Entre la paradoja y la bipolaridad

22 de marzo de 2020 (12:21 CET)

GDP-IHay muy pocas cosas de las que tenga algo parecido, aunque sea lejano, a una certeza. Pero la experiencia me dice que el mundo, en todos los sentidos que atañen al cerebro humano, es paradójico y bipolar. Estos días he visto infinidad de post escritos y lo que sea en favor de la ciencia, la ciencia como la salvación de la humanidad. Y estoy de acuerdo al cien por cien? si el mundo no fuera paradójico y bipolar.

Así, resulta que detrás de todos los problemas que nos va a solucionar la ciencia, está la propia ciencia creándolos. Y eso no es bueno ni malo, es paradójico y bipolar. Ahora estoy en la posición de un babieca flotando en un barril en medio de la mayor batalla naval de la historia. Y recuerdo este "cuento" budista: Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. Sus familiares y amigos le querían procurar un médico, pero el hombre enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen. Quería saber también si este hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también requería saber con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda. Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real... Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas.

Así que quiénes son esos que lanzan virus o aprovechan un virus lanzado por la naturaleza para controlar el mundo, desde mi barril me atañe poco. Ahora mismo viene un destructor a toda pastilla en dirección al babieca en el barril y te puedes imaginar de qué sirve hacerle aspavientos. No me dio, pero casi me revienta el torpedo que iba para él. Ahora aprovecho para recoger comida y cosas que están flotando, ¡jo!, y voy a tener que recoger a uno de los guerreros que ese si me está haciendo aspavientos desde el agua. ¿Ves la paradoja? Nos haremos colegas, aunque capaz es de cortarme el cogote y quedarse el barril para él solo. Tiene mucho miedo.

Esta mañana al amanecer me crucé con una familia que iba plácidamente nadando como si estuviera en otro mundo; el padre nadaba de espaldas con un crío en su barriga sentado con las piernas colgando y los pies en el agua, la madre nadaba junto a ellos; aunque parecía que no hacían esfuerzo alguno, se alejaron pronto de mí. Parecían extraordinariamente en paz y felices. Como el mar. Y los barcos desaparecían en una extraña niebla. Luego, cuando me empezaba a entrar la desazón de verlos alejarse sin ni siquiera verme, me di cuenta que junto el barril nadaban dos delfines blancos; saqué la mano y los acaricié.

Ahora ya todo me da igual, navego tranquilamente entre la paradoja y la bipolaridad. Con la visión de la familia y el tacto de la piel del delfín que se me metió en el corazón. El militar que recogí es yanqui, pero mulato; su padre me cuenta que es oriundo de Colombia y su madre majorera. Como la mía, y juntos lloramos un rato recordándolas. Y luego nos hemos tenido que tirar al agua y escondernos detrás del barril, porque no muy lejos ha salido un submarino a la superficie.

El majorero dice que están buscando la coca; su barco era el suministrador de la flotilla. Y los rusos debieron interceptar alguna comunicación. Hacía días que no podían acercare a la flota y la peña desesperada se había saltado los protocolos de seguridad de las comunicaciones. ¡La puta coca, cojones!, había dicho el almirante con luz visible en morse, pero el capitán del majorero solo veía los puntos, las rayas lo tenían confuso. No sé adónde y hasta cuándo nos llevará el barril. Pero intuyo que menos saben los de los barcos adónde van ellos.

Y sé que si hay hombres en sus seguras mansiones dirigiendo este cotarro para su bien, ninguno de ellos en mil años acariciará un delfín blanco. Ahora estamos haciendo una balsa con los fardos. ¡Ja!, los encontramos nosotros; los barcos se fueron echando leches; en la lejanía se vio una flota China. Y los rusos y los yanquis se fueron a pelear a otra parte.

Otra paradoja es que ni al majorero ni a mí nos apetece una mierda una rayita. Ahora los dos, aquí en nuestra balsa con barril, estamos hasta felices. A ver cuánto dura. La otra paradoja es que nosotros ni una raya y el mundo pasándose de la raya. Le explico al majorero que la vida es como la electricidad: solo con el cable positivo no hay luz. Me gustaría que volvieran los delfines blancos para que él los pudiera acariciar y descansara en paz.

LO MAS LEÍDO