Entrevista | Ekonomus

Fermín Otamendi: "El enoturismo está tomando una dimensión cuyo techo aún desconocemos"

El copropietario de Bodegas El Grifo aborda el presente y futuro de su bodega y reivindica el sostenimiento económico del paisaje vitícola

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14 de enero de 2022 (07:30 CET)
Actualizado el 22 de enero de 2022 (10:30 CET)
Fermín Otamendi
  • ¿Cómo pudo pasar una bodega como El Grifo el año 2020, con tantos meses prácticamente sin turistas?

Toda la isla ha sufrido enormemente y El Grifo no ha sido la excepción. Como casi todas las empresas tuvimos que recurrir a los ERTE y a financiación externa. Comercialmente, nos ayudó a capear el temporal la digitalización que ya habíamos empezado a implantar, lo que nos permitió, a través del canal online, aumentar ventas tanto en península como en algunos mercados internacionales. Y como tantos otros, tuvimos mucho tiempo para reflexionar y replantear nuestros proyectos.

 

  • ¿Es tan especial el vino de Lanzarote? Al margen de la recolección artesanal, ¿qué otras características le hacen diferente?

Como es bien sabido, lo que hace único al vino de Lanzarote es principalmente el sistema de cultivo de la vid que conforma el paisaje creado por nuestros mayores. Como curiosidad, en nuestra biblioteca figura un libro de los años 70 de un autor francés cuyo título es “Los vinos de lo imposible” y cuya portada recoge un viñedo de Lanzarote. En definitiva, nuestro paisaje no es solo diferente, es único, y por tanto nuestros vinos lo son también.

Por otro lado, nos fortalece enormemente el contar con unos varietales únicos en el mundo, como la Malvasía Volcánica, o tan raros como el Listán Negro o el Vijariego, aquí conocido como Diego. Aparte de su gran calidad, son variedades que nos permiten hacer vinos diferentes, que es precisamente lo que buscan los nuevos consumidores. Y aun cuando el cultivo en Lanzarote es de los más respetuosos con el medio ambiente, estamos dando un paso más, certificando todo el viñedo para obtener el sello ecológico.

 

  • El principal tractor de las bodegas ha venido siendo el blanco malvasía. ¿Qué tal les va con sus vinos de alta gama?

Es cierto que en Lanzarote predomina la elaboración de blancos jóvenes a partir de la Malvasía Volcánica. Esa senda la iniciamos en El Grifo hace ya 40 años.

Sin embargo, el potencial de nuestros varietales es enorme, por lo que seguimos investigando en nuevas elaboraciones, así como mejorando las prácticas culturales en el cultivo, pues es bien sabido que el vino nace en el campo. De hecho elaboramos hasta catorce referencias, algunas con carácter experimental, que denominamos “Experiencias de Vendimia”, lo que da una idea de la inquietud de nuestro equipo.

En nuestro portafolio conviven las elaboraciones clásicas de nuestros mayores, básicamente dulces clásicos, con elaboraciones punteras y muy innovadoras, como rosados pálidos, diferentes tintos e incluso, blancos de guarda, vinos elaborados para durar en el tiempo, ganando en finura y complejidad. Nuestra referencia Lías, blanco de guarda, ha tenido una recepción incluso mejor de lo que esperábamos, y nos está abriendo las puertas de los mercados más exigentes. Hacia ahí apunta el futuro de nuestros vinos.

 

  • ¿Cómo se renueva la bodega más antigua de Canarias?

Mantenemos la curiosidad y la ilusión, siguiendo el camino marcado por nuestros mayores a lo largo de estos casi 250 años, aunando tradición con innovación. Nos apoyamos en la experiencia acumulada para catapultarnos hacia el futuro. Y ahí, la digitalización en todos los procesos es fundamental. 

Aunque la producción en la isla es limitada, nuestra capacidad de mejora en la elaboración y difusión de nuestros vinos es aún enorme y trabajamos cada día en ello. Y de paso tenemos la oportunidad y el privilegio de difundir la marca Lanzarote.

 

  • La bodega tiene su museo del vino y ha impulsado la actividad cultural en la bodega. ¿Cómo les han resultado estas iniciativas?

Es cierto que el mundo del vino a menudo mantiene vínculos con la cultura y el arte. En nuestro caso, ha resultado muy satisfactorio. El Museo del Vino partió de la necesidad de preservar y restaurar la antigua bodega, tarea a la que nos empujó César Manrique, buen amigo de la casa, cuya generosa ayuda resultó fundamental para el proyecto.

Siendo El Grifo la bodega decana de Canarias, consideramos necesario preservar y difundir la historia y cultura del vino de Lanzarote, desde sus comienzos a finales del S. XVIII. A ello ha contribuido también la citada biblioteca histórica sobre agricultura y vino de Canarias, que mi hermano Juan José ha ido formando a lo largo de los años, única en las islas y que en la actualidad alberga más de cinco mil volúmenes. Del mismo modo hemos venido organizado conciertos, exposiciones de pintura y varias colaboraciones con asociaciones culturales, Fundación Saramago, y por supuesto la FCM y el Cabildo de Lanzarote.

Es admirable que la isla cada vez recibe más visitantes interesados en la cultura del vino, por lo que el enoturismo está tomando una dimensión cuyo techo aún desconocemos. Las bodegas debemos prepararnos para ofrecer servicios de calidad máxima, a demanda del cliente, pues no existe mejor  fidelización hacia una marca que la inducida mediante una visita satisfactoria.

 

  • ¿Cuáles son los principales retos con los que las bodegas de la isla afrontan el futuro? Desde su punto de vista, ¿qué aspectos le parecería importante potenciar de cara a los próximos años?

Las bodegas, como la mayoría de las empresas de Lanzarote necesitamos apuntar hacia la excelencia. Para ello, precisamos la colaboración y ayuda más estrecha de nuestras instituciones, no necesariamente económica. De entrada, la preservación de nuestro entorno exige urgentemente un planeamiento urbanístico, racional y realista, que nos permita desarrollarnos y competir en un plano de igualdad, no solo entre nosotros, sino con cualquier bodega canaria o peninsular. La falta de consenso político en la aprobación del Plan de La Geria nos perjudica como sector, pero sobre todo perjudica a la economía y el empleo insular.

Y el Cabildo debiera implicarse de manera aún más decidida en el sostenimiento económico del paisaje vitícola porque es uno de los pilares de nuestra economía turística. Y sus “jardineros”, los viticultores, no reciben toda la atención que merecen.

De todos modos, si solo pudiésemos formular un deseo, sería el mismo que nuestros antepasados, necesitamos agua. No ya las bodegas, sino el campo y toda la isla. Y necesitamos agua de calidad, obtenida a partir de nuestra propia y abundante energía solar y eólica. Con ello y una buena red de distribución, sería cuestión de tiempo el llegar a la autosuficiencia energética.

Vivimos en un momento único en el que además de contar la tecnología necesaria, podemos optar a cuantiosos fondos europeos para proyectos tan sostenibles como éste. Para ello necesitaríamos una decidida apuesta de nuestra clase política, al estilo de la que en el pasado llevó a la construcción de los Centros Turísticos.

Desgraciadamente nos topamos con la dificultad de alcanzar consensos y con un exceso de burocracia, que ralentiza los proyectos hasta hacerlos inviables. Y esta es una oportunidad que difícilmente se va a repetir. De lograrlo, nuestro futuro estaría garantizado. Seríamos una isla totalmente sostenible y un destino turístico premium, lo que redundaría en el crecimiento y bienestar de todos los lanzaroteños. Se habría hecho realidad el sueño de Manrique.

 

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