Estado de alarma

La inmensa mayoría de los españoles, más allá de que compartan o critiquen la gestión realizada por el Gobierno central respecto al pulso de los controladores, vio con buenos ojos la actitud adoptada por el Ejecutivo en el puente ...

17 de diciembre de 2010 (13:59 CET)

La inmensa mayoría de los españoles, más allá de que compartan o critiquen la gestión realizada por el Gobierno central respecto al pulso de los controladores, vio con buenos ojos la actitud adoptada por el Ejecutivo en el puente ...

La inmensa mayoría de los españoles, más allá de que compartan o critiquen la gestión realizada por el Gobierno central respecto al pulso de los controladores, vio con buenos ojos la actitud adoptada por el Ejecutivo en el puente de la Constitución, para frenar de raíz la huelga salvaje y mezquina que dejó en tierra y atrapados a cientos de miles de pasajeros en toda España.

Ahora, prorrogar el estado de alarma, mantener militarizadas las torres de control o incluso privatizar este servicio en varios aeropuertos, incluyendo el de Lanzarote, puede suponer un debate más complejo. Pero aquel día, los pasajeros, las aerolíneas, el sector turístico y todos los que estaban pendientes de coger un vuelo aplaudieron sin reservas ese jaque mate a los controladores, que han conseguido ganarse a pulso el rechazo y hasta el desprecio de buena parte de la sociedad.

Sin embargo, menos de una semana después de que se suspendiera esa huelga encubierta, la misma situación se repetía en el aeropuerto de Guacimeta. Vuelos retrasados, despegues y aterrizajes cancelados y aviones desviados a Fuerteventura y Gran Canaria, porque no podían acceder al aeródromo lanzaroteño. Esta vez no eran los controladores. Tampoco las cenizas de un volcán. Ni siquiera una alerta meteorológica. Un viento del sur un poco más intenso de lo habitual, y unas nubes bajas, dejaron prácticamente cerrado el aeropuerto durante horas, cuando la isla aún no se había recuperado de la debacle del puente de la Constitución.

Aquí no se declararon estados de alarma, ni se optó por militarizar las nubes o el viento. Simplemente, tocó aguantar el chaparrón y la escasa y deficiente información de Aena, que durante horas intentó ocultar la realidad que se estaba viviendo en el aeropuerto lanzaroteño, pese a las insistentes llamadas que se realizaron desde este medio de comunicación para preguntar por lo que estaba sucediendo. La única nota de prensa recibida desde Aena en aquella jornada fue para hablar de un concurso infantil de pintura.

Finalmente, se rindieron a la evidencia y, al menos telefónicamente, empezaron a dar alguna explicación, aunque siempre minimizándolo y sin dar datos exactos de lo que ocurría. Ni siquiera para mantener informadas a las personas que en esa jornada estaban aún pendientes de acudir al aeropuerto a coger un vuelo.

Y por supuesto, la culpa de lo sucedido no era de ellos, ni del aeropuerto. Al menos, eso afirman desde el gabinete de prensa de Las Palmas. En el caso del director del aeropuerto, Dionisio Canomanuel, ni siquiera fue capaz de responder a las preguntas de La Voz. Al solicitar una entrevista a su gabinete de prensa, exigieron previamente un cuestionario por escrito para saber sobre qué se le iba a preguntar y, tras elaborarlo y enviárselo, terminaron rechazando la solicitud. Al parecer, el responsable del aeropuerto lanzaroteño elige qué preguntas responde y cuáles no, y no tiene ningún interés en explicar a esta isla cuáles son las condiciones técnicas de Guacimeta.

Mientras tanto, Lanzarote vuelve ahora a levantar la voz. Al menos, lo han hecho públicamente las asociaciones empresariales, como la Cámara de Comercio, Aetur y Asolan, y también el Partido Popular. La vieja exigencia de la ampliación de la pista de aterrizaje, ya que la actual impide la llegada de aviones de mayor envergadura y procedentes de destinos alejados, vuelve a estar sobre la mesa, y también se reclama ahora el sistema de aproximación ILS. Algunas voces consideran que con ese sistema se hubiera resuelto el problema generado el jueves de la pasada semana, y otras señalan que la orografía de la zona donde está instalado el aeropuerto lanzaroteño no permite su instalación, pero lo increíble es que no haya estudios serios sobre la mesa al respecto.

Evidentemente, muchos aeropuertos soportan condiciones mucho peores que las del de Lanzarote, y también quedan inoperativos muchas más veces al año. La diferencia es que aquí no hacen falta nevadas descomunales ni vientos huracanados para quedar fuera de servicio. Y aunque no sea habitual, es imperdonable que no se evite si se puede evitar. Especialmente en un aeropuerto sumamente rentable para Aena, que es uno de los que mueve mayor volumen de pasajeros de toda España, y que debería tener todos los sistemas posibles para garantizar la operatividad para todo tipo de aeronaves y, sobre todo, ante circunstancias climatológicas que nada tienen de extremas.

Durante años se ha oído hablar de la ampliación de la pista y hace un año vendieron un supuesto acuerdo entre las instituciones de la isla para alargarla hacia el mar, pero la realidad es que, hasta la fecha, todo es papel mojado. Aena ni siquiera se ha pronunciado sobre si lo va a hacer o no, y desde luego no lo tiene presupuestado. De hecho, en medio de versiones contradictorias de unos y otros, lo cierto es que ni siquiera hay aún informes de impacto sobre la mesa.

Y la culpa, desde luego, es de Aena, pero sobre todo de los que se lo consienten. Y es que, como en tantos otros temas, las instituciones y los políticos que representan a esta isla no consiguen, o no les interesa, defender los verdaderos intereses de Lanzarote.

El aeropuerto es vital para la isla, tanto por la economía basada en el turismo como por la necesidad del transporte aéreo que tienen los lanzaroteños, que dependen de avión para cualquier desplazamiento de ocio, trabajo o incluso sanitario. Y al ver el desconocimiento, el desinterés y la falta de resultados que nuestros representantes demuestran en éstos y otros temas, a veces, al igual que con los controladores, darían ganas de echarlos a todos a la calle y decretar el estado de alarma.

LO MAS LEÍDO