Moción de censura: Obsolescencia programada a 4,74 euros

Diego Ruiz
27 de marzo de 2023 (09:57 CET)
Actualizado el 27 de marzo de 2023 (18:16 CET)

El título del presente artículo no es fruto de una casualidad. Es sencillamente el precio que le ha puesto el economista, Ramón Tamames, al discurso reproducido en el templo de la soberanía nacional la semana pasada, una suerte de “análisis para la renovación de la vida política y social”, en la plataforma AMAZON. Vean cuán económico es ocupar un escaño y lanzar todo tipo de fusilería.

“Señoros”, señores y, -me gustaría añadir- señoras, por no olvidarme del 49,5% de la ciudadanía global, les pediré que ocupen sus puestos, tomen una tila, y presten atención a uno de los momentos más determinantes de la política española desde que el modelo constitucional descansa en la democracia y el Estado de derecho (artículo 1.1 Constitución Española (CE)).

Quien haya disfrutado de este esperpento, más propio del país de Valle Inclán, que, del año 2023, habrá caído en la cuenta de que el objetivo que perseguía la moción de censura (regulada en los artículos 113 y siguientes CE) quedó sobradamente violentado. Si recordamos, o simplemente leemos dichos preceptos, es indudable reconocerle que se trata de un instrumento jurídico, legítimamente adecuado,-cuando se ajustan las mayorías necesarias-, y es debidamente empleado. En este caso, ni hubo un proyecto constructivo por parte del candidato a la presidencia, Ramón Tamames, ni mucho menos un debate efectivo sobre las pretendidas propuestas. Su intervención estaba más cerca de una ponencia de un anticuado catedrático en su pleno esplendor que a un programa articulado de Gobierno alternativo. Ya proceden sin descaro, anticipan sus mítines y campañas de tono prometedor, sin previo aviso.

La moción de censura planteada por Vox era fallida antes de su arranque. La instrumentalización política por medio de este arma legitimadora y constitucional ayudó a devaluar a una Cámara Baja obligada a empeñar su tiempo en una moción con nulas posibilidades de prosperar y que además desatendía el futuro de España y de la realidad internacional.

El derruido escenario que esbozó el candidato promovió que, el presidente del Gobierno, primero, y la vicepresidenta, después, revirtieran el objetivo de la moción. Alejado del consenso general, la candidatura Ramón Tamames ha dejado más pros que contras. La evaluación crítica que pretendía el candidato, con un ego un tanto desorientado, pasó a ser la comparación de dos modelos de gobierno. El interés que (no) despertaron nos ha servido para saber que ha hecho el gobierno actual en sus años de legislatura. Las intervenciones de ambos mandatarios sembraron la esperanza, el buen hacer, y la buena política. El tiempo pasado no sé si sería mejor, pero estoy convencido de que el tiempo presente y el que estará por venir, no se ajusta a la reaccionaria, inventada y anacrónica realidad en la que quisiera vivir el Señor Tamames.

La flojedad argumental del candidato aparejado a su falta de programa constructivo para España pusieron de relieve dos cuestiones: la peligrosidad de normalizar afirmaciones tales como “los hispanoamericanos encuentran trabajos al día
siguiente de llegar al país” o “las mujeres son utilizadas como moneda de cambio”, sin facilitar un solo dato que acredite la entidad de tal aseveraciones, llamando a degradar las funciones de una democracia del siglo XXI y a generar mensajes de odio asentados en falacias; y la capacidad que ha tenido el Gobierno de redirigir esta moción, con la firmeza de las intervenciones, la solvencia del trabajo bien hecho y el agradecimiento a cuentos ministerios se empeñan en hacerlo posible en un intento de arrimar el hombro en tiempos revueltos en el seno interno del Gobierno de coalición.

Sin duda, ha merecido la pena escucharle, pero también, ha dado mucha pena. La idea de que todo lo pasado fue mejor denota una nula capacidad para reconocerle a las generaciones venideras de españoles y españolas acertar y equivocarnos.

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