"Unidos es mejor"

Diego Ruiz
19 de octubre de 2020 (17:04 CET)
Actualizado el 19 de octubre de 2020 (20:58 CET)

Me hallo en una habitación que he alquilado en la ciudad de Granada para desarrollar mis estudios. Son las 19.13 horas de la tarde cuando escribo estas letras. Al mismo tiempo, mi compañero de piso intenta dar buen tono a la guitarra que ha adquirido hace unos días. Digo lo intenta, ya veremos si lo consigue. Pero ahí va. Y es, en este momento, cuando mi mente ha comenzado a reflexionar sobre el momento agudo y crítico que nos ha tocado vivir. No pretendo ser alarmista, ni insidioso, pero debemos ser conscientes de que este episodio tremendamente oscuro marcará para siempre nuestras vidas.

Soy canario. De Lanzarote especialmente. Una isla ideal que acoge una belleza y riqueza natural maravillosa. Declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993. Pero bueno, no es el encanto paisajístico o turístico de mi isla lo que quiero traer al objeto de este artículo. Si bien lo son las diferentes vicisitudes que ha sufrido a lo largo de estos meses: a consecuencia de su posición estratégica se ha producido la entrada de multitud de embarcaciones llenas de personas ( con toda la cobertura en derechos humanos que por tal condición merecen) que asoman en nuestras costas con esperanzas, asilo, derechos, y muchos sueños. Dicho sea de paso, esta situación trae a cuenta lo miserable de la raza humana que se aprovecha de la necesidad para sacar provecho económico, siendo conscientes de que muchos rostros perecen en el mar.

Evitando el debate de tipo político, y centrándonos en el plano humanitario, hay algo que sí queda claro: da la sensación de que los migrantes que huyen de sus países y arriban a nuestras costas tienen un tratamiento que contraviene el principio básico del respeto de la persona y de dignidad. Con esta suerte, las zonas más perjudicadas por la llegada desoladora de migrantes, son, también, las más olvidadas (véase el campo de refugiados de Moria). Siendo tratados en múltiples ocasiones, ante la falta de recursos técnicos y materiales, en condiciones indignas e insalubres no propias en un Estado que vela por el respeto y protección de los Derechos Humanos. En esta línea, es de justicia reconocer que ante la dejadez e incompetencia del Gobierno central, la presidenta del Cabildo de Lanzarote, Mª Dolores Corujo ha reubicado a los recién llegados en las embarcaciones en alojamientos hoteleros y naves, como sabemos a la espera de una respuesta firme y deseada por parte del Gobierno, y por ende de Europa.

No intento culpabilizar a ningún color, ni a ningún partido político. Aunque intenten ideologilizarlo creo que este debate no toca cuando se trata de Derecho Humanos, máxime de migrantes que abandonan su hogares en busca de sueños y emancipación de sus vidas por medio de travesías complicadas en la que se juegan sus vidas. Pero sí denuncio como ciudadano la inobservancia de oficio y la omisión de cuantas acciones en materia humanitaria pueden proyectarse para conseguir una política migratoria común y respetuosa con los garantías básicas humanas. En definitiva, política de pactos que incluyan intereses comunes. Como dijo Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión Europea: “Es inconcebible que Europa no tenga todavía política de inmigración coherente”.

Otro de los temas, que circula por mi cabeza es el relativo a la chispa que ha estallado en nuestras vidas de forma estrepitosa: la enfermedad Covid-19, poniendo de manifiesto que España no estaba bien preparada para riesgos de esta naturaleza.

Haciendo un escrutinio de diferentes artículos relativos al coronavirus, se saca en claro que el nuevo coronavirus no solo ha provocado una crisis sanitaria, sino también una crisis social, política y económica. Las pandemias que se prolongan en el tiempo muestran al principio solo una de sus caras: el miedo, la muerte. Pero a medida que avanza llega inexorablemente consecuencias colaterales: cierre de empresas, indignación social, rescisión de contratos, exigencias de responsabilidades... Ello nos lleva a pensar que el impacto global del coronavirus dependerá de cuanto dure la pandemia, de si somos capaces de controlar rebrotes y evitar oleadas, y de cómo de responsables seamos los ciudadanos más o menos jóvenes para con las más vulnerables y las fuerzas políticas.

En efecto, la pandemia no ha terminado, por lo que se hace necesario seguir trabajando en la búsqueda de mejores soluciones que nos permitan combatir a un virus tan inexplicable como fulminante. A pesar de que algunas regiones se empeñen en burlar los datos y no actuar conforme a las circunstancias de urgencia necesidad, apartando la atención de lo prioritario.

En suma, no es momento de activar el marketing político para hacernos saber lo bien o lo mal que se ha hecho, para lo que convendría hacer una “auditoría” independiente de cómo han trabajado cada uno de los poderes del Estado durante esta crisis una vez acabado este episodio. Y, es un buen momento para unirnos, cooperar y reforzar de verdad los recursos de que dispone España para afrontar esta crisis de forma solidaria y en línea con el máximo respeto al Ordenamiento jurídico. 

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