Hay una luz que nos regalan ciertos días, un resplandor que permanece más allá del tiempo. Así siento que ocurre con aquellas jornadas inolvidables de celebración de la Poesía con la II Edición del Festival Versos, Volcanes y Viento que tuvo lugar la semana pasada. Y ahora que ha remitido el cansancio y que los poetas han regresado a sus casas, dejando un silencio más hondo en nuestro Arrecife, me siento feliz por el tiempo compartido y me pongo a buscar las palabras que cuenten una pequeña parte de lo vivido.
Esta nueva edición del Festival de Poesía Versos, Volcanes y Viento reunió una constelación de voces procedentes de distintos lugares de las islas, de la Península y alguna de un poquito más lejos —Teca Barreiro Llorente, Felicidad Batista, Berbel, Andrea Bernal, Iván Cabrera Cartaya, María Callealta, María Carretero, Manuel Concepción, Domingo Corujo, Fuensanta De la Cruz, Isabel Expósito Morales, Olivia Falcón, Inma Flores, Loli Gea, Guacimara Hernández, Carmen Herrera Castro, Benita López Peñate, Salvadora Martel Lima, Rubén Mettini, Josefa Molina, Isabel Montero, Elena Padrón Morales, Miren Palacios, Lucía Pastor Dueñas, Tere Perera, Héctor Rodríguez Riverol, Nacho Romero, Shaila Romero Perera, Yolanda Ruano, Elisa Rueda, Pedro Ruiz Hidalgo, Jose Javier Rus Cano, Valentina Sagredo, Carmen Salas del Río, Maruja Salgado, Purificación Santana, Manuel Tabares, y Mar Zeraus— cuyas palabras moldearon un paisaje poético que resonó en cada rincón de Arrecife.
El viernes 20 de junio, el islote de Fermina nos recibió con un recital frente al mar. Ascensión Toledo, Consejera de Educación del Cabildo, y Mercedes Minguela, directora del festival, inauguraron la jornada que desplegó versos nacidos de la isla, de los volcanes y el viento. La soprano Judit Pezoa y el pianista Elías Romero, en colaboración con la Orquesta Clásica de Lanzarote y su gerente, Roberto Fuentes, elevaron esa tarde la emoción con su música hacia las alturas.
El sábado 21, Nacho Romero, biólogo y poeta, nos guió en un recorrido histórico y poético por el centro de Arrecife, comenzando en el Charco de San Ginés. Allí, las palabras se entrelazaron con la piedra, el mar y la virazón, construyendo un diálogo íntimo con el paisaje.
Por la tarde, en el CIC El Almacén, tuve el honor de dialogar junto a Mercedes Minguela con Yolanda Castaño, Premio Nacional de Poesía 2023. Su sensibilidad gallega, su exploración profunda de la memoria, el cuerpo y la palabra, nos recordó que la poesía es tan delicada y resistente como los muros de piedra en media luna que protegen las vides en La Geria. Esa metáfora perfecta para el oficio paciente de construir versos con dedicación. La naturalidad de Yolanda, su voz luminosa y sentida, nos emocionó con la lectura de algunos poemas de su libro Materia. Apenas días antes, Yolanda Ruano y yo habíamos explorado con ella el paisaje de La Geria, ese fascinante lugar de piedra, sol y vid que late con la misma tenacidad que la poesía.
El recital en El Almacén reunió esa tarde a voces extraordinarias —Berbel, Isabel Expósito Morales, Fuensanta de la Cruz, Mar Zeraus, Iván Cabrera Cartaya y María Carretero— que tejieron una atmósfera enriquecida por la diversidad de acentos y sensibilidades.
Por su parte la mañana del domingo 22 nos llevó a la Fundación Curbelo-Santana, donde Estefanía Camejo y la propia Rufina Santana abrieron generosamente los estudios de la familia, compartiendo con nosotros la magia de su proceso creativo.
El festival concluyó en la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz de Arrecife con “Versos Callejeros”, una performance participativa que culminó con la mágica lectura de unos versos de Cecilia Domínguez Luis y Saulo Torón sobre el mar en silbo canario, a cargo de algunos miembros de la Asociación Cultural Pueblo Maho. Un cierre que evocó la fuerza viva de la cultura local y el diálogo abierto con la poesía.
La poesía, como el volcán, guarda en su interior un fuego silencioso, inconmensurable, que solo se revela cuando se abre en la voz colectiva de quienes la celebramos. Aunque los poetas se hayan marchado, sus voces resuenan en las calles y en el viento de Arrecife. Resuenan entre <<las siluetas de los volcanes, la aridez asombrosa, el encanto del charco de San Ginés y las casitas blancas con marcos y contraventanas azules del casco histórico de Arrecife y su vibrante paseo marítimo>>, en palabras de la propia Yolanda Castaño. Lanzarote fue por unos días un verso en expansión, un poema vivo que ahora late en la memoria y en el corazón de todos los que tuvimos la fortuna de compartir esos días de luz, volcanes y viento.