Dormíamos, despertamos. 15M, 10 años de renovación democrática

David Machado
14 de mayo de 2021 (19:23 CET)

 

A veces olvidamos como pequeños impulsos pueden ocasionar cambios gigantes en una sociedad. Allá por el 2011 la población de este país sufrió las consecuencias de una crisis sistémica que afectó al capitalismo global. En 2008 de repente, la fiabilidad en los bancos, en las agencias de ratificación así como en los mercados bursátiles saltaron por los aires en Estados Unidos, cerrando el grifo a inversiones por todo el planeta. Todo parecía que iba a seguir igual pero las imágenes de agitación y convulsión en Wall Street cruzaron sin pena ni gloria por España. A las semanas siguientes las noticias mostraban como cientos de miles de personas se quedaban sin casa debido a los abusos y a las hipotecas basura de una gran parte del sector bancario, no solo estadounidense sino también a nivel nacional. La crisis minó la confianza crediticia en el planeta y el sistema se replegó, derrumbando las construcciones bursátiles y por ende, la economía de la mayoría de países occidentales.

 

En España la crisis global afectó a los bancos, ya que muchos de ellos se financiaban mediante inversiones de riesgo así como inmobiliarias. Este país se construyó mediante el “España va bien” del expresidente del gobierno José María Aznar, en una burbuja de especulación urbanística e inmobiliaria sin precedentes en la historia del país. Todo era la construcción, invertir en vivienda, en pisos, en patrimonio para especular y seguir alimentando una burbuja que se infló demasiado. Las grandes empresas construían hileras infinitas de promociones contratando a una cantidad de personas que abandonaron sus estudios, su formación y sus expectativas para dedicarse a la construcción y a la albañilería. Los obreros ganaban dinero, un sueldo que las instituciones bancarias deseaban para poder crecer más rápido y así nacieron las llamadas hipotecas basura. Los Españoles nos veíamos como el centro del mundo, viviendo una ilusión fundamentada en el mercadeo más salvaje. La crisis de 2008 impactó contra todo y aunque la mayoría de políticos creían que el sistema no iba a caer, este se derrumbó y produjo la gran recesión mundial de 2008 a 2014.

 

La economía se había especializado tanto en la construcción especulativa que cuando el crédito se acabó, el paro pasó de un 7,95% a un 27,16% de la población en el tramo de 2008 a 2013, recordemos que el paro juvenil (menores de 25 años) pasó a ser del 57,2%. Los jóvenes se veían abocados a un fracaso sistémico que llevó a una falla existencial sin precedentes. El capitalismo salvaje que se había instaurado en la etapa que transcurrió entre (1982-2015), ejerció un canto de sirena que vinculó a la política con las mayores cotas de corrupción de nuestra historia reciente. Al no haber arcos parlamentarios complejos no se ejercía en los consensos una pluralidad de miras y el poder era ejercido por una única fuerza política muy por encima de las demás.

 

Cuando era chinijo, entre 1998 y 2001 tengo el recuerdo de ir de casa de mi abuela en Yaiza a la playa de Papagayo en Playa Blanca. Siempre me gustaba mirar el paisaje y se me ha quedado impregnado en la memoria el recuerdo de decenas de grúas enormes ocupando todo el suelo y los cientos de camiones de construcción alimentando el crecimiento descontrolado de las zonas urbanas de Lanzarote. El tráfico no era solo logístico sino de empleados que en poco tiempo se endeudaron e hipotecaron pensando que esa burbuja duraría eternamente, pero nada más lejos de la realidad, esta pinchó.

 

En 2011, estaba en mi primer ciclo de estudios universitarios, realizando el grado en Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Iba a la Universidad en bicicleta y en mi camino pasaba por debajo de la Plaza de España, el panorama que veía era desolador por la cantidad de gente que estaba durmiendo allí sin la posibilidad de ir a un albergue municipal de la ciudad de Madrid. En la facultad habían muchísimas discusiones, sobre todo por la falta de financiación que recibía esta para poder funcionar adecuadamente así como el incremento que en aquel momento la comunidad de Madrid estaba añadiendo a las matriculas universitarias, muchas compañeras y compañeros tuvieron que dejar la universidad. La situación se volvía insoportable.

 

El 15 de Mayo ocurrió algo que despertó toda la consciencia colectiva de una generación, nuestros mayores siempre andaban luchando, manifestándose y demandando mejoras, pero la generación que vivió la burbuja inmobiliaria despertó. Un latido se expandió por toda España, llevando a todas las plazas de cada ciudad del estado las demandas, reflexiones, debates y propuestas de la sociedad que empezaba a padecer la precariedad que los recortes generaban. De esa manera todo comenzó a crecer y formarse de manera orgánica, el 15M pasó a convertirse en una suerte de ágora ciudadana, donde se practicaba el mutualismo y el respeto a la igualdad de las personas. El movimiento creció tanto que se conformaron decenas de comisiones como las de igualdad, feminismos, ecología, medioambiente, movimiento LGTBIQ+, política y asesoría laboral, acción social, cultura, activismo digital entre otras muchas. Las plazas pasaron a convertirse en una utopía, una propuesta de mundo justo donde la sociedad hiciera política y demandara a los partidos una agenda social que por aquel entonces se alejaba a pasos agigantados de las preocupaciones de las y los españoles. En esas plazas la gente se organizaban incluso generando bibliotecas populares. El 15M fue resistencia ante los recortes, fue reflexión ante la política de vivienda, fue un aire renovador a la democracia española, significó la apertura del ecosistema político a fuerzas de distinta índole y pensamiento, fue el despertar de la ciudadanía y la demostración de que cuando el pueblo se une y demanda cambios, consigue articular mejoras sustanciales desde la perspectiva de la equidad, la igualdad, la solidaridad y el pensamiento crítico.

 

El 15M fue un movimiento vital en un momento concreto de la historia reciente de España, pero como muchos vaticinaban, no murió, llegó a los partidos políticos existentes, generó nuevas formaciones políticas, llevaron a la agenda pública las problemáticas medioambientales entre otras muchas cosas. El movimiento de los indignados, de las plazas como ágoras de pensamiento evolucionó y se conformó en las mareas, como la verde cuya demanda fue la defensa de una educación pública de calidad, la marea blanca que defendía una sanidad pública y universal a todas las personas, la plataforma de afectados de la hipoteca cuyo fin era proteger a aquellas personas en situación precaria que se les iba a desahuciar e incluso también la lucha de nuestros mayores defendiendo las pensiones dignas.

 

¿Está el 15M muerto? De ninguna manera, este movimiento significó el inicio de un despertar que a día de hoy sigue vigente en muchísimas asociaciones de vecinos, en colectivos ecologistas, en partidos políticos, en sindicatos, en asociaciones feministas, en el movimiento LGTBIQ+, en colectivos agrarios de la mal llamada “España vaciada”, en la solidaridad de los movimientos antirracistas. Está vivo en todo el movimiento social que sigue haciendo con su lucha, que la política mejore. El 15M no fue algo espontáneo, fue la consecución de décadas y décadas de movimientos sociales. Sus logros no son revolucionarios pero si paradigmáticos, ya que por un lado renovó la política española logrando a día de hoy el primer gobierno de coalición desde hace casi un siglo, haciendo que la pluralidad y el debate activo sea la matriz de la actividad política. Ha hecho que la corrupción no sea algo que pasa y ya está, sino que se le mire con la gravedad que este tipo de acciones y comportamientos generan a la sociedad, ha hecho que miremos a la educación y a la sanidad como motores de nuestro estado del bienestar y entre otras muchas cosas más ha hecho que la gente, hable, debata y demande mejoras a sus dirigentes.

 

Para mi, participar en este movimiento supuso un impulso vital para fijarme en cuestiones que hasta entonces me parecían litúrgicas y dogmáticas. De una u otra manera, me hizo confiar en que a través de la lucha activa así como pacífica, la sociedad consigue hacer poco a poco un mundo más justo.

 

Sigamos yendo a las plazas y hablemos de política, sigamos hablando con nuestro vecindario sobre los problemas que acontecen donde vivimos, hablemos con los mayores, con los niños e intentemos buscar soluciones que sean escuchadas por nuestros representantes. Demandemos mejoras en nuestro mundo, mejoras que lleven a la sociedad a ser más justa.

 

J. David Machado Gutiérrez

Experto en Cultura Contemporánea

 

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