Una historia cargada de miserias

Sabemos que hay miles de personas sin empleo en la isla, personas que han perdido sus viviendas, historias de necesidad y hasta de miseria. Familias que antes tenían un trabajo y una vida holgada y ahora tienen que acudir a un ...

11 de febrero de 2011 (16:42 CET)

Sabemos que hay miles de personas sin empleo en la isla, personas que han perdido sus viviendas, historias de necesidad y hasta de miseria. Familias que antes tenían un trabajo y una vida holgada y ahora tienen que acudir a un ...

Sabemos que hay miles de personas sin empleo en la isla, personas que han perdido sus viviendas, historias de necesidad y hasta de miseria. Familias que antes tenían un trabajo y una vida holgada y ahora tienen que acudir a un comedor social para poder conseguir un plato de comida. Y desgraciadamente, también sabemos que mientras tanto, las instituciones públicas y los políticos están a otras cosas. A sus fotos propagandísticas, a su juego del escondite cuando hay problemas, a sus batallitas internas, a sus cambios de partido? Sin embargo, no podemos acostumbrarnos ni inmunizarnos ante los dramas ajenos.

Historias como la que esta semana ha tenido que publicar La Voz de Lanzarote, deberían poner los pelos de punta a toda la sociedad y abochornar a las administraciones. Que un hombre lleve cinco años viviendo en un garaje, sin siquiera cuarto de baño, haciendo sus necesidades en un cubo y conviviendo con cucarachas y falta de higiene, sería ya suficiente drama. Sin embargo, lo más espeluznante de esta historia es que, a todo eso, hay que sumar una terrible enfermedad. Al menos desde hace cuatro meses, tiene un enorme bulto en el cuello. Un tumor escalofriante que no puede esconderse, pero que hasta ahora no había servido para que le prestaran la debida atención.

La respuesta de Sanidad se centra en enumerar un puñado de citas médicas que le han dado en el último año, a algunas de las cuales no acudió, y afirmar que se le derivó en dos ocasiones al Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria para recibir radioterapia, pagándole el billete de avión. En fin, desgraciadamente, a que los pacientes tengan que salir de la isla para recibir tratamientos tan duros como habituales, tampoco deberíamos acostumbrarnos.

En el caso de Carlos, el director del área de Salud de Lanzarote llegó a hablar de "dejadez" por parte del paciente. Incluso, afirmó que no se puede atender su solicitud de ingresarle en Gran Canaria, porque los hospitales no son servicios sociales. Y tiene razón. Efectivamente, no se puede ir al hospital buscando una cama porque uno haya perdido su casa y esté viviendo en condiciones infrahumanas. Pero desde luego, tampoco se podría mandar a una persona a "casa" (en este caso a un inmundo garaje), con un tumor en el cuello del tamaño de una pelota de tenis (y eso sólo lo que se ve externamente) y con fortísimos dolores.

La época en la que los doctores conocían a todos los vecinos del pueblo queda sin duda muy lejos, pero tampoco se puede haber deshumanizado tanto la sanidad como para que un médico no sea capaz de detectar una situación de emergencia social, mezclada con un grave problema de salud. Y si nuestro sistema sanitario no puede ofrecer un ingreso mientras se realizan los estudios, se aplica el tratamiento o se intentan calmar el dolor y los síntomas, por lo menos debería haber dado un parte inmediato a los Servicios Sociales para evitar que una persona con ese problema de salud volviera a vivir sólo en esas condiciones de insalubridad.

Sin embargo, desde la Concejalía del Ayuntamiento de Arrecife aseguran que ni siquiera conocían la historia, hasta que fue publicada por lavozdelanzarote.com. Esa misma tarde, una asistente social visitó a Carlos y ya han iniciado los trámites para, al menos, ingresarle en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Insular. Sin duda, en caso de que se cumpla el compromiso, es una buena y rápida reacción, pero eso no evita preguntarse cómo podían no conocer el caso de Carlos. Preguntarse cuántos Carlos más habrá en Arrecife, o en Lanzarote. Preguntarse cómo las administraciones, los políticos y los funcionarios pueden estar tan lejos de la calle, y cómo la sociedad puede ser tan ajena a los problemas del prójimo.

En este caso, afortunadamente, sí hay alguien que no ha mirado para otro lado. Hace dos meses, un vecino se preocupó de hacer llegar este tema al director del área de Salud, y ahora ha acudido a La Voz de Lanzarote, en busca de ayuda. No pudo quedarse indiferente ante un vecino que malvive en un diminuto, oscuro y sucio garaje, mientras afronta un cáncer que ni siquiera es del todo consciente que tiene. Gracias a Arturo, Carlos ya no está sólo en esto.

Si a los políticos no les duelen de verdad los dramas de su ciudad, su isla o su país, la sociedad no puede seguir el mismo camino y, al menos, debería implicarse para buscar soluciones y sacarles los colores a sus representantes públicos.

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