Apostar por la juventud, una tarea pendiente

21 de julio de 2024 (20:00 CET)

El jueves pasado asistí -como hago habitualmente- a uno de los briefings organizados por el Ministerio de Asuntos Exteriores en Croacia en representación de la Embajada de España. Una de las funciones conferidas a las misiones diplomáticas de España -Embajadas o Consulados- situadas en un Estado miembro de la Unión Europea es conocer la posición que adopta el país de acogida respecto de los asuntos prioritarios en la agenda que marca la Unión Europea (Invasión de Putin en Ucrania, Conflicto Oriente Medio, Agenda Verde, Migraciones y Asilo, son solo algunos ejemplos).

Al término de la reunión, me dio por pensar en la correlación de fuerzas del arco parlamentario europeo resultantes tras las elecciones europeas del pasado 9 de junio, necesarias para revalidar muchos de los expedientes pendientes del anterior quinquenio, cuyo diagnóstico es temerariamente escorado hacia la derecha del Partido Popular Europeo. El aumento de grupos de extrema derecha y sesgo nacionalista en países fundadores de la Unión Europea -máxima expresión del éxito de una experiencia de integración supranacional- como Alemania, Italia, Países Bajos y Francia, así como en Austria o España nos debe llevar a una reflexión profunda del sistema político actual y el modelo de convivencia en el que queremos desarrollar nuestra proyección vital.

En Alemania, el 16% de los menores de 24 años se decantaron por depositar su voto al partido de ultranacionalista “Alternativa por Alemania” (AfD); en Francia, donde la segunda vuelta de las elecciones consiguieron frenar, al menos en este intento, el avance de la ultraderechista Marine Le Pen, hemos visto como en los comicios de junio el 80% de los menores de 30 años se decantó por fuerzas extremistas: un 48% de jóvenes votantes depositó su papeleta para el nuevo frente popular de extrema izquierda y el 33% para el reagrupamiento nacional Lepenista.

Con relativo alivio España se ha erigido entre los cincos grandes países del club comunitario donde la extrema derecha reaccionaria no se ha colocado en los primeros puestos de la bancada, aunque sí ha irrumpido con fuerza en el paisaje electoral y parece haber deleitado a un perfil de votante joven, en su mayoría hombres menores de 44 años.
Como portavoz -reelegido por un año más tras las elecciones del pasado 14 de julio- de la asociación europeísta “Equipo Europa” – el mayor éxito asociativo de carácter juvenil y europeísta de España- me he volcado este último año en mostrar el trabajo de la Unión Europea al conjunto de la sociedad civil, siempre poniendo el foco en la juventud, a la que pertenezco y humildemente represento desde este espacio de militancia apartidista y con vocación de compartir los valores europeos como cimientos hacedores un futuro próspero.

A pesar del aumento de la extrema derecha en Europa, diferentes encuestas atribuyen a la generación Z los mismos problemas en los diferentes Estados miembros en los que esas fuerzas antisistema han irrumpido con la fuerza de un voto más reactivo que propositivo: la preocupación por un empleo estable y de calidad, la inflación y el coste de la vida, y la inmigración. Algo paradójico de esta situación es el desplazamiento que han sufrido asuntos que -a mi juicio- son prioritarios como la paz mundial y el cambio climático, lo que deja entrever que la Unión Europea sigue preservando el objetivo para el que fue originada: el aseguramiento de la paz en el continente europeo.

Todo cuanto expuesto significaría que los jóvenes que vivimos en este momento de la historia somos más racistas o nuestra mirada al mundo global es más individualista. Sinceramente, no lo creo. No obstante, es una obviedad que las fuerzas reaccionarias y ultranacionalistas han abandonado las fórmulas antiguas para adaptarse a un ecosistema impulsado por la interconectividad, la opinión desmedida, en el que las redes sociales y las nuevas tecnologías lo ponen muy fácil.

De lo que no cabe duda es el gran manejo que han demostrado los partidos políticos en la utilización de redes sociales de alto impacto, con un claro destinatario: el joven votante. Un claro ejemplo de ello es Tik Tok, en las que como ya advirtiera Erik Ahrens, el activista y asesor en redes sociales de Maximiliam Krah, candidato a las elecciones europeas de AfD que fue expulsado del liderazgo por blanquear las SS nazis en una entrevista al diario italiano “La Repubblica”, “permite hablar de los problemas cotidianos de la gente” sin que “tus mensajes estén verificados ni desacreditados”.

Por tanto, este premio del algoritmo permite a las fuerzas políticas populistas recurrentemente erosionar las instituciones democráticas por medio de un discurso “auténtico”, lleno de odio nutrido de mentiras e insidias cargadas de violencia verbal, con narrativas fáciles a golpe de tweet, expertas en alimentar la desconfianza y rentabilizar la desesperación y frustración de la gente en periodos de crisis.

Ante un escenario así, a los jóvenes europeos se nos diseña un presente y futuro desalentador, precario e incierto, con la cita reiterativa de que viviremos peor que nuestros padres, faltos de soluciones ante la salud mental, la vivienda, el cambio climático. Con este caldo de cultivo se explica que los jóvenes de hoy sean más infelices, situando al suicidio en la primera causa de muerte en este sector de la población. Pese a todo lo expuesto, creo firmemente en que vivimos en un momento de gran fortunio, por muchas razones: acceso al estudio, a la sanidad, a la movilidad, a los idiomas, a la paz, en definitiva, a las oportunidades. Las fuerzas políticas en general deberían replantear su visión del mundo y ofrecer un escenario esperanzador a los jóvenes apartando el mensaje catastrofista de sus discursos. Lamentaciones por el escepticismo político en citas electorales puede revertir si crean canales de conversación propios al momento en que vivimos. No prestarnos atención no puede ser nunca una solución. Somos jóvenes preparados, con ilusión y compromiso. Si apuestan por reducir el ruido del insulto, aumentar el volumen para escuchar al que piensa distinto a ti y avanzar en los acuerdos, mucho se podrá construir.

Diego Ruiz Barrios, jurista, Portavoz de Equipo Europa Canarias y Becario en la Embajada de España en Croacia. 

 

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