La dignidad para nuestros hijos e hijas es innegociable

28 de agosto de 2022 (19:27 CET)
Actualizado el 28 de agosto de 2022 (19:31 CET)

En últimos años se ha ido generando una progresiva toma de consciencia acerca de la necesidad de ejecutar medidas que nos encaminen hacia una sociedad más integradora y respetuosa. La celebración de las fiestas de verano en los diferentes municipios de la isla han sido una  muestra de que la inclusión de espacios adaptados a las personas con diversidad funcional es ya algo sencillamente irrenunciable para las instituciones. 

La firmeza y perseverancia del tejido asociativo y de las madres y padres ha conseguido que, por ejemplo,  sea un punto de obligado cumplimiento que allí donde se instalen ferias y cochitos, haya una “jornada inclusiva” donde durante unas horas se disminuyen los estímulos sensoriales, como la iluminación y la música, para ofrecer un espacio más respetuoso y cómodo para las personas TEA (con trastorno del espectro autista) y otros diagnósticos. 

A pesar de que hay que celebrar los espacios conquistados, como madre de un niño con autismo, y estoy segura de que muchas familias lo comparten, créanme que el trato profesado en algunas fiestas me ha hecho sentir humillada y tratada de forma condescendiente.

Para no confundir la reivindicación de derechos mínimos con algo que se utiliza como arma arrojadiza, no mencionaré a quien ha errado pero lo cierto es que hemos tenido situaciones para todos los gustos: desde quienes se han limitado a cumplir con unos mínimos habilitando unas horas sin música e iluminación; quienes han programado esa jornada en horario de mañana pretendiendo que los niños y niñas con autismo vayan a los cochitos en un horario diferente al resto de personas y por último, quienes han pintado esa jornada en el programa de las fiestas pero no han cumplido con su palabra correctamente. 

En el lado completamente opuesto, me parece de justicia mencionar la apuesta por la diversidad en la programación realizada por el Ayuntamiento de San Bartolomé.  Planteando como lema “Este año en San Bartolomé jugamos todos y todas” ofrecían un variado programa inclusivo con diferentes actividades donde los niños y niñas estuvieron siempre acompañados por un equipo de excelentes terapeutas ocupacionales. Además, se complementó con otras medidas como una pulsera para evitar colas o esperas, así como un espacio habilitado para la calma, por si alguna persona precisaba alejarse de los estímulos sensoriales en determinado momento. 

Dicho solamente así, suena bien. Pero les sonará todavía mejor si les digo que probablemente nunca en ninguna fiesta patronal en la isla de Lanzarote se adaptó una actividad deportiva como el skate para un niño con movilidad reducida o una obra teatral para niños con discapacidad intelectual o dificultades con el lenguaje. Todo esto se dio siempre en espacios compartidos con el resto de la comunidad. Porque así es como se consigue la inclusión: compartiendo y conviviendo. 

Las sensaciones que hemos tenido son sencillas pero no las tenemos garantizadas siempre: respeto, dignidad y tranquilidad. La tranquilidad que te da saber que vives en un lugar que te ha tenido en cuenta. Son este tipo de acciones las que deben marcar el camino y servir de ejemplo al resto de instituciones de Lanzarote. Y no se trata de otra cosa más que pensar en todas las personas que habitan en tu municipio y trabajar para cuidarlas. Proyectar con la intención de que todo el mundo  encuentre comodidad y sienta que forma parte. 

En definitiva, creo que a pesar de las buenas intenciones en todas los casos, los pasos y esfuerzos que se han dado no están todos a  la misma altura de las necesidades reales que tenemos como familias. Y por comparación, ha quedado más que demostrado. 

Asimismo,  aprovecho para recordar que es necesario e inaplazable entender que el compromiso con la diversidad no termina con este tipo de acciones. Velar por el bienestar y garantías de las personas con discapacidad y apoyar a sus familias es una obligación.  Nos gustaría encontrar ese apoyo y ese ímpetu integrador en batallas importantes que nos quedan por librar: conseguir aulas en clave en todos los municipios, tener el comedor, la acogida temprana y recogida tardía en los colegios, así como campamentos de verano públicos y adaptados, medidas sin las cuales, por otro lado, las madres no tendremos realmente garantizada nuestra conciliación familiar. También cuando nos vemos obligadas a luchar contra el  terror institucional o el capacitismo académico que seguimos sufriendo en muchos centros educativos. 

La inclusión no es algo que se saca a pasear de forma conveniente. No es una palabra que se pinta en un cartel para obtener más aceptación. Precisamos más que nunca que la inclusión se extienda a todas y cada una de las políticas que se ejecutan y sea prioridad en las agendas institucionales. La dignidad para nuestros hijos e hijas es innegociable.

 

Paula Corujo, madre de un niño con autismo. 

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