Está dispuesto el Gobierno español a dejar que Aminatou Haidar muera en el aeropuerto de Guacimeta? ¿Alguna noche de estas dos últimas semanas han perdido el sueño Miguel Ángel Moratinos, Alfredo Pérez Rubalcaba o el propio José ...
Está dispuesto el Gobierno español a dejar que Aminatou Haidar muera en el aeropuerto de Guacimeta? ¿Alguna noche de estas dos últimas semanas han perdido el sueño Miguel Ángel Moratinos, Alfredo Pérez Rubalcaba o el propio José Luis Rodríguez Zapatero, por una mujer que se va debilitando día a día, tirada en una terminal a donde nunca debió llegar??
A juzgar por los escasos pronunciamientos que ha realizado el Ejecutivo central sobre este asunto, daría la sensación de que no. Que realmente no les preocupa demasiado cuál sea la suerte de esta activista saharaui.
Mientras tanto, el Consejo General de la Abogacía Española ha dado esta semana un auténtico varapalo al Gobierno, acusándole de violar el derecho fundamental de Aminatou a la libertad de circulación, recogido en la Constitución Española, e incluso planteando que también se podría estar cometiendo un delito penal por atentar contra su libertad, al impedirle salir del país sin que, según este órgano, exista "ninguna causa explicitada" para ello.
Sin embargo, Moratinos sigue insistiendo en que el papel del Gobierno fue el de "facilitar" la entrada de Aminatou en el país, y las dos únicas opciones que le ha planteado son que solicite un nuevo pasaporte en la embajada marroquí, o que se acoja a la condición de refugiada en España. Algo que ha sido frontalmente rechazado por la activista, que lo considera "humillante". Y es que no fue ella quien decidió viajar a Lanzarote sin pasaporte, sino que fue expulsada por Marruecos, con el beneplácito del Gobierno español, que permitió su entrada al país en esas condiciones.
Pero aunque Aminatou Haidar dejó clara su respuesta y su rechazo a la oferta de Moratinos, éste no ha vuelto a pronunciarse. Ella ha lanzado un nuevo órdago e insiste en que está dispuesta a llegar hasta la muerte si no le devuelven a El Aaiún, pero el Gobierno de España no ha dicho nada más. ¿Está dispuesto a permitirlo? ¿Realmente no va a hacer nada? ¿O va a esperar a que esta huelga de hambre tenga ya consecuencias irreversibles en la salud de una mujer que, ya de por sí, arrastraba problemas físicos por los años de cárcel y torturas en Marruecos?
Desde luego, cuesta entender tanta indiferencia, especialmente si uno echa la vista atrás. Si uno recuerda la repercusión que tuvo hace tres años la huelga de hambre de otra "persona", por llamarle de alguna de forma. Y es que cuando el que dejó de comer fue un asesino sin alma ni conciencia, llamado de Juana Chaos, el asunto sí se convirtió en un tema de Estado.
Incluso, y pese a ser un criminal confeso y orgulloso del dolor que ha causado, parecía que en ese caso no se podía permitir que su salud se resintiera. Finalmente, el Gobierno permitió que siguiera cumpliendo la condena de cárcel por la que protestaba "en régimen atenuado", es decir, primero en el hospital y después en su casa, según explicó entonces el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, alegando razones "humanitarias".
Y recordando aquellas palabras, uno se vuelve a preguntar: ¿Merece menos trato humanitario una mujer que ha recibido reconocimientos internacionales y que lucha pacíficamente por una causa, que un sanguinario terrorista? ¿Aminatou no vale ni siquiera una explicación de cuál va a ser la actitud de España, después de que la activista haya iniciado su segunda semana en huelga de hambre?
Esta semana lo decía la presidenta de CC, Claudina Morales: "Ni la Unión Europea ni la ONU tienen mucho sentido cuando permitimos que estas cosas sucedan". Y tiene toda la razón. Situaciones como ésta demuestran que las organizaciones internacionales creadas en teoría para defender el Derecho internacional, la paz, la seguridad, los asuntos humanitarios y los derechos humanos, miran para otro lado antes de meterse con uno de los países influyentes. Y al igual que no fueron capaces, por ejemplo, de frenar una guerra que ellos mismos consideraban injusta, como la de Irak, ni mucho menos de adoptar alguna medida contra Estados Unidos, tampoco lo son de poner orden en este esperpento organizado entre los gobiernos de Marruecos y España con Aminatou.
Desde luego, el problema estuvo en el origen, porque nunca se debió permitir la entrada de Aminatou por la fuerza, y ahora la solución es aún más complicada. Pero la valentía que el Gobierno español no tuvo en su momento, tendrá que tenerla ahora para plantar cara al país marroquí y dejar de aparecer ante el mundo como su cómplice.