Hace unos meses el Parlamento portugues intentó, sin éxito, la aprobación de sus presupuestos para seguir trabajando con la determinación que venía haciendo desde hace ya unos años, desde que el socialista Antonio Costa se hizo con la presidencia del país. Da la casualidad que quienes los echaron abajo con su voto en contra fueron sus propios compañeros de viaje quienes, hasta ese momento, se habían postulado como impulsores del cambio. Se encontraron un país hechos unos zorros después de los años de gobierno de la derecha ostentosa de Passos Coelho, que presumía de gestión cuando la realidad, tozuda, evidenció un país inmerso en un rescate económico, en la práctica bancarrota y endeudado hasta las cejas.
Costa ha hecho una gestión tan seria y rigurosa que se ha convertido en un referente para la economía de su país. Portugal ha acabado prácticamente con el déficit; ha comenzado a reducir su deuda pública; la desigualdad económica está en mínimos de los últimos años y la tasa de paro ha caído desde el 16% de 2013 hasta el 6,7% de hoy, el nivel más bajo desde 2004, con una reducción más que notable del desempleo juvenil que ya está en cifras semejantes a las del resto de la Unión Europea, según datos recientes del Fondo Monetario Internacional. La gestión de Costa ha permitido que la economía de ese país crezca a un paso sólido tras ser rescatado con casi 100.000 millones de dólares en 2011, y empobrecerse tras sufrir una severa crisis en 2012 y 2013. Además, Portugal ha obtenido el reconocimiento del Fondo Monetario Internacional tras devolver de forma anticipada el rescate “generado por la derecha gestora”. Así, David Lipton, número dos de este organismo, aseguró que la recuperación económica de Portugal "es una lección para el resto de Europa, incluso para el mundo".
Tras los resultados electorales registrados este pasado fin de semana en Portugal podemos extraer varias conclusiones. Por un lado, que los políticos debemos gobernar con honestidad hacia nuestros votantes. Estamos al servicio del país, de la institución y de la ciudadanía, y no para tratar de ganar un puñado de votos. Aquellos que maniobraron contra el gobierno de Antonio Costa desde dentro del gobierno son hoy irrelevantes y residuales tras el castigo del propio votante de izquierda. Y, por otro lado y más alarmante, que la derecha populista, recalcitrante y retrógrada sigue avanzando por toda Europa. Ahora, tras los comicios celebrados este pasado fin de semana, se ha convertido en la tercera fuerza política de Portugal. Así, podemos trasladar que en nuestro país también seguirá creciendo mientras los partidos a la izquierda del PSOE no entiendan que la población quiere estabilidad y que les facilitemos un día a día más sencillo y amable.
Mientras tanto, un negociador incansable y educado como Costa seguirá cuatro años más al frente del gobierno portugués tratando de sumar esfuerzos, de crear consenso, de ocupar un espacio más amplio y más transversal, y convenciendo cada día a más personas con sus gestos, y no con exabruptos y formas torticeras de hacer política.