden con los mismos de los hoteles ilegales. Y ante este desorden ¿qué hacer? ¿Mirar para otro lado? ¿Promover un nuevo planeamiento, ya sea municipal o insular, o ambos, que bendigan la impunidad o la semiimpunidad y aquí santaspascuas? ¿O procurar darle un poco de decencia a la democracia y a nuestra condición de ciudadanos a sabiendas de pagar un alto precio?

En este asunto, ¿se ha llegado a sentir la Fundación cuestionada por los políticos?

La Fundación, con excepciones, que las ha habido y las hay, ha tenido una mala relación con los políticos insulares y regionales de todo signo ideológico. Y esto es así porque la mala relación es con el poder. No deja de sorprenderme la incapacidad del poder para convivir con la crítica procedente de la sociedad civil y, en particular, de la cultura. Les molesta muchísimo, como si desatara un atávico complejo de inferioridad. La Fundación no sólo ha sido y sigue siendo cuestionada por parte de la política sino que se nos ha maltratado, sin deslindar los límites institucionales exigibles a las administraciones públicas, que nos representan a todos, a los que aplauden y a los que pitan. Es ilógico, pero la Fundación sobrevive a pesar de no pocos políticos y empresarios que han intentado laminarla, destruirla y acabar con sus responsables. Ha faltado inteligencia política y sentido de la responsabilidad institucional. Tengo la impresión de que poco a poco las cosas están empezando a cambiar o toman nuevos matices, en la desconfianza y el desafecto aún.

Igualmente, ¿piensa que le ha hecho daño denunciar la ilegalización de la planta hotelera?

Las denuncias a los hoteles y apartamentos ilegales están en la raíz del problema, como lo está el largo conflicto del aparcamiento Islas Canarias, también ilegalizado. La herencia de Manrique te pone cuadros en una mano y la responsabilidad de denunciar la especulación y la destrucción de la isla en la otra. Es nuestra obligación.

Además, la Casa de las Cúpulas también se ha visto inmersa en una gran polémica. ¿Qué piensa la Fundación al respecto?, ¿Cree que acabarán demoliendo esta edificación?

El juego con la Casa de las Cúpulas va en el paquete de ataques a la Fundación. La Fundación solicitó las debidas autorizaciones para construir un equipamiento cultural de interés público, como declaró el Gobierno, en suelo rústico protegido utilizando una vía excepcional contemplada entonces por la Ley del Suelo. Siguiendo ese mismo procedimiento se concedieron numerosas autorizaciones en la isla: conocidas bodegas en La Geria (en suelos con mayor protección que el de Tahíche), gasolineras, hoteles rurales, equipamientos deportivos? Más de una decena de edificios hoy en funcionamiento. No es cierto que la Fundación haya construido una cosa y se le diera permiso para otra. Es pura intoxicación.

Pero no es eso lo que se dice desde otros lados?

Claro, la campaña intenta hacer su trabajo de desgaste. Es lógico. Pero las cosas son como son. La Fundación construyó con la cobertura de una licencia municipal para obra nueva, que es el título habilitante último. Construyó lo autorizado y nada más que lo autorizado, como acredita la licencia de primera ocupación emitida por el Ayuntamiento. Si la autorización y la licencia han sido anuladas porque se tramitaron incorrectamente, las razones son imputables a las administraciones concernidas, tal y como dejan claro las sentencias. Y, llegado el caso, a esas administraciones pediremos responsabilidades, si se le causa un perjuicio irreversible a la Funda-ción, aunque el daño haya sido sobrevenido y no intencionado.

¿Podrá legalizarse el taller?

En el año 2000, se modificó la ley y se eliminó la vía que permitía conceder la licencia. Ahora el camino es incierto. Nuestra posición, después de haberle ofrecido la finca a la administración pública precisamente para procurar evitar la eventual indemnización, es clara: ejecútese la sentencia en sus propios términos y, si puede legalizarse sin forzar el marco normativo ni hacer cosas raras, hágase; de otro modo, demuélase. No me cabe duda de que así procederán los tribunales. Y esto que sirve para el taller próximo a la Casa de las Cúpulas, es extensible a todo lo que esté en similar situación, o sea, con licencia anulada y en fase de ejecución de sentencia. La voluntad y la conducta de la Fundación no van a quebrarse con intimidaciones ni presiones.

¿Sigue Lanzarote conservando el espíritu de César Manrique?

El espíritu de César cada vez está más difuminado, más maltrecho. Es una pérdida patrimonial extraordinaria. Si seguimos creciendo en plazas y banalizando el destino, uniformando la isla con campos de golf, parques temáticos, muelles deportivos? se acabará definitivamente con el espíritu de César.

¿Qué cree que pensaría Manrique del Lanzarote actual?

Se horrorizaría, no me cabe duda. César tenía muy claro que la isla que había en 1992 tenía poco que ver ya con la isla que él imaginó en los sesenta y primeros setenta, con su utopía. Pero creo que eso no sería obstáculo para seguir luchando por que las cosas mejorasen o, cuando menos, que no empeorasen.

La Fundación se ha posicionado en contra de las prospecciones. ¿Va a seguir luchando la entidad para paralizarlas?

Colaboraremos con las dinámicas institucionales y sociales y aportaremos cuanto esté en nuestras manos. Y nuestros servicios jurídicos están trabajando desde hace semanas en un recurso que ya hemos formalizado inicialmente. Las prospecciones, en una Reserva de Biosfera, son una extravagancia irresponsable. ¿Qué ganamos? Nada. Nada compensa a la catástrofe de un derrame.

¿Qué habría dicho César Manrique, un gran defensor del medio ambiente, sobre la extracción de petróleo?

Hace falta mucha imaginación y muy singular para imaginar a César promocionando Lanzarote junto a una torre de petróleo. No nos gusta interpretar la voluntad de César. No obstante, en este caso creo que nadie dudaría de que, por puro sentido común, hubiera elevado su voz enérgica para defender Lanzarote y, al mismo tiempo, se hubiera sentido orgulloso de la masiva reacción popular en la manifestación del pasado 24 de marzo, una muestra de dignidad y responsabilidad ciudadana, que la arrogancia y el ensimismamiento del poder debería tener en cuenta.

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