En este mundo que nos ha tocado vivir es prácticamente imposible ser feliz. Cuando a uno no le preocupan las facturas de la hipoteca, le preocupa que el niño está enfermo, que no tiene un coche igual que el de su vecino o que su suegra le hace la vida imposible. Rectifico: no es que sea imposible ser feliz, es que nos empeñamos en no serlo.
Prácticamente todo, por no decir todo, gira en torno al dinero. "El dinero no da la felicidad, sobre todo cuando hay poco", solemos decir medio en broma y medio en serio. El que gana poco está frustrado; el que gana lo justo también, y el que gana mucho más que lo justo siempre quiere más. Es imposible encontrarte a alguien por la calle que te diga a las claras que es totalmente feliz, que está satisfecho con la vida que le ha tocado.
Esta forma estúpida que tenemos de complicarnos, de no darnos cuenta nunca de que hay que olvidarse de los problemas mundanos y centrarse verdaderamente en las cosas que tienen valor e importancia, me vino cuando me enteré ayer de la sobrecogedora noticia de que un terremoto había matado a miles de personas en Irán.
Como no tienen bastante en ese territorio devastado por la estupidez del hombre, como no han sufrido sus gentes por la sucesión de gobernantes chiflados que han sido incapaces de rentabilizar sus innumerables riquezas, ahora les ha venido un castigo de la Madre Naturaleza que se ha cobrado la vida en la ciudad de Bam de miles de inocentes, la mayoría de los cuales no se podía imaginar ni por asomo que algo así les podría haber ocurrido, y que seguramente estaban el día anterior lamentándose de algo, como hacemos todos.
Es eso lo que verdaderamente nos tendría que preocupar. El porqué de las cosas. ¿Es justo que una persona muera aplastada por el techo de su vivienda mientras está viendo tranquilamente la televisión? No, no es justo, pero ocurre. Pensando así descubriríamos lo importante que puede ser dar un giro radical a nuestra actitud frente a la vida y colaborar para humanizar a una sociedad que se encuentra al borde de la deshumanización completa.
¿Quién no se ha dado cuenta de lo que están cambiando tradiciones tan importantes y tan bonitas como las fiestas de Navidad, en qué hogar de la Isla no se ha comentado que hace unos años las cosas eran muy diferentes, que había más alegría, quién no ha oído ya a centenares de personas despotricando contra estos días festivos? Creo que en casi todas las casas a alguien se le habrá pasado por la mente esta cuestión, si es que no la ha soltado y ha iniciado un debate que entiendo que se repite y se repetirá hasta que cambien las cosas.
Encima, y ahora cambio el tono del escrito, deberíamos dar gracias al saber que Canarias ha sido y parece que seguirá siendo la Comunidad española con la tasa de mortalidad más baja, al registrar un índice de 710,20 defunciones por cada 100.000 habitantes. Es decir, que además de tener una tierra única, de contar con los tesoros paisajísticos más importantes del mundo, de poseer un clima inigualable y una situación económica envidiable, resulta que en el Archipiélago es donde menos se muere la gente.
Hay que pensárselo dos veces antes de lanzar nuestras quejas al más allá. Muchas sé que están justificadas, otras no tanto. Pensemos de vez en cuando lo que ocurre a nuestro alrededor. Ya sabes que cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía; "¿habrá otro (para sí decía) más pobre y triste que yo?", y resulta que halló la respuesta viendo, que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó. Creo que es un buen mensaje para empezar un año nuevo.
Antonio Pérez Guzmán