Las oscuras sombras de la comisaría

"Pocas cosas son tan ilustrativas de la maldad, crueldad y degeneración en las que a veces incurre el género humano como el ejercicio de la violencia y la humillación de quien se encuentra en una posición de inferioridad y ...

14 de mayo de 2010 (14:57 CET)

"Pocas cosas son tan ilustrativas de la maldad, crueldad y degeneración en las que a veces incurre el género humano como el ejercicio de la violencia y la humillación de quien se encuentra en una posición de inferioridad y ...

"Pocas cosas son tan ilustrativas de la maldad, crueldad y degeneración en las que a veces incurre el género humano como el ejercicio de la violencia y la humillación de quien se encuentra en una posición de inferioridad y desprovisto de la posibilidad de defensa. Se trata de una de las manifestaciones delictivas más graves en un Estado de Derecho". Con esa contundencia se pronunciaba hace dos años la Audiencia Provincial de Las Palmas, en una sentencia que condenó a dos agentes de la Policía Nacional por la detención ilegal de una persona en el año 2005. Según el fallo, le causaron lesiones, atentaron contra su integridad moral con insultos y vejaciones en Comisaría y luego falsearon el parte, mostrándose ellos como los agredidos.

Ahora, un nuevo escándalo salpica a este cuerpo policial. El relato de los dos hermanos que aseguran haber sido víctimas de una brutal paliza en los calabozos y los aparcamientos de la Comisaría parecería totalmente increíble si no fuera porque, de momento, han sido detenidos cinco agentes. Algo que refleja que la jueza que instruye la causa ha encontrado indicios de veracidad en la denuncia que presentaron estos dos jóvenes, con signos evidentes de graves lesiones.

Evidentemente, los agentes tienen derecho a la presunción de inocencia y será la conclusión de este proceso judicial la que determine lo ocurrido pero, a la luz de otros terribles episodios que ya se han vivido en esta misma Comisaría, resulta inadmisible que no se haya aprendido de los errores.

Y es que al margen de que aún habrá que esperar a los resultados del juicio, la reacción de la Jefatura de Policía y en particular del comisario de Arrecife, Federico Teodoro Pérez, son insultantemente insuficientes. De hecho, días después de ser presentada la denuncia por parte de los dos jóvenes presuntamente agredidos, los policías implicados seguían en sus puestos de trabajo. Y tras su detención, sólo dos han sido suspendidos.

Y todo ello, con un vergonzoso silencio oficial, que sólo se ha roto con una nota de prensa, enviada muchos días después de que se presentara la denuncia, y cuando el tema, incluyendo los arrestos de los agentes, ya había aparecido en las portadas de muchísimos medios de comunicación.

Pero pese a ese retraso en dar respuestas, en el comunicado afirmaban que habían procedido a la "urgente" incoación de procedimiento formal disciplinario. Por parte del comisario, ni una sola palabra oficial, ni un solo gesto para garantizar que los agentes que salen a las calles a velar por la seguridad de los ciudadanos no puedan convertirse en todo lo contrario.

Él puede creer o no en la inocencia de sus compañeros, pero su obligación es tomar las medidas oportunas, aunque sea de forma cautelar, ante cualquier mínima duda, sospecha o denuncia. Porque en caso contrario, se contribuye a dañar no la imagen de dos, tres o cinco agentes, sino de todo un cuerpo.

En aquella sentencia judicial de enero de 2008, no sólo se condenaba a dos policías sino que, también, los magistrados mostraban su convicción de que muchos agentes mintieron durante el juicio para proteger a sus compañeros.

El resultado de este juicio, que fue un auténtico varapalo para los agentes implicados (tanto los que cometieron el delito como los que miraron para otro lado mientras sucedían los hechos), debería haber servido de auténtico escarmiento para desterrar aberraciones de este calibre de una institución que debería ser un referente y una garantía de la seguridad de los ciudadanos.

Obviamente, no se puede juzgar a todo un colectivo, bien sea policial, político o de cualquier índole, por lo que hagan algunos de sus miembros, pero la realidad es que si en lugar de marcar distancia de ellos se les protege y ampara, es difícil que el conjunto no quede salpicado.

En esa sentencia que en 2008 condenó a dos policías, se cuestionaba con dureza el encubrimiento realizado por el resto de los agentes, aunque también se destacaba que hubo policías que constituyeron "honrosas excepciones" y que fueron claves para poder emitir ese fallo. Ahora, tienen la oportunidad de demostrar que lo "honroso" no es algo excepcional.

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