Encuentro que el Estatut es descafeinado porque no postula el derecho a la autodeterminación, que no implica la independencia sinó que los catalanes -como cualquier otro- tienen que poder decidir en cada momento su futuro. De hecho, la Constitución también niega este derecho, pero ahora podríamos superar las deficiencias de haber sido elaborada evitando incomodar a los militares. Por otra parte, también me desagrada que el Estatut no garantice derechos sociales y ciudadanos, y que haya sido elaborada al margen del pueblo, con unas pocas consultas a sindicatos, patronales y alguna entidad. Aún así, este Estatut es mucho mejor que el anterior y necesario por cortar el déficit económico que nos impide políticas sociales urgentes. Pero lo más sorprendente de estos días no es el Estatuto sinó la humillante constatación que en España se ven dueños de nuestro destino.
Yo comparo la relación Cataluña-España a un matrimonio. El matrimonio no fue por amor, y quizás ahora no tendría lugar porque ha habido mucha violencia intrafamiliar y faltas de respeto, pero en la actualidad aún estamos casados, por lo tanto tenemos que partir de esta situación. Este matrimonio establece (en la Constitución) que uno de los cónyugues está por encima del otro, y le puede decir a este si se está organizando su vida (Estatuto) adecuadamente. En cambio, pese a la vida en común, los cónyugues no tendrían que quedar anulados como personas individuales y tendrían que tener el derecho a satisfacer sus necesidades vitales, de no ser así se estaría dinamitando el deseo de seguir viviendo juntos.
¿Pensaríamos que un cónyugue podría encontrar estimulante un matrimonio que fuera prisión en lugar de gozo y amor? ¿Sería un delito que uno quisiera el divorcio si el otro quiere tener una relación donde él lo mande y supervise todo? No me sorprende que los del PP (que ven inadecuado el divorcio) piensen que Cataluña está obligada a permanecer en el Estado español aun si no se sintiera bien en ella y que movilicen a sus 700.000 afiliados contra el Estatut; pero no puedo entender que el PSOE, IU y otros partidos no se den cuenta que las amputaciones a nuestra libertad sólo acentúan nuestra incomodidad hacia este matrimonio. Los catalanes somos tan dignos de respeto como cualquier otro, y es inaceptable que los españoles puedan decidir lo que podemos y no podemos querer. Por el momento pueden humillarnos con imposiciones, pero de seguir así, haciéndonos sentir su poder en lugar de su respeto y amor, será imposible evitar el divorcio, igual como no aceptaríamos que una persona se viera obligada a continuar en un matrimonio que la desautoriza y menosprecia como persona.
Jordi Oriola Folch